Un orgasmo es todo lo que está bien. Lo podemos experimentar si somos o no sexualmente activas, en pareja, a solas, amamantando, incluso dando a luz.
En las sociedades dominadoras europeas se reprimió y distorsionó la sexualidad femenina, su herencia fue derramada sobre el continente americano a fuerza de masacre, y aunque se diga que ya pasaron más de quinientos años, la verdad es que la violencia contra el cuerpo de la mujer ha sido tan sistemática que muchas aún hoy son incapaces de expresarse sexualmente.
No solo no pudimos escapar del horror sembrado por la Inquisición y el resto de los dispositivos de control del patriarcado europeo, sino que se crearon nuevas formas de alejarnos de nuestro placer sexual a través de la ciencia. Freud sostuvo que el orgasmo clitoriano era “adolescente”, inmaduro, y solo cuando las mujeres comenzaban a tener relaciones sexuales con los hombres podían tener “verdaderos orgasmos” a través de la penetración. Freud, que nunca tuvo vagina, según sepamos, estaba seguro de que las mujeres eran capaces de producir orgasmos sin estimulación del clítoris, de hecho, no lograrlo era lo que estaba “mal”.
Estas teorías del psicoanálisis freudiano solo ayudaron a patologizar el deseo sexual de las mujeres, y a aumentar el sentimiento de culpa por experimentar mayor satisfacción sexual de una manera “anormal” al masturbarse.
En el mes del orgasmo femenino vamos a preguntarnos: qué es para nosotras el orgasmo. Acá están las respuestas de nueve poetas.
Katherine Castrillo
***
Idea Vilariño
Buscamos
cada noche
con esfuerzo
entre tierras pesadas y asfixiantes
ese liviano pájaro de luz
que arde y se nos escapa
en un gemido
§
Blanca Varela
toca toca
todavía tus dedos se mueven bien
el dedo de la nieve y el de la miel
hacen lo suyo
nada suena mejor que el silencio
nuestro desvelo es nuestro bosque
aguza el oído como una hoz
a trillar lo invisible se ha dicho
para eso estamos
para morir
sobre la mesa silenciosa
que suena
§
Anne Sexton
La balada de la masturbadora solitaria
Al final del asunto siempre es la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mí misma mi aliento
te echa en falta. Espanto
a los que están presentes. Estoy saciada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Dedo a dedo, ahora es mía.
No está tan lejos. Es mi encuentro.
La taño como a una campana. Me detengo
en la glorieta donde solías montarla.
Me hiciste tuya sobre el edredón floreado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Toma, por ejemplo, esta noche, amor mío,
en la que cada pareja mezcla
con un revolcón conjunto, debajo, arriba,
el abundante par en espuma y pluma,
hincándose y empujando, cabeza contra cabeza.
De noche, sola, me caso con la cama.
De esta forma escapo de mi cuerpo,
un milagro molesto, ¿Podría poner
en exhibición el mercado de los sueños?
Me despliego. Crucifico.
Mi pequeña ciruela, la llamabas.
De noche, sola, me caso con la cama.
Entonces llegó mi rival de ojos oscuros.
La dama acuática, irguiéndose en la playa,
un piano en la yema de los dedos, vergüenza
en los labios y una voz de flauta.
Entretanto, yo pasé a ser la escoba usada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí como se rompen una piedra.
Te devuelvo tus libros y tu caña de pescar.
El periódico de hoy dice que se han casado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Muchachos y muchachas son uno esta noche.
Se desabotonan blusas. Se bajan cremalleras.
Se quitan zapatos. Apagan la luz.
Las brillantes criaturas están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente. Están más que saciadas.
De noche, sola, me caso con la cama.
§
Rosario Castellanos
En el filo del gozo
II
Convulsa entre tus brazos como mar entre rocas,
rompiéndome en el filo del gozo o mansamente
lamiendo las arenas asoleadas.
(Bajo tu tacto tiemblo
como un arco en tensión palpitante de flechas
y de agudos silbidos inminentes.
Mi sangre se enardece igual que una jauría
olfateando la presa y el estrago.
Pero bajo tu voz mi corazón se rinde
en palomas devotas y sumisas).
§
Alaíde Foppa
El sexo
Oculta rosa palpitante
en el oscuro surco
pozo de estremecida alegría
que incendia en un instante
el turbio curso de mi vida,
secreto siempre inviolado,
fecunda herida.
§
Delmira Agustini
El nudo
Su idilio fue una larga sonrisa a cuatro labios…
En el regazo cálido de rubia primavera
amáronse talmente que entre sus dedos sabios
palpitó la divina forma de la quimera.
En los palacios fúlgidos de las tardes en calma
hablábanse un lenguaje sentido como un lloro,
y se besaban hondo hasta morderse el alma!…
Las horas deshojáronse como flores de oro,
y el destino interpuso sus dos manos heladas…
¡Ah! los cuerpos cedieron, más las almas trenzadas
son el más intrincado nudo que nunca fue…
En lucha con sus locos enredos sobrehumanos
las furias de la vida se rompieron las manos
y fatigó sus dedos supremos Ananké.
§
Carilda Oliver
Me desordeno
Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada;
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.
Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada;
me desordeno, amor, me desordeno.
Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno;
y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.
§
Virginia Grütter
Más fuerte que el dolor
Yo venía del colegio.
Alegre bata y el pelo al viento.
Árboles pescando estrellas.
Nubes morenas.
Yo iba brisa por las calles
saltando por los charcos sin llave
hacia la cita chica de mis amores
que me allegaba aromas desde las flores.
Él vino y me cogió del talle.
Y la noche llegó, donde mi pecho se abre.
Y así se abrió mi camisa.
Y mis dos senos eran de palma y brisa
y sus manos peces de enero
fuertes y suaves como el viento.
Las manos y los senos así a escondidas
juntos y solitarios en otra vida.
Después llegué a la casa y toqué la puerta.
Y me salió mi madre y mi tía Berta.
Y me dieron de palos por lujuriosa.
Y el cuerpo en gloria
me lo llenaron todo de moretones
a punta de escobazos y de tacones.
Pero me cogió el sueño
con diamantes prendidos en los dos senos.
§
Julia de Burgos
Poema detenido en un amanecer
Nadie.
Iba yo sola.
Nadie.
Pintando las auroras con mi único color de soledad.
Nadie.
Repitiéndome en todas las desesperaciones.
Callándome por dentro el grito de buscarte.
Sumándome ideales en cada verdad rota.
Hiriendo las espigas con mi duelo de alzarte.
¡Oh desaparecido!
¡Cómo injerté mi alma en lo azul para hallarte!
Y así loca hacia arriba,
hirviéndome los ojos en la más roja luz para lograrte,
¡cómo seguí la huida de mi emoción más ávida
por los hospitalarios oros crepusculares!
Hasta que una mañana…
Una noche…
una tarde…
quedé como paloma acurrucada,
y me encontré los ojos por tu sangre.
Madrugadas de dioses
maravillosamente despertaron mis valles.
¡Desprendimientos! ¡Cauces!
¡Golondrinas! ¡Estrellas!
¡Albas duras y ágiles!
Todo en ti: ¡Sol salvaje!
¿Y yo?
—Una verdad sencilla para amarte…