Creo haberme metido en camisa de once varas desde que envié mi artículo sobre el estado del cine en Venezuela y si era necesaria hacer una industria cinematográfica en el país. Por un lado, después de su publicación vi cómo comentaban acerca de unas cifras que di en el artículo, corrigiéndome respecto a su veracidad. Al parecer, la cantidad de dinero que dije que se debía a los distintos fondos de financiamiento de películas (Ibermedia) es otra. En total 1.5 millones de dólares, aproximadamente, quizá más, quizá menos. Pero esa es la cantidad que varias personas manejan y que se reconoce como la oficial. Aprovecho para hacer la aclaración.
Ahora, quisiera entrar en materia para hablar de a qué me refería cuando mencionaba a las distintas plataformas como una oportunidad para desarrollar la cinematografía nacional.
Para empezar, al día de hoy es muy difícil, por no decir imposible, que produzcamos contenidos para las principales plataformas del mundo, entiéndase Netflix, Amazon, HBO Max, Hulu, Disney+, etc. Esto es así básicamente porque no somos un mercado atractivo para ellos. En América Latina, los mercados en los que estas plataformas invierten su dinero y producen son: México, Colombia y Brasil (Netflix).
En este sentido, lo que yo sugerí, y tal vez no quedó tan claro, fue que viéramos más allá de la producción de cine para salas de cine, porque es un negocio a pérdida, en tanto la gente no va a ver cine venezolano a ellas. Aparte, en un contexto de crisis y desequilibrio económico, es mucho más complicado recuperarse para seguir produciendo. Con esto no quiero decir que producir para internet sea un éxito asegurado, pero, al menos, tendríamos un alcance mayor que estrenando una película en las peores salas del país.
Manuel (nuestro editor) hace poco escribió un artículo a modo de réplica al mío titulado «¿Qué murió en la forma de hacer cine hoy?«, y es gracioso porque mi respuesta a eso es que lo único que murió en la forma de hacer cine es el sistema de exhibición y consumo, el resto es lo mismo.
Para mí, cuando digo que el cine ha muerto me refiero a que en la actualidad el cine que se produce en masa y que vemos en salas de cine tiene una forma de expresión que se podría asociar más a las series de televisión de los noventa, o a videoclips. Son películas con estructuras fáciles, sin mucho análisis, con una duración cada vez más corta y mucha acción, que distan del cine como arte contemplativo propiamente. No es que sean malas, pero es lo que se está produciendo para ese espacio en particular (las salas de cine).
Ahora, el “cine contemplativo”, mucho más curado y digamos “caviar”, como le dice Manuel, se encuentra en plataformas de streaming y en otros lugares, como la BBC o cualquier canal que produce series y películas para televisión, internet u otro espacio.
Con esto no quiero decir que haya que dejar las salas de cine o algo por el estilo, pero es preferible diversificarse para producir contenido en televisión, medios digitales, plataformas de streaming, etc., a dedicarse única y exclusivamente a pensar en el cine (de salas de cine) como el único lugar para el que se debe y puede producir.
Por supuesto, como dice Manuel, el tema de la formación, producción y distribución nos tiene que involucrar a todos. Por ejemplo, hay que hacer una revisión de la ley de cine; ya hay varias propuestas para activar la cuestión del financiamiento. También sería interesante que se produjera para otros medios que no sean propiamente las salas de cine, pero bajo un modo de producción de cine. Por ejemplo, seriados, cortometrajes y películas que puedan ser transmitidos en canales nacionales privados o públicos, pero también la red, y que así la gente pueda interactuar con lo que ve.
Al final, el tema no está en crear una industria cinematográfica sino una industria que abarque toda la formación de los realizadores; la producción y distribución de contenidos audiovisuales que tengan una calidad como la del cine, pero que no estén obligados a perderse en una sala de cine, como viene pasando desde tiempos inmemoriales.
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