Trending, trolear, post, posteo, taggear, screenshot, avatar, scroll, bio, blogger, outfit, influencer, coaching, caption, selfie, spam, TBT, emoji, feed, gif, hashtag, story, mutear, inbox, like, live, youtuber, mute, sexting, mail, crowfunding, crush, smartphone, ghosting, stalkear… Nuestra lengua vive tiempos interesantes.
Los académicos ortodoxos del español se aferran a un concepto tradicional de evolución y este merequetengue los desespera. No es que tengan cómo negar los cambios, es que son tantos y de revoluciones tan exorbitantes que les cuesta llevar el paso, registrarlos, estudiarlos, asimilarlos. La RAE ofrece la imagen de un obsesivo fiscal de tránsito en pleno apocalipsis zombie, se mantiene firme en su isla, como uno de los violinistas del Titanic, mientras la avalancha de carros huye sin atender silbatos ni semáforos en rojo; o como una abuela octogenaria tratando de imponer orden en una fiesta de adolescentes ebrios a las dos de la madrugada. ¡Ven, abuelita, perrea con nosotras!, gritan las propuestas feministas con respecto al lenguaje inclusivo y la señora saca su escopeta a ver cómo es la cosa.
Incluso ciertas palabras españolas parecen salidas de un tanque de líquidos radiactivos y les van saliendo brazos, narices, ojos y protuberancias significativas que hasta hace quince años no tenían: comentario, grupo, cuenta, impresión, reacción, seguidores, meme, notificación, conexión, y otras como estas pertenecen a microclimas específicos de las redes sociales.
La realidad virtual y su intensiva expansión impactan la noción de habla. Hoy la percibo como una hermosa criatura de dos cabezas, me cuesta definirla únicamente como el medio oral de comunicación entre sujetos de una comunidad lingüística. La mensajería instantánea, es decir, el chateo (con sus notas de voz, gif, stikers y cadena de emojis), y la interacción ipso facto en las diversas plataformas digitales suponen un mestizaje entre escritura y habla que dispara fenómenos léxicos, fonéticos y semánticos inusitados.
Profesores, correctores, editores, escritores, filólogos, periodistas, lingüistas y demás sabedores de oficio, no encarnemos el triste papel del nostálgico, el momento exige poner en práctica los principios del aikido. Repito, nuestra lengua vive tiempos interesantes. Por mi parte, adoro que me haya tocado ser protagonista y espectadora de este maravilloso desnalgue.
Como siempre maravillosa.