Durante los trece años que trabajé como fotoperiodista en Venezuela fui capaz de hacer un puñado de fotografías que puedo destacar del resto sin sonrojarme demasiado. Una de esas fotografías regresa cada 28 de julio con el empeño de un satélite que mantiene su órbita alrededor de mi vida. Se trata de una fotografía de Hugo Chávez y una niña a espaldas de una formación de militares. Fue hecha una tarde de junio de 2006 durante un acto de ascensos realizado en el patio de la Academia Militar en Fuerte Tiuna. De eso hace ya catorce años.
Desde entonces ha pasado mucha agua bajo ese puente y no siempre apaciblemente. Durante los últimos cinco años he trabajado en la puerta de una conocida discoteca de Barcelona y no pocas veces me he preguntado si no habré soñado mi vida como fotoperiodista, allende los mares, en mi perdida Venezuela. Este es el pensamiento de un melancólico, por supuesto. Aquí está esta fotografía para atestiguar lo contrario. De lo que sí estoy seguro, lo estuve desde el momento que apreté el obturador, es que esta es una fotografía fallida.
Fue el acto de ascenso en el que el general Raúl Isaías Baduel recibió los tres soles. Uno de esos plantones largos y fastidiosos que todo fotógrafo de prensa rehúye. Los fotógrafos de las agencias internacionales habían hecho acto de presencia solo para hacer una foto y se retorcían nerviosos a la espera del momento. Una vez que Hugo Chávez colocó con un golpe seco sobre los hombros de Baduel las charreteras con los tres soles, recogieron sus macundales y se esfumaron como un soplo en el aire. Fotógrafos de periódicos nacionales no vi o no recuerdo que estuvieran o también dejaron el pelero una vez hecha la foto de marras. A mí me tocó quedarme, puesto que el periodista con el que trabajaba pretendía cubrir el acto en su totalidad. Hice una profunda inspiración y me preparé para aburrirme un buen par de horas.
Pero ocurrió el milagro. Los astros se alinearon. Dios aprieta, pero no ahorca. No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. A caballo regalado no se le mira el colmillo. A este pobre mortal aburrido y refunfuñante se le arregló la tarde. Me declaro ignorante en lo que se refiere a grados militares. No tengo la menor idea de a quién coño estaban ascendiendo cuando vi a esta niña correr hacia su padre que esperaba por su ascenso junto a otros militares en una impecable línea de color caqui.
Supe de inmediato que iba a conseguir la foto que haría que valiera la pena tanta esperadera, tanto hurgarse la nariz, tanto pensamiento dedicado a las musarañas. Y además estaba solo. Los fotógrafos que continuaban foto y foto, como si el mundo se fuese a acabar esa misma tarde, pertenecían a ministerios de esto y aquello y estaban tan centrados en Chávez que no se percataron de la presencia de la niña. Tenía una exclusiva en puertas.
Así que Chávez avanzaba por un lado y la niña por el otro sin verse y con rumbo de colisión. Separados por la inconmovible formación militar se dirigían al punto del mapa marcado con una X en el que me esperaba el tesoro. Porque yo sabía que Chávez iba a romper el protocolo. Así que solo restaba decidir qué iba a ocurrir: ¿Se asomaría la niña entre los recién planchados uniformes militares o lo haría Chávez?
Aposté por la niña. Después de todo, esa es una edad en que se suelen tomar con desparpajo las ceremonias que los adultos nos tomamos con aburrida solemnidad. Pero no tomé en cuenta dos factores que ahora me parecen evidentes. El primero es que se me da fatal apostar. Y el segundo es que para niño, Chávez. Así que en el tiempo que tardé en dar dos pasos a mi derecha para colocarme en ángulo de tiro, me perdí la gran foto o, tal vez, hasta dos grandes fotos, qué más da.
La verdad es que ese instante capta a Chávez de retirada, tal vez ofreciendo unas últimas palabras que la niña escucha con expresión concentrada y emoción contenida. No me quejo, no denigro de mi foto, pero se queda clavada esa molesta espinita que desde entonces me interpela: qué habría pasado si…
qué buena y qué bien contada historia…….
Impresionante historia, hacia tiempo que no disfrutaba tanto una lectura y una foto
Hermosa y útil crónica.