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Hablemos sobre crítica. ¿Qué es la crítica?, ¿será acaso un juicio moral, ético, estético o político? Creo que puede ser un acto en donde tejemos referencias. Jamás psicoanálisis entre amigos, aunque nunca está de más una especia, una sal freudiana en ella, la necesaria crítica.
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La crítica es más que valoración. Es una especie de acupuntura para activar las ideas de los márgenes en el cuerpo de los materiales culturales. Y se hace como la medicina preventiva, es decir, siempre como hábito, no es una inyección o saña sobre una herida o destino.
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La crítica sobre la literatura: contrasta obra y tiempo, la habilidad de tejer la tradición en la voz propia. La capacidad de implosionar al pasado y abrir una nueva brecha. Incluso la posibilidad de sembrar tu jardín al margen. La crítica siempre va a los márgenes.
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La crítica depende del campo en el que se hace. La crítica académica: crédito universitario. La crítica cultural: networking. La crítica política: tarjeta de crédito del Banco Central del Oportunismo. La crítica de los márgenes: un ideal por deconstruir, Derrida un ejemplo.
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Sobre “crítica” la genealogía etimológica nos habla de juicio, discernimiento, separación. Es decir, tiene resabios jurídicos, teológicos y modernos. Puede que busque endiosar, enjuiciar o cientifizar. ¿Qué sería de un método que busque lo contrario? Pensarlo es hacer crítica.
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La crítica se entiende con el ensayo porque tienen cosas en común, muchas diría yo. Ambos son una deriva, una persona que ama caminar sin rumbo pero que piensa cosas grandes, con una ambición que solo es recogida por el cráneo y de vez en cuando se concentra en la escritura.
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La crítica está siempre presente, pero sin que se le llame por su nombre, cuando se le llama por su nombre es fuente de controversias. Cuando es fuente de controversias se define en el dicho anglosajón: no existe tal cosa como la mala publicidad.
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La crítica también es descripción. Una detallada y minuciosa lectura sobre un material cultural determinado. El crítico como fenomenólogo y la obra como fenómeno, pero con la particularidad de que no se trata de una búsqueda científica sino más bien de un diálogo existencial.
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La crítica carga consigo mitos de valoración total. La crítica también puede hacerse sobre una frase, párrafo o palabra determinada. Hablo de la exégesis, el ejercicio hermenéutico o deconstructivo sobre “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…”, sin más.
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La crítica: desde Aristófanes a Lezama, Bloom y Steiner. Todos muertos. ¿Quiénes serán los muertos que les sustituyan? ¿Todavía hay tiempo para la crítica? ¿Cómo es la crítica de los últimos días, de los últimos tiempos, será acaso una comparativa entre el Apocalipsis y Dark?
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El aforismo, la sentencia breve, que parece ser la forma de este discurso, peca de reduccionista y contradictorio. Sin embargo, los discursos más extensos que a su vez están repletos de incisos e ideas subordinadas, sufren lo mismo (digamos, tanto a nivel conceptual como a nivel sintáctico). El éxito de lo extenso radica en la mitología de lo sistemático y el libro gordo.
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Se aprende más sobre crítica diciendo qué no es a lo que es. No es, por ejemplo, la conducta de la política palaciega, ombliguista, adanista. Es un dudar constante de lo que se está haciendo. Solo hay seguridad en la duda, en un preguntarse durante los procesos. Eso, es crítica.
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En estos tiempos la crítica retoma especial importancia ante la infoxicación. En este nuevo oscurantismo, en donde no es que no hay información sino demasiada, la crítica funciona como una herramienta de curaduría para entrever entre los discursos e imágenes (y salir con algo).
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No hay crítica perfecta porque la crítica no busca la perfección sino un hacer o decir crítico. Uno siempre debe hacer crítica porque no sabe cuál crítica será una certeza, una eventual reproducción de subjetividad crítica que es fundante del paisaje estético (ético y político).
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Hay muchas críticas, pero me interesa la de los márgenes. No la moderna, es decir, la de las certezas; o la posmoderna, es decir, la de la crítica a las certezas, sino una crítica iter, que bordea la realidad en ciclovía… una suerte de transcrítica es lo que me interesa.
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La crítica también bebe de la indiscutibilidad habermasiana, es decir: todo se dirime en asamblea o en el diálogo platónico/aristotélico, pero, ¿qué pasa cuando el hablante está muerto o es demasiado Otro o no humano?, Morin habla de lo antropoético, ¿servirá a efectos críticos?
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Toda crítica es un pie de página a la crítica mayúscula.
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Toda crítica es un diálogo existencial, una hermenéutica dialógica. (En el decir Benjamineano: es el honor que le hacemos los vivos a los muertos al recordarles que podemos hacerles justicia al traer la historia del pasado pasado al presente).
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La crítica es un texto considerable que se pasea por un tema, y todo ese texto tiene dos signos de puntuación en común: uno de interrogación que se abre al principio y otro que se cierra al final. Ambos son invisibles.
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Me interesa la crítica como un diálogo existencial más que un diálogo de corte científico. Lo existencial asume lo complejo sin complejos, porque la ciencia y sus resabios demandantes de empirismo plantean muchos límites. El diálogo existencial reconoce la carga de los límites y en vez de ir al centro, acude a los márgenes. La ciencia exige centro, ideas principales, origen, proceso y destino. Me interesa más un momento o momentos existenciales que la receta para una comprobación. Me interesa la ciclovía, el camino alterno, existencial.
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Alguien me comenta en una de mis reflexiones sobre la crítica que le atormentaron con ella en la universidad. Le respondí que ojalá también nos hiciera ruido fuera de la universidad. Me respondió que se refería a la crítica literaria lanzando un piropo a Todorov. La verdad es que no entendí nada, pero me sirve como una suerte de metáfora problematizadora, es decir, porque sea literaria la crítica no quiere decir que no sea política, ¿habrá algún crítico más político que Todorov? ¿Acaso no hay en su obra una genealogía que abarca un campo amplísimo que va desde la lectura de entrañas de animales hasta los desmanes colonizadores?, para Todorov la crítica es crítica y por sí misma es existencial, es decir, política, porque se trata de interpretar al mundo como se nos ha dado (e impuesto).
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El campo político tal como lo muestra la crítica suele estar limitado a ciertos personajes. Sin embargo, hay algunos sujetos que, al margen, pueden eventualmente emerger y cambiar el estado de las cosas. A propósito de ello Alfredo Maneiro dice: “Las gotas de agua que están en la cumbre de la ola no son las que estaban en la cumbre de la ola precedente, sino en el seno que la separaba…”.
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La crítica también es histórica o contrahistórica o antihistórica. Para ello está Benjamin o Arendt, quien lo explica muy bien. ¿Por qué amo a Hannah Arendt?, porque dijo cosas así: “En la medida en que realmente pueda llegarse a `superar´ el pasado, esa superación consistiría en narrar lo que sucedió”. ¿Ya ven de qué estoy hablando?
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Una respuesta a alguien que reclamaba el “ciclo de la creación literaria como un pujar por publicar y que no te publiquen”: La publicación y la escritura no son asuntos necesariamente vinculados. A veces la escritura por sí misma es el único sentido. Creo que era Emily Dickinson quien decía que la publicación no le concierne al poeta. ¿Qué podría quedar para el resto?
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Líneas arriba comentaba que prefería una crítica fenomenológica y existencial sin que necesariamente primara por su cientificidad, José Leonardo me comentó que para ser existencial se requiere ciencia o cientificidad, es decir, método. Creo que es una forma de verlo, sin embargo, lo existencial asume lo complejo sin complejos (¿?) porque la ciencia y sus resabios demandantes de empirismo plantean muchos límites, mientras que el diálogo existencial reconoce la carga de los límites y en vez de ir al centro acude a los márgenes. La ciencia exige centro, ideas principales, origen, proceso y destino. Insisto, me interesa más un momento o momentos existenciales que una receta de comprobación. Me interesa la ciclovía, el camino alterno, existencial. Más adelante, José Leonardo me plantea una lectura de los materiales culturales de actualidad a partir de Barthes y el tema de la muerte del autor y un paralelismo con el fanart. Recordé que horas antes pensaba en una idea: “nadie leyó a Barthes”, a propósito de que después de los planteamientos del francés no tendría sentido una narrativa con la estructura canónica, es decir, esos novelones con principio, desarrollo y final, pero la lógica del mercado permanece por encima de esos hallazgos. Incluso determinando la escritura o la forma en que escriben y aspiran a escribir, en este caso, las y los narradores (neoliberales). Si de verdad hemos leído a Barthes podemos llegar a la conclusión de que no es necesario seguir esa vía sino más bien la lexía, el fragmento o los fragmentos chocando entre sí que van creando (siempre) nuevos significados. Tal vez los que sí lo entendieron fueron los del fandom, los prosumidores y arquitectos de memes y gifs, todo el tejido transmedia. Paradógicamente, Barthes está más presente en la industria transmedia que en la editorial. Puede que las Mitologías (Barthes) hayan sido un precedente de estos asuntos.
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