El 13 de marzo de 2013 fue inaugurado el proyecto A.L.M.A., siglas en inglés del Atacama Large Millimeter Array. Se trata de un telescopio compuesto por un número de sesenta y seis antenas, ubicadas en el desierto chileno para generar un puesto de observación estelar que recibe información emitida por estrellas, planetas o galaxias y a través de ellas obtiene imágenes del universo. Es decir que ALMA permite componer la imagen de una estrella o galaxia desde el reflejo que de ella produce otra y es captado por las antenas. A este telescopio hace referencia Giordana García, dramaturga detrás de la obra homónima, estrenada en la cuenta de Instagram de Amaká Colectiva, la productora tras esta creación, entre el 7 y el 10 de octubre y que ahora puede verse también en su canal de YouTube.
Como un “telescopio de doble mirilla” se describe el seriado audiovisual compuesto por ocho capítulos que no superan cada uno los cuatro minutos y que constituyen un rompecabezas existencial y liberador, sin dejar de ser también angustiante, como toda búsqueda desesperada de respuestas a preguntas que se reflejan en nuestra mirada echada al infinito de las estrellas. Como una partera, Giordana puso en palabras las preocupaciones de Marcela Lunar, directora y creadora del concepto tras A.L.M.A., sinergia que encontró en Miguel Herrera el ojo (y el lente) necesario para captar y transmitir los movimientos que el grupo de intérpretes desplegó en cada capítulo. Todo acompañado por la música precisa de Andrés Levell y El sagrado familión.
Los capítulos del seriado audiovisual llevan por nombre “La caída”, “El grito”, “El beso”, “El abrazo”, “La espera”, “La jaula” y “Reconstrucción”. Desde el nombre del primer capítulo apuntan a una génesis, la intención de poner a la humanidad a expresarse a sí misma desde el desencuentro que produce la circunstancia inesperada en la que estamos arrojados violentamente, en la que, aislados, enfrentamos lo único que queda, la otra, el otro.
Tras la caída nos encaramos con el espejo, con el reconocimiento o el desconocimiento de la imagen que nos devuelve, que no deja otra cosa que miedo, de donde emana el grito. En la medida que avanza la meditación en movimiento, en pantalla, pequeña o grande, portátil o fija, reaparecen los cuerpos, dobles, que se encuentran, en el beso, el abrazo, demostrando que el aislamiento tiene límites, franqueables para volver a conectarnos.
Desde hace meses abundan mensajes sobre los múltiples estados de ánimo que produce el confinamiento, enlistados como momentos casi inevitables. Uno de ellos, que todas, todos y todes hemos conocido es el encierro, nuestra propia casa sirve como jaula, en un entorno que se ha hecho cada vez más pequeño cuando el mundo se ha achicado. Estamos ahí, en la espera de que algo pase, acumulados, mirando desesperadamente el reloj o las noticias, atentos a que alguien decida finalmente sacarnos de esta circunstancia en la que caímos. Sin embargo, dentro de sus múltiples capas, densas y abiertas a diversas interpretaciones, A.L.M.A. apunta a un mensaje directo sobre la reconstrucción, que no inicia si no se rompe la espera, si no se abandona la inactividad ansiosa para reconectar desde la restitución de “la fibra íntima”, que es posible a través del contacto físico que pone fin al aislamiento.
La palabra poética teje los sentidos abiertos de este seriado audiovisual, acompañando sin interrumpir, sugiriendo sin demarcar. La cámara acompaña el movimiento de los cuerpos que danzan dentro de ese escenario negro que es todas partes y ninguna a la vez. Fotografía, danza, poesía, música y cine se unen para transmitirse a través de las redes sociales, demostrando el camino sin retorno que se abre en un futuro transmedia, que rompe las fronteras de las formas tradicionales del arte de manera más aguda, obligándonos a crear nuevos marcos de interpretación para fenómenos como este. De algún modo, el carácter fragmentario del seriado permite jugar, como antes se hizo con la literatura, construyendo narraciones posibles al cambiar el orden en el que se presenta cada situación, transgrediendo, quizás, la obra, pero también haciéndose partícipe de ella.
El telescopio de Atacama utiliza algunos cuerpos celestes como mediaciones para acceder a la imagen de otros, a través del reflejo que han dejado en ellos y ensambla cada una de esas imágenes para tener una panorámica de una zona del universo. Así, los cuerpos almados son medios para reflejar y ayudarnos a armar la imagen del horizonte posible que es necesario vislumbrar en la oscuridad que habitamos. A.L.M.A. nos invita a conectar con las profundas reflexiones que surgen en medio del confinamiento, poniendo a la humanidad en el foco de las nuevas/viejas preguntas, expresada en la corporalidad en movimiento que se desplaza en cada uno de sus capítulos, demostrando que, del desencuentro venimos y hacia el encuentro vamos.
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