Astrofilio: “astro”: del latín astrum y este del griego ástron ‘astro’, ‘constelación’, y “filio”: del griego philos, ‘que gusta de…’.
Fotofagoso: “foto”: del griego phōto, ‘luz’, y “fagoso”: del griego phagein aoristo de ‘comer’.
El astrofilio fotofagoso no tiene órganos diferenciados, cada una de sus células es capaz de realizar todas las funciones: todas perciben, todas se alimentan, todas excretan. Estas células no están en contacto físico, materialmente hablando, están interconectadas en un tejido electromagnético a través del cual intercambian y distribuyen información y nutrientes.
El nombre de este animal se presta a confusiones, pues da a entender que se alimenta de luz y aunque esto no es falso, tampoco es verdad. El astrofilio fotofagoso absorbe las radiaciones del sol en su totalidad, no solamente el espectro visible: filtra las energías que se pueden manifestar como ondas y deja pasar la energía cinética de cualquier partícula material. Sin embargo, es un hecho que el sutil cuerpo del astrofilio puede atrapar partículas materiales para sostener su crecimiento. Esta recolección se lleva a cabo muy lentamente y la proporción de materia recolectada por el organismo es mínima, de hecho, a efectos de medición se considera que la parte material es la menor, siendo su tejido electromagnético la extensión principal de su cuerpo. Las mediciones de astrofilios son, cuando menos, polémicas, debido a que este tejido electromagnético es difícil de detectar y los esfuerzos por modelarlo o describirlo suelen arrojar resultados muy diversos dependiendo del investigador, generando más confusión que concierto en la comunidad científica que continúa dividida y frustrada respecto a este y muchos otros aspectos del astrofilio fotofagoso.
Cuanto más crece un astrofilio más puede crecer y más rápido lo hace: ya que todas sus células pueden absorber radiación, cuanto mayor es su tamaño, mayor es la eficiencia de su alimentación. Un astrofilio juvenil parece una sutil o dudosa mancha en el firmamento. Visto desde el espacio, en escorzo frente al sol, se le distingue como un difuso resplandor, como una garúa lejana de diminutas gotas de oro. Su cuerpo, como hemos dicho, tiene una densidad mínima.
Ya mencionamos que todas sus células son plenivalentes, por esto su conciencia reside en todo su cuerpo. A medida que crece puede procesar más información, e información cada vez más compleja. Un astrofilio adulto ha tenido tiempo suficiente para crecer y así envolver completamente la estrella que lo alimenta. Al principio parece simplemente que el sol se ha enfriado un poco, como si estuviera brumoso por encima de las nubes. Como la forma del astrofilio ya es como una esfera que contiene al sol, la única manera que tiene de seguir creciendo es hacerse cada vez más profundo, más grueso.
Aunque su cuerpo es muy sutil, a medida que se hace más y más grueso acaba por bloquear completamente la luz del sol, dejando a todos los planetas del sistema en oscuridad total. El astrofilio ya sabe que la hora se aproxima, el sol ya está cargado de metales pesados, pronto colapsará: estallará con fuerza para dejar en su lugar una enana blanca y estéril.
Nada de esto angustia al astrofilio. A lo largo del tiempo ha acumulado información para mapear buena parte del universo observable a su alrededor, así mismo ha calculado las rutas gravitatorias entre los sistemas planetarios adyacentes, solo tiene que tener paciencia, acumular energía y afinar sus cálculos.
Finalmente, el momento ha llegado, la estrella está a punto de explotar, se operan cambios profundos en el astrofilio: ya no tiene la forma de una esfera sino la de un paraguas, se ha retraído hasta formar un domo no mayor que un tercio del tamaño de la estrella. Todas sus células se han apretado lo más que pueden y su apariencia ahora es la de un gel brillante y compacto.
El astrofilio en forma de lente de contacto recibe de la explosión del moribundo sol, el esperado torrente de energía que lo impulsa a toda velocidad a través del espacio.
La violencia de la explosión deforma al astrofilio, estirándolo como una bomba que se infla y arde. Hay estimaciones bien fundamentadas de que el animal puede perder hasta la mitad de su masa producto del impacto. No debe creerse que esto supone un grave problema: el extraordinario crecimiento previo fue una calculada previsión.
Este momento es crucial, al mismo tiempo tiene el impulso de la explosión y el cese del campo gravitacional de la estrella, ahora el astrofilio hace cambios constantes en su forma y densidad para aprovechar el impulso lo más posible. Cuando está en pleno espacio galáctico, avanzando a velocidad constante, se expande como un paño para aprovechar los vientos estelares. Esta operación le permite hacer las últimas correcciones de rigor en el rumbo hacia la próxima estrella de la que se alimentará.
Durante este viaje el astrofilio hiberna. Como sus células no están absorbiendo energía, no pueden asimilar los impactos de microasteroides o partículas de alta energía, esto provoca el desprendimiento de una parte de su masa a lo largo del viaje. Los fragmentos que se disipan continuarán hibernando ellos mismos hasta que la gravedad de una estrella los atrape y su energía los active, de esta manera cumplen el mismo papel de las esporas o las semillas, quedando así explicada la reproducción asexual de los astrofilios.
Se ha establecido que estos seres pueden alimentarse de varios soles a lo largo de su vida, por lo que se estima que son muy longevos o quizás sempiternos. Nadie ha registrado la muerte de un astrofilio fotofagoso, pero se sabe de hace tiempo que los detritos que produce su digestión es lo que denominaron materia oscura.