—Soy Alejandro.
—Y yo Diógenes, el perro.
Jugar a ser perro y que deje de ser juego, jugarse la vida como perro cimarrón, ser el perro filósofo de la perrada, ser parte de la perrandad sobreviviente a la extinción humana, y presenciar una conversa entre perros a los que por una noche les ha sido concedido el don de la palabra, solo se pueden experimentar mediante la ficción.
Cinco relatos caninos:
1) El día que fuimos perros /// Elena Garro /// Relato breve
El Cristo y el Buda metieron el hocico en la cazuela y comieron el arroz mojado como engrudo. Toni terminó y soñoliento miró a sus compañeros que comían a lengüetadas. Después, también ellos se recostaron sobre sus patas delanteras. El sol quemaba, el suelo quemaba y la comida de los perros pesaba como una bolsa de piedras. Se quedaron dormidos en su día, apartados del día de la casa. Los despertó un cohete que venía del otro día. Siguió un gran silencio. Alertas, escucharon la otra tarde. Estalló otro cohete y los tres perros echaron a correr en dirección al ruido. El Toni no pudo avanzar en la carrera, porque la cadena lo retuvo junto al árbol. El Cristo y el Buda saltaron por encima de las matas rumbo al portón.
2) Los fugitivos /// Alejo Carpentier /// Relato breve
Perro se echó a correr hacia el monte, con la cola gacha, como perseguido por la tralla del mayoral, contrariando su propio sentido de orientación. Pero olía a hembra. Su hocico seguía una estela sinuosa que a veces volvía sobre sí misma, abandonaba el sendero, se intensificaba en las espinas de un aromo, se perdía en las hojas demasiado agriadas por la fermentación, y renacía, con inesperada fuerza, sobre un poco de tierra, recién barrida por una cola. De pronto, Perro se desvió de la pista invisible, del hilo que se torcía y destorcía, para arrojarse sobre un hurón.
Con dos sacudidas, que sonaron a castañuela en un guante, le quebró la columna vertebral, arrojándolo contra un tronco… Pero se detuvo de súbito, dejando una pata en suspenso. Unos ladridos, muy lejanos, descendían de la montaña.
3) Investigaciones de un perro /// Frank Kafka /// Relato breve
Los huesos duros, los de más noble tuétano, solo son accesibles a las dentelladas conjuntas de todos los perros. Esta es desde luego solo una analogía muy exagerada; si todos los dientes estuvieran preparados ya no necesitarían morder, el hueso se abriría y su tuétano estaría al alcance del cachorro más débil. Si me mantengo dentro de este símil debo decir que mis preguntas, mis investigaciones, tienden a algo mayor. Quiero lograr esta asamblea de todos los perros, quiero hacer que por la amenaza de todos los dientes se abra el hueso; quiero luego despedirlos para que vivan su vida, que les es cara, y quiero después, solo, absolutamente solo, chupar el tuétano. Esto suena a monstruosidad, casi es como si no quisiera vivir del tuétano de un hueso, sino del tuétano de la perrada misma. Pero es sólo un ejemplo. El tuétano de que se habla aquí no es alimento, es lo contrario: es veneno.
4) Ciudad /// Clifford D. Aimak /// Novela
Estas son las historias que cuentan los perros, cuando las llamas arden vivamente y el viento sopla del norte. Entonces la familia se agrupa junto al hogar, y los cachorros escuchan en silencio, y cuando el cuento ha acabado hacen muchas preguntas.
—¡¿Qué es un hombre?!
—¡¿Qué es una ciudad?!
—¡¿Qué es una guerra?!
No hay respuesta exacta para esas preguntas. Hay suposiciones y teorías y conjeturas, pero no hay respuestas.
En esos grupos familiares más de un narrador ha tenido que explicar que sólo se trata de un cuento, que no existen cosas tales como una ciudad o un hombre, que en los cuentos, que no pretenden más que entretener, no hay que buscar una verdad.
Explicaciones semejantes, que pueden servir para los cachorros, no son explicaciones. Aun en unos cuentos tan simples hay que buscar la verdad.
5) El coloquio de los perros /// Miguel de Cervantes /// Novela
Cipión. —Pero, sea lo que fuere, nosotros hablamos, sea portento o no; que lo que el cielo tiene ordenado que suceda, no hay diligencia ni sabiduría humana que lo pueda prevenir; y así, no hay para qué ponernos a disputar nosotros cómo o por qué hablamos; mejor será que este buen día, o buena noche, la metamos en nuestra casa; y, pues la tenemos tan buena en estas esteras y no sabemos cuánto durará esta nuestra ventura, sepamos aprovecharnos della y hablemos toda esta noche, sin dar lugar al sueño que nos impida este gusto, de mí por largos tiempos deseado.
Berganza. —Y aun de mí, que desde que tuve fuerzas para roer un hueso tuve deseo de hablar, para decir cosas que depositaba en la memoria; y allí, de antiguas y muchas, o se enmohecían o se me olvidaban. Empero, ahora, que tan sin pensarlo me veo enriquecido deste divino don de la habla, pienso gozarle y aprovecharme dél lo más que pudiere, dándome priesa a decir todo aquello que se me acordare, aunque sea atropellada y confusamente, porque no sé cuándo me volverán a pedir este bien, que por prestado tengo.