Nuestro consejo editorial opera a través de un chat. Somos cinco personas y las conversaciones por lo común empiezan con un: “Hola, muchachas”. Luego, en nuestros debates, llamados informativos, cadenas de chismes, reflexiones, discusiones, ditirambos y demás secuencias dialógicas, los vocativos y pronombres plurales que nos involucran siempre aparecen en femenino: chicas, lectoras, editoras, nosotras, etcétera.
Cualquiera que se asomara a ese espacio y omitiera los nombres propios pensaría que está conformado exclusivamente por mujeres, y es lógico, desde primaria nos enseñaron que para hacer alusión a un grupo de gentes debe usarse el masculino genérico. Aún y cuando una multitud esté compuesta por noventa mujeres y un hombre, se diría “todos”, y no “todas”, según las normas de nuestra lengua. El asunto es que el consejo editorial de esta revista lo integran cuatro pares de cromosomas XY y un par de cromosomas XX, o cuatro tipos y una jeva, o cuatro papis y una mami, o cuatro dicks y una pussy, como usted prefiera.
En principio, recurrimos a otras formas que intentan ser inclusivas: la equis (x), la arroba (@), la e. Con ninguna nos sentimos cómodas, porque tratándose de un chat se hacía difícil mantener la concordancia y la lectura se nos hacía carrasposa. Concedemos que cada una de esas propuestas tiene a su favor la fuerza disruptiva, y las respetamos todas. No obstante, cuando aplicamos esta opción nos deslizamos por los diversos discursos como pecesitas en el agua. Rápidamente nos acostumbramos, porque no modifica la estructura lingüística del español, no exige mayor esfuerzo a lectoras ni a hablantes.
Por otro lado, pensamos, si durante siglos la gramática ha ocultado la presencia de los diversos géneros a través de lo que la Real Academia Española ha dado en llamar “masculino inclusivo”, pues hallamos un mínimo de justicia en voltear la fórmula y valernos del “femenino inclusivo” mientras como sociedad llegamos a una solución para este significativo berenjenal. Vale decir que no es un invento nuestro, es una de las múltiples alternativas que existen y estamos conscientes de que no escapa de la casilla del binarismo; no obstante, es el paso que decidimos dar.
Las polémicas y discusiones políticas en torno a los asuntos de género nos importan, pero además nos inquieren, nos interpelan. Tenemos consciencia de que nos interesa contribuir en la pulverización de unos sentidos y en la producción de otros más equitativos, igualitarios y críticos, de modo que si nuestras prácticas cotidianas se divorciaran de esa demanda ética, sería una total “hipotenusa”.
Estimadas lectoras, este editorial es nuestra manera de salir de los linderos de un chat e informar felices que, aunque nuestras autoras mantendrán sus tratamientos de género, a partir de este momento los textos firmados por el equipo editorial de la revista MenteKupa estarán mediados por el uso del “femenino inclusivo”.