Han transcurrido cuatro meses de intriga desde aquel sorpresivo 13 de marzo, día en el que Venezuela se detuvo por un decreto presidencial de emergencia que imponía una cuarentena indefinida como respuesta a la propagación de un virus al que los venezolanos nos creíamos inmunes meses antes, mientras se expandía por Asia, Europa y Norteamérica.
Para muchos, el período de confinamiento se ha convertido en una dura prueba por superar; para otros, acostumbrados a una vida sedentaria, no les ha afectado para nada sus rutinas; pero lo que sí es un hecho son las consecuencias devastadoras que han dejado saldos irrecuperables en la industria del entretenimiento, específicamente en el área de la música y los shows en vivo a nivel global.
El pulso para retomar actividades en un proceso de transición hacia una “nueva normalidad” ha variado según la curva de contagio de cada país y el saldo que dejaron los picos más altos de esta crisis sanitaria ocasionada por la Covid-19 los meses anteriores. Países de Europa como Italia y España fueron los primeros en alcanzar cifras alarmantes de contagio, después de China, pero también de los primeros en aplanar la curva después de pérdidas humanas fatales y una notable recesión en la economía.
Gradualmente algunos países comienzan a abordar una nueva fase en la que se flexibilizan las medidas de distanciamiento social, insertando semanalmente actividades reguladas, según reglamentos de las instituciones oficiales. En el caso de España, por ejemplo, la consejería de sanidad de Castilla-La Mancha implementó una serie de normas para transitar la “nueva normalidad” en la que destacan las medidas preventivas para los espectáculos en vivo: “Podrán desarrollar su actividad siempre que el público permanezca sentado y que no se supere el 75 por ciento del aforo permitido, con un límite máximo de 300 personas para lugares cerrados y 1.000 personas para actividades al aire libre”.
Asimismo, múltiples promotores de shows en vivo experimentan semanalmente mediante el ensayo y error nuevas formas de recuperar circuitos de la música detenidos por la pandemia. En Zurich fueron aisladas 300 personas en cuarentena por diez días, luego de descubrir un contagiado en la reapertura de un club nocturno. Las autoridades rastrearon sus últimos contactos cercanos y dieron con la lista de los asistentes del evento, entre los cuales dieron positivo cinco personas más. Algo similar ocurrió en Corea del Sur al momento de reabrir bares y clubes con un nuevo brote, experiencias que a ningún país le gustaría replicar.
Mientras el legendario club de música electrónica en Ibiza Pacha permanece cerrado, así como muchos otros de las islas Baleares, en las principales ciudades de España desde el mes pasado hay una tímida y lenta reapertura de algunos locales nocturnos con medidas estrictas de higiene y limitaciones en el aforo.
Por su parte, la torre Eiffel en París, uno de los monumentos más visitados del mundo, este verano convertirá su primer piso en venue para recibir deejays de chilloutmusic, con un cover que está incluido en el valor de la entrada de acceso a la torre. Llama la atención que no se menciona en la divulgación del evento ningún tipo de medida extraordinaria de higiene o distanciamiento durante el show, dando por sentado una relativa normalidad. En Inglaterra, el 6 de julio reabrieron todos los bares con una respuesta desmesurada en el consumo de alcohol y los desastres ocasionados en la vía pública por los borrachos.
El caso latinoamericano está lleno de complejidades con relación a la “nueva normalidad”. Cada Gobierno va atendiendo la emergencia sanitaria con aciertos, desaciertos y decisiones que se ajustan según los recursos de cada nación. En toda la región se contabilizaron hasta el 7 de julio 2.953.954 casos de Covid-19. El caso de Brasil, por ejemplo, es el más alarmante debido a la postura de un Gobierno federal que ha subestimado por completo la emergencia mundial, al dejar al ciudadano común que decida su destino ante la pandemia y hasta burlándose de quien toma medidas adecuadas. En un país de más de 200 millones de habitantes, que supera los 1.840.000 infectados y con más de 70.000 muertes por el virus, la mitad de la población sigue sus actividades y muchos locales nocturnos abren sin ningún tipo de medidas de higiene ni obligatoriedad en el uso de tapabocas, exponiendo a su público al contagio por Covid-19.
Corta el bonche
“Corta el bonche mi negrita/ no más rumba en el solar”, dice el coro de una salsa de Tito Puente y Santos Colón de 1966, interpretada magistralmente diez años después por el Grupo Experimental Nuevayorkino. El fin de semana previo al 24 de junio, fecha memorable de las tradiciones afrovenezolanas, el Gobierno local cortó el bonche, luego de haber sido promotor tres semanas antes de una flexibilización que alternaba una semana de cuarentena con una de “nueva normalidad vigilada”.
Durante esta efímera “nueva normalidad” en el país, la euforia de los venezolanos fue indetenible tras saborear la libertad por unos cuantos días. Aumentaron de forma considerable las ventas y el consumo de alcohol. En el oeste de la ciudad, en algunos casos de manera clandestina sorteando las alcabalas y control de las fuerzas policiales; mientras que en el este de la ciudad los bodegones vendían libremente licores de todas partes del mundo y la gente caminaba en las calles con sus bolsas como quien transita una escala en un aeropuerto internacional luego de pasar por el Dutty Free. En lo particular, viví una experiencia insólita al entrar a una licorería del municipio Chacao y ser despachado amablemente por dos funcionarios de la policía que llevaron mis cervezas hasta la caja registradora.
Las fiestas familiares y entre vecinos comenzaron a multiplicarse por la ciudad durante estas tres semanas, fui testigo de delirios etílicos que duraron más de tres días consecutivos. Se comenzaban a sentir efímeras esperanzas de reactivar la vida nocturna, con algunas experiencias aisladas en la clandestinidad. Previo a la celebración del día del padre –el 21 de junio–, se comenzó a sentir una zozobra en las alocuciones oficiales del Gobierno, las cifras de contagio aumentaban y la curva ascendía progresivamente. Ese fin de semana el Estado venezolano implementa una cuarentena radical, retrocediendo al principio y reculando el reciente decreto de una “nueva normalidad vigilada”, sin atajar a tiempo el reto que deberían superar la semana siguiente: los repiques de los tambores de San Juan. Más de 250 años de tradición afrovenezolana, resistencia cimarrona y Caribe, ¿quién los detiene?
“El tapa boca/ el tapa boca/ el tapaboca…”, fue uno de los coros resultado del ingenio de los asistentes al repique de Naiguatá, ante el frenesí del festejo que fue dispersado luego de varias horas del primer toque de tambor por la policía del estado Vargas. Igualmente se celebró el día de San Juan Bautista en la parroquia Caruao y otras comunidades de la costa central del país. En Curiepe, durante el festejo sí se respetaron las normas de distanciamiento, por lo que la celebración se limitó a la misa, dejando este año de lado aquel repique multitudinario de una era prepandemia. En Caracas, la parroquia San Agustín también celebró tímidamente la fecha en un horario vespertino, pero con su repique respectivo. Los fotógrafos aliados de esta revista digital (Cacri fotos) lograron un registro que se puede revisar en su cuenta de Instagram.
La nueva normalidad es virtual
En una entrega anterior intitulada La industria musical da positivo para Covid-19, hice un diagnóstico de las pérdidas y el panorama desolador del ecosistema musical como consecuencia de la pandemia. Si bien es cierto que miles de promotores a nivel mundial cargan con el peso de importantes pérdidas financieras que se traducen en costos de producción no reembolsable, como tarifas de avión, hoteles, feeds de bandas y otros gastos que difícilmente sean recuperables, por otro lado el mundo del espectáculo no puede detenerse en el muro de los lamentos y debe seguir adelante para reformular la industria mientras continúe esta emergencia sanitaria.
El streaming, meses después, sigue siendo la opción más real y segura a nivel global, que ya comienza a hacerse costumbre cotidiana para el entretenimiento y el teletrabajo. Las grandes corporaciones y plataformas que ofertan estos servicios encuentran una oportunidad para crecer capitalizando cada click que se genera en un computador o cualquier otro dispositivo digital en todo el planeta.
Las acciones de Spotify en Wall Street van en constante ascenso desde hace semanas, compañía que acaba de firmar un acuerdo exclusivo con el comediante Joe Rogan por 100 millones de dólares, apostando a los podcast de audio como un formato de entretenimiento entre los platos fuertes de la plataforma. Ya algunas casas discográficas se unen a esta nueva modalidad de interacción, en la que los artistas generen un enganche afectivo con sus fans, hablando de sus experiencias personales y procesos creativos para la música; grandes compañías como Sony Music y Atlantic records están creando departamentos de podcasting. YouTube, por su parte, ha lanzado un nuevo panel de datos llamado Analytics for Artists que permite a los artistas monitorizar su audiencia, alcance global y rendimiento en todo el ecosistema de YouTube en tiempo real.
El equipo de la compañía de análisis de datos Media Research recientemente realizó un estudio sobre cómo ha cambiado el comportamiento de los usuarios en relación al consumo de música. La empresa sostiene que puede haber una notable disminución relacionada con el tiempo invertido por las personas para trasladarse al trabajo, que generalmente se realiza escuchando radio o música desde sus teléfonos celulares o automóviles. Este tiempo recuperado en casa muchas veces es remplazado por otra actividad que no necesariamente esté relacionada con la música. Sin embargo, la compañía de análisis de datos a través de sus encuestas sostiene que YouTube está a la cabeza en el consumo de música y contenido, el usuario al encontrarse confinado en casa prefiere sustituir el teléfono celular y otros dispositivos portátiles por una pantalla grande.
En su estudio, Media Research desglosa la industria en cinco subindustrias señalando su caída los últimos seis meses de la siguiente manera: Música en vivo -75%, merchandising -54%, patrocinio -30%, publicaciones (videoclips, shows en vivo retransmitidos, música física) -3,6% y música grabada +2,5%. Esta última es la única subindustria que no refleja una caída, la razón es el incremento de subscripciones en las plataformas de streaming los meses del confinamiento, situación que se puede revertir fácilmente el próximo semestre como consecuencia de la recesión económica y la pérdida de empleos que va a generar una reducción de gastos en las generaciones que consumen música vía streaming. Por otro lado, para la industria el merchandising puede convertirse en un buen nicho para que las bandas capitalicen durante este período de confinamiento. Está el caso particular de la agrupación inglesa OMD que estrenó el video de un concierto en vivo junto a una nueva línea de merchandising (franelas y accesorios), que generó casi 2.000 pedidos y 75.000 euros durante los días cercanos a la transmisión. La “nueva normalidad” en la mayoría de los países sigue siendo una utopía. El futuro de la industria musical es incierto. Por los momentos no hay fechas exactas para el regreso de los shows en vivo y los conciertos virtuales son la mejor, más segura y realista opción. Promotores y bandas comienzan a reinventarse en esta área para diferenciarse del resto que en un principio saturaron las redes con livestreamings sin nada de producción estética, la mayoría consistían en una cámara fija, característica que convertía a cada propuesta en un lugar común, déjà vu que se repetía infinitamente. Ahora muchas bandas están alquilando clubs para ofrecer mejores experiencias para sus usuarios, con show de luces y varios tiros de cámaras. Un legendario club de música electrónica en Manchester ha sido recreado en realidad virtual para asistir y encontrarte con amigos en los eventos agendados. Algo parecido hizo la banda Massive Attak meses atrás, al principio del confinamiento. Así es el presente y el futuro que nos corresponde como especie, nuestra única opción y la menos dolorosa es mirar hacia adelante sin detenernos en nostalgias.