En abril de 2021, el equipo de MenteKupa comenzó una serie de entrevistas a creadoras y creadores venezolanos, con el propósito de ofrecer una mirada del campo editorial de nuestro país. Con el objetivo de continuar este diálogo, hemos querido incluir la mirada fuera de nuestras fronteras, incluyendo a creadores y creadoras del resto de América Latina.
En esta oportunidad, conversamos con Gaby Sambuccetti, escritora argentina radicada en Reino Unido, quien lleva las riendas de La Ninfa Eco, una organización que reúne a escritoras y escritores de todo el mundo y que desde su nacimiento, ha producido espacios importantes de diálogo a través de distintas iniciativas que giran en torno a la literatura.
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El encuentro con los libros, el contacto con el primer libro que leemos, es una experiencia que nos marca, al punto de convertirse en uno de los recuerdos que más atesoramos. ¿Cómo fue tu primer acercamiento al libro y la lectura?
Mi primer encuentro con los libros fue bizarro, aunque no tengo imágenes tan claras de esos acercamientos. Me contaron que antes de aprender a leer, cada vez que estaba enojada, me hacía la que leía cualquier libro que tuviera cerca para ignorar a los demás… Al menos, ahora, en la actualidad, mejoré la actuación mínimamente (risas). Un poco después, me contaron que me aburría o me perdía en mi mundo durante las clases de primer grado de la escuela primaria cuando me estaban enseñando a leer. Aparentemente, me memorizaba lo que leían mis compañeros para después repetirlo cuando era mi turno. Las profesoras pensaban que leía más rápido que los demás, pero un día una profesora me descubrió cuando intentó que lea una página que nadie antes había leído, y todo fue todo un gran escándalo escolar. Finalmente tuve que tomar clases extras para aprender lo que no había aprendido ¿o para hacer trampa de mejor manera? Así y todo, en los años que siguieron, también tuve una relación medio tensa con la materia o con sus docentes, que muchas veces no amaban la literatura. Y yo era muy sensible a esas cosas, lo percibía y los terminaba rechazando porque, en el fondo, me gustaba mucho leer y escribir, como también otras artes e idiomas.
En fin, fue un comienzo con resistencia, con vueltas, pero también con encuentros, descubrimientos y amor por esto. No fue la historia romántica de la biblioteca gigante de un familiar y un ventanal. La mía fue una historia más pasional que romántica, más bizarra que reverente (risas).
¿Cuándo tomaste consciencia de que además de ser lector podías hacer libros y organizar actividades literarias?, ¿cómo cambió eso tu relación con el libro en tanto objeto?
Tuve la suerte de estar en contacto con distintas artes cuando era niña, y es ese mismo universo multidisciplinario el que hace que me resulte difícil dar con la respuesta justa a esta pregunta. Mis hermanos eran más grandes que yo y participaban de distintas disciplinas artísticas, entonces por línea progresiva empecé a tocar el piano, escribir, pintar, actuar y tocar instrumentos desde muy temprana edad, sobre todo por influencia de ellos. Fui al conservatorio de piano cuando todavía estaba aprendiendo a leer. Aprendí a leer partituras en simultáneo. Fue una idea de mi hermana que era una pianista muy dedicada y talentosa que empiece a ir al conservatorio con ella. También me hacía ver películas de pianistas. Mi hermano me hacía ver películas de bandas de rock. ¿Se imaginan el conflicto que tenía mi mente de niña viendo las películas de Beethoven seguidas de las películas de The Doors u otras bandas parecidas? (risas) Con mi hermana nos sentábamos y ella me enseñaba a tocar canciones en el piano. Ella tenía 12 (el doble de mi edad) e íbamos juntas a aprender, aunque ella era más constante y exitosa con el piano. Mi profesora, que era muy estricta, me dejaba sola dibujando redondas en una sala porque a mí no me salía la forma almendrada en las partituras. A veces no tuve la consistencia de seguir por mucho tiempo en las mismas disciplinas, pero ahora que pasó el tiempo puedo ver con claridad que sí fui persistente en nunca dejar las artes hasta ahora. Después, mi hermano también estuvo durante años ensenándome a tocar la batería, el bajo y otros instrumentos. Mi hermano, para mí, es uno de los mejores músicos de Argentina. Volviendo a la pregunta, lo bueno de eso es que todas las disciplinas artísticas tienen puntos en los que se chocan, y muchas veces pasa lo mismo en relación a la gestión de las mismas. Organizar un recital de música no es tan distinto a organizar un festival poético. Entonces hay puntos en mi historia en los que esas actividades se cruzan. Pero tenía alrededor de 15 cuando empecé a organizar actividades artísticas que involucraban grupos. Desde ese entonces, hasta aquí, casi siempre estuve creando grupos y actividades artísticas grupales o participando de las mismas. Fue a esa misma edad que empecé a escribir mi primer libro con la intención de publicarlo, y lo publiqué unos años después. Tenía ese fetiche del libro como objeto que tienen muchos escritores, pero a la vez, me tomaba el peso del libro con cierta liviandad. Y por eso muchos adolescentes o niños son buenos en las artes porque logran romper con esa rigidez y miedo de la adultez.
¿Qué aspecto destacarías de ese primer acercamiento?
Después de publicar el primer libro no hay vuelta atrás. Se sigue hacia adelante o no se sigue, pero uno no puede volver al principio. Destacaría que el mundo editorial te toma del brazo y te ofrece una estructura, seguir cierto camino. Te marca algo, te da seguridad y te saca del caos. Los editores y lectores nos forman como escritores y como personas, como también la academia nos forma. Y yo tuve mucha suerte porque me crucé con personas excepcionalmente talentosas en mi vida.
¿Esa experiencia cómo determinó el tránsito de tu perspectiva de lectora a la escritora y gestora cultural que eres hoy?
Cuando uno hace ciertas cosas se abren universos que antes no estaban allí, y ya no se pueden ver las cosas desde el mismo ángulo. No es lo mismo ir al supermercado y comprar unos croissants que hacerlas uno mismo. Cuando uno cocina toma conciencia de lo que está comiendo. Cuando uno publica toma consciencia de lo que está comprando. Y con la gestión pasa algo similar, cuando uno conoce a los escritores, entiende otros universos que no están en el libro en sí. También me gustaría aclarar que no soy gestora cultural, aunque me haya dedicado a la gestión y aunque me digan todo el tiempo de esa forma, porque no estudié la carrera de gestión cultural como otras personas. Pero creo que con la gestión está muy difícil diferenciar a quienes se dedicaron de quienes estudiaron utilizando distintos términos.
¿Cómo inició tu relación profesional con la gestión cultural?
Sinceramente, no lo sé, podría ser desde el inicio.
Además de ser escritora y gestora cultural, cuentas con formación en literatura y con experiencia como docente?. Además de lo evidente ¿Qué aportó tu experiencia como escritora y gestora cultural a tu educación universitaria y viceversa?
La experiencia universitaria me da una estructura, me ordena y me disciplina, y eso es fundamental cuando escribo. Y escribir me libera de esa misma estructura y disciplina, y me reconecta con otros elementos claves de mí misma. Cuando estudiamos, a veces sentimos que no existimos, que somos una especie de recipiente o container de muchos saberes. Cuando escribimos, todo sale desde nuestro propio eje. Pienso que lo mejor es la mezcla de ambas.
Háblanos un poco sobre La Ninfa Eco, ese proyecto que reúnes escritoras y escritores de todo el mundo ¿Cómo se mantiene el proyecto en términos económicos?, ¿es autosostenible?
Hay maneras de hacerlo sostenible, pero en este momento es voluntario porque no nos convencen esas maneras.
¿Tienes alguna faceta que haya cobrado presencia en los últimos años y que no se asocie directamente con la edición, la gestión cultural y la literatura? ¿Qué aporta ese ejercicio a tu visión como creadora?
Me gusta la psicología y la sociología. Me gusta la dimensión social de esas carreras que se diferencia de la burbuja que se puede volver el mundo literario. Aunque no las estudié, me mantuve leyendo libros de esas disciplinas, y muchas veces trato de analizar la literatura y el mundo literario desde sus perspectivas.
¿Cómo percibes los cambios de formato en lo que entendemos actualmente como libro?
Me gustan porque crearon posibilidades que antes no existían, como leer un libro publicado en países muy lejanos haciendo un clic solamente o como abrir un mundo de posibilidades en el mercado enorme de self-publishing/autopublicación que revolucionó el mundo editorial.
¿Qué recomendarías a escritoras y gestoras culturales que apenas comienzan su trayectoria?
Les recomendaría que amen la labor literaria porque es el único motor para sostenerse en el tiempo.
Santa Marta, Oxford, mayo de 2022.
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