La escritura de Victoria De Stefano siempre me ha parecido evocadora. Escribe como invitándonos a reflexionar. A cuestionarnos, para así recuperar cada recuerdo, cada nostalgia.
Desde esta lectura, la autora logra transportarme hacia la familiaridad, hacia lo íntimo. No hay escándalos en su narrativa. Su discurso se construye desde la armonía. Desde lo sutil y lo apasionado.
Cabo de Vida, publicada por la editorial Planeta, sigue siendo una muestra de esto. Un llamado hacia la conciencia. Hacia ese avivar del pensamiento y no hundirnos en el fracaso existencial.
Una historia conmovedora, protagonizada por Hugo, un personaje que, más allá de su desamor, nos invita junto a los demás personajes (Arístides y Moravia) a reflexionar intensamente sobre el paso del tiempo entre lo fugaz y los imprevistos de la vida.
Más o menos así transcurría nuestro trío. A horas diferentes, en varios días. Con intervalos menos tristes y también menos apasionados […] Todo llega sin previo aviso: la suerte, la racha de viento, los amores, las puñaladas arteras. Siempre se está muy lejos de saber lo que nos espera. A dejar que las cosas pasen, a dejar que las cosas vengan formándose por sí solas. Nunca somos expertos en acontecimientos. Nunca estamos preparados. Caerse y ponerse en pie. Volverse a caer. ¡Upa! ¡En marcha! Parecía que era el fin, y luego, después de todo, no era el fin de todo. Qué fácil, se empieza de nuevo.
Esta novela, tenía años reposando en mi biblioteca (no sé si llegué tarde a su lectura), pero me la llevé al apartamento de mi madre para leerla. Y entre las charlas que tuve junto a mi madre, mi hermana, más las ocurrencias de mis sobrinos que iban y venían al tomar el café, se afianzó mucho más mi lectura desde la familiaridad y la amistad incondicional. Sintiendo así que esta novela llegó justo a tiempo a mí. Quien la haya leído ya sabrá la razón, y quien aún no, es el momento de convertirse en buzo y sumergirse en esta historia que te mantendrá unido a la tierra.