Gabriel Jiménez Emán es uno de los escritores venezolanos más destacados de su generación, Premio Nacional de Literatura y colaborador habitual de nuestra casa.
Recientemente se han publicado cinco libros suyos, entre novedades y reediciones, que se suman a su vasta bibliografía y que encontrarás para descargar a lo largo de esta entrevista especial para MenteKupa.
No solo conversamos con él sobre estas nuevas publicaciones, sino también aprovechamos el encuentro para hacerle otras preguntas de interés, ¿y cómo no hacerlo? No todos los días tenemos la oportunidad de compartir con este grande e incansable representante de nuestra literatura.
Miguel Antonio Guevara
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Gabriel, eres un trabajador incansable y además un polígrafo, no hay género que aún no hayas cultivado. Cuéntanos, ¿a qué se debe esa necesidad expresiva?
Quizá uno de los aspectos más apasionantes de la literatura sea el de su diversidad expresiva, cómo la palabra puede adquirir varias formas para conectarse con los seres humanos; a la vez observar cómo esas formas expresivas se han venido configurando en la historia y cómo en cada tradición adquieren un desarrollo diferente, plural. Por ejemplo, los mitos se conectan con la narrativa, con el relato, pues se conforman con personajes; mientras la poesía lo hace con el canto, con la música, con la lira, de donde provienen la subjetividad y el sentir asociados a la idea de canto y de poesía. En cambio, los cuentos nos narran desde mitologías que emplean personajes e historias, se pasean por acontecimientos grandes y pequeños. Por su parte, el teatro es más ritual, las puestas en escena están asociadas a la ritualidad y a la representación directa o simbólica, al diálogo, y eso es algo distinto. Mientras, los sucesos grandiosos que dieron origen a las guerras y a las epopeyas están asociados a la historia, hay otra cosa ligada a la celebración, al regocijo, y entonces los seres humanos nos propusimos por otro lado compilar todas esas historias para preservar su memoria. Todas son formas de comunicación distintas, pero cada una posee un encanto diferente. Vale la pena entonces incursionar en todas ellas, porque todas son apasionantes, yo he caído bajo el hechizo de todas, pero no he abordado aún el teatro. Te aseguro que algún día lo intentaré. También las compilaciones y antologías tienen su encanto, aunque son las obras más ingratas, pues casi nunca nadie las agradece, no están nunca completamente conformes con ellas quienes las integran, porque tienen algún defecto o una omisión.
Cinco nuevos títulos de tu autoría están circulando estos días entre inéditos y reediciones, ¿podrías hablarnos un poco al respecto?
Sí, estos libros fueron publicados por editoriales independientes, y creo que era oportuno presentarlos todos de una vez, para agradecer a los amigos que los editaron y estos tuvieran cierto efecto de impacto. Mi primer libro publicado, Los dientes de Raquel salió por primera vez hace cuarenta y siete años, y entonces Armando José Sequera, que es uno de nuestros primeros narradores y editores, quiso hacerle un homenaje, un reconocimiento y le escribió un prólogo muy cariñoso e hizo una edición muy bonita, y eso se lo agradezco yo a Armando. Mientras que Ennio Tucci, en Mérida, lanzó mi reciente ficción narrativa, Wald, un relato protagonizado por un personaje que sufre cada día una transformación en su cuerpo y en su identidad. Sentí una necesidad casi compulsiva de escribir este relato para sacar de mi interior una serie de latencias, y para expresar algunas paradojas del ser humano contemporáneo, del habitante de las grandes ciudades, el ser que vive en medio de agitaciones, el individuo posmoderno. Pero no pudiera decirte mucho más. No sé si lo logré, en todo caso yo no soy el más indicado para glosar este libro, prefiero dejárselo a otros, a los lectores, a los críticos, en todo caso funciona como un homenaje a Franz Kafka. Yo mismo publiqué en mi editorial Fábula otro libro sobre el escritor checo, El laberinto ensimismado de Franz Kafka, y por otro lado un editor de La Guaira, Mariano Rosas, a quien agradezco su gesto de amabilidad, publicó en una edición muy cuidada mi poema Hominem 2100, con un diseño de portada hermosísimo y un poema-prólogo de Luis Alberto Crespo, un texto de Crespo que es muy gracioso, pues entra en el juego de afinidad telúrica que tengo con este notable escritor larense, quien es como un hermano mayor mío, pues su padre y el mío fueron amigos en Carora, como hermanos, Antonio Crespo Meléndez y Elisio Jiménez Sierra compartieron proyectos intelectuales y literarios en esa querida tierra caroreña de donde es originario Luis Alberto; y eso también ha sido muy hermoso, que nos encontremos en la poesía después de tantos años a través del recuerdo de nuestros padres y de ese paisaje del estado Lara, que me ha nutrido tanto.
Luego, esta también el libro que se me edita por la Asociación Briceño Guerrero en París, donde reside la hija del maestro Briceño Guerrero, Cristina Briceño Fustec, que es una mujer muy activa y creativa y lleva una página web; hace un trabajo cultural extraordinario en coordinación con José Gregorio Vásquez, poeta y editor merideño muy exigente y cálido; él es un poeta notable y un estudioso de la literatura, profesor de la ULA y un estupendo diseñador y editor en La Castalia, que le ha puesto mucho empeño a esta edición, a mi ensayo La utopía del logos. La filosofía moderna a contracorriente. Briceño Guerrero fue mi profesor en la Universidad y uno de mis guías. Yo creo que él es el uno de los más grandes filósofos que tiene nuestro país, de eso estoy seguro. Tengo varios trabajos sobre él y entrevistas, y en el libro le he dedicado una nota, por supuesto.
Háblanos un poco sobre La utopía del logos, esa incursión en la filosofía… tengo entendido que te “acercas a la filosofía como si fuera literatura”, cuéntanos un poco sobre esa experiencia de lectura y escritura y del pensamiento desde luego…
Un día estaba yo en mi estudio; me quedé contemplando los libros de filosofía que había allí y vi que eran muchos, ediciones de bolsillo que he leído toda mi vida, libros viejos, ajados, amarillentos, la mayoría. Cuántas ideas distintas, me dije, dispares, hay en ellos ideas geniales, brillantes, asombrosas, ¿de qué me han servido?, me pregunté. Los he leído todos. ¿Qué aprendí de ellos? Yo no había escrito casi nada sobre ellos. ¿Por qué nunca lo había hecho? Había sido ingrato con la filosofía, entonces. En verdad, yo los había leído más como obras literarias, artísticas, que como obras de pensamiento. Los había leído como si fueran narradores, dramaturgos o poetas, buscando más bien en ellos valores literarios o estéticos, pues ahí donde vive la belleza hay filosofía, pienso yo, más que buscar valores filosóficos o morales que vienen por añadidura durante la lectura. Algunos de ellos tenían ideas brillantes, pero sus maneras de escribir no me convencían, no me gustaban. Entonces yo leía a los filósofos como a literatos, y eso podía ser un gran error. Pero no, al volverlos a leer reforcé la idea de que eran artistas, como son los casos de Nietzsche, Schopenhauer, Kierkegaard, Lichtenberg, Goethe, Camus, que son algunos de los mejores escritores de la filosofía, a mi entender. El caso de Goethe es único, un filósofo-poeta en una sola personalidad, como no ha habido ningún otro. Después están los filósofos que vienen de las ciencias, que también son enormes escritores como Pascal, Leibniz, Swedenborg, este último un filósofo que viaja a otros planetas como si estuviera escribiendo ciencia ficción; está Bertrand Russell, que también viene de las ciencias y aterriza como defensor de la paz; está Einstein, que es como un poeta de la física; y están los trascendentalitas estadounidenses como Emerson y Thoreau que son esencialmente unos poetas y ellos mismos no lo saben, e influenciaron mucho a Walt Whitman. Está Pascal, por ejemplo, es un científico que anota en un cuaderno sus pensamientos para desarrollarlos después, pero no lo hace, y se quedan ahí mucho tiempo sin ser ampliados y no necesitaron de más desarrollo, porque Pascal era fundamentalmente un gran escritor. Lo mismo Lichtenberg, que es un genio con las palabras, de los juegos con el lenguaje y el humor, de la imaginación crítica, es uno de los que más me gustan. Me hubiera gustado algún día conocer a Lichtenberg y viajar en el tiempo hasta descender en su pequeña casa en Gotinga y hablar con él, de tanto que le admiro.
También están los filósofos metódicos como Kant, Hegel, Marx, Descartes y tantos otros, que son escritores fríos, sistemáticos, mentes organizadas, bien plantadas, mentes frías para observar los fenómenos, pero que también tienen estilos literarios interesantes. Marx, por ejemplo, tiene un estilo literario con un toque circular, envolvente, un ritmo preciso, pero al mismo tiempo irónico y paradójico, muy sutil, y puede resultar a veces muy gracioso, porque tú sabes que Marx como persona no es solo ese viejo barbudo y ceñudo que nos mira muy seriamente, sino que era un hombre divertido, sonriente, que le gustaba echar bromas y jugar con sus nietos, era un hombre muy cariñoso, ahí están sus cartas de amor a Jenny. Está también Heidegger, que es un inmenso escritor, un narrador brillante, cuando lo leo siento que es como un novelista de las ideas; y está Nietzsche, que es el mejor de todos, un irónico brillante, un poeta lúcido e intrigante, el primer crítico implacable de la modernidad, que lo envuelve a uno con su manera de escribir, un genio.
Están también los filósofos de la religión como Llul, Erasmo, Moro, Lutero, pero sobre todo los filósofos que intentaron buscar ambas cosas: la sabiduría clásica y la sabiduría bíblica a la vez, que buscan el éxtasis y el conocimiento en Dios como San Agustín, San Anselmo y San Jerónimo, donde también hay una alta dosis de literatura, de cultura clásica antigua y de creación que es lo que realmente nos atrae de ellos, su forma de expresarse. Fíjate tú el caso de Jesús, por ejemplo, que es un filósofo que no escribe, es un filósofo oral como Sócrates, pero es un filósofo que maneja una poética verbal muy poderosa porque es un filósofo del mito del origen, y por eso parece que todo lo inventa en el momento, pero no, Jesús es un hombre sumamente culto e inteligente, cuando se desaparecía del mapa y nadie sabía dónde estaba, estaba estudiando durante meses enteros. Y es de una inteligencia tan sorprendente que basa su inteligencia en la humildad y la simplicidad, y por eso tuvo tanto éxito, porque la filosofía de su tiempo estuvo fundada en la arrogancia, en la crueldad y en la muerte, y él se enfrentó con mucho coraje a todo eso con palabras sencillas y profundas; transmitió su poderosa palabra que podía ser recordada y forjó su imagen de profeta y sacrificó su vida hasta el extremo de dejarse clavar en una cruz, un profeta de la redención. No era un asceta ni un ermitaño, y le gustaban mucho las mujeres. Era un hombre de gran corazón, quizá el ser humano que ha tenido el corazón más extraordinario de todos los filósofos, y tuvo muy buenos discípulos que formaron su iglesia y estudiosos que rescribieron los sesenta y seis libros de la Biblia, una obra muy compleja, una obra literaria muy amena y heterogénea. Por cierto, Miguel Antonio, yo siempre he creído que los verdaderos poetas son en verdad profetas, personas visionarias porque pueden ver más allá, anticiparse, ubicarse en perspectivas más amplias de observar el mundo, mientras que la mayoría de los políticos, por ejemplo, casi todos se ubican en un presente práctico bastante miserable, por cierto.
Bueno, siguiendo con el tema te decía que eso ocurre también en el siglo XX con los existencialistas, por ejemplo, donde Albert Camus se lleva el premio mayor, pues es a mi modo de ver el mejor escritor europeo de prosa filosófica de la segunda mitad del siglo XX, muy superior a Sartre. Y Unamuno en España, por ejemplo, que sigue siendo para mí el mejor escritor de filosofía de ese país con ideas muy bien planteadas y con mejor humor, gracia, detalles deliciosos, de donde uno siempre sale con un aprendizaje y una sonrisa de haber disfrutado. Es un caso único, Unamuno es de origen vasco, de formación alemana y escribe en castellano, y tampoco tiene pelos en la lengua. Bueno, y así seguimos, como te decía, hice una lectura a contracorriente, de aluvión, desordenada, sin cronología, y me divertí porque los filósofos se me aparecieron en toda su complejidad humana, más que unos seres conformados solamente por ideas.
Hominem 2100… muy acorde a estos tiempos apocalípticos, ¿de dónde vino ese súbito largo aliento que lo construye?
Esa obra la organicé de una manera musical, como un rapto, o mejor dicho para ser leída en medio de un arrebato musical, pero en verdad es una construcción deliberada, como casi todos los poemas extensos, que deben obedecer a un esquema. Me propuse una especie de rapsodia con un toque vanguardista, pues como tú sabes hay varios poemas, vanguardistas o no, extensos como el Altazor de Huidobro; la Muerte sin fin de Goroztiza; las Alturas de Macchu Picchu de Neruda; la Piedra de Sol de Octavio Paz; El corazón de Venezuela de Alí Lameda; El muro de Fernando Paz Castillo; poemas que requieren de una planificación, inspirados también en poemas como El cementerio marino de Paul Valery, que no son epopeyas sino poemas vitalistas, metafísicos, cósmicos, y en Venezuela hay antecedentes de poemas extensos en el romanticismo y en el clasicismo, como La Silva a la agricultura de la zona tórrida de Bello y La vuelta a la patria de Pérez Bonalde, que son de otras épocas y de otras tendencias. En cambio, un poema como Nombres propios de Víctor Valera Mora y otros poemas extensos del Chino Valera sí forman parte de esta vanguardia que te menciono. En mi poema Hominem 2100 hice como un montaje, un collage, un escenario desde donde Hominem observa y es observado viendo la destrucción del mundo, todo lo que hemos logrado como proyecto de humanidad, de sociedad. En este sentido puede resultar muy trágico, deprimente, triste, porque es un poema que habla de destrucción y no de una subjetividad del yo, únicamente.
Los dientes de Raquel es un libro tuyo muy querido por los lectores venezolanos ¿cómo se logró esa reedición?
Un buen día Armando José Sequera me propuso reeditarlo, ya que este libro no se había editado más desde hace tiempo, para ponerlo al alcance de los lectores de manera gratuita. Armando tiene una editorial con Bello Porras y otros amigos, Caravasar, donde hacen unos libros muy cuidados y distribuyen obras literarias de todos los países y tendencias del mundo. Creo que ellos están haciendo un trabajo muy valioso de difundir obras literarias sin ninguna retribución económica, lo hacen porque sí, para que la gente lea por medios digitales lo que quizá no puede conseguir por medios impresos, y es un esfuerzo muy positivo para divulgar obras interesantes. Él publicó también ahí, hace algunos años, otro libro mío de cuentos breves titulado La gran jaqueca. Recuerdo que las primeras críticas notables sobre Los dientes de Raquel las escribieron Jesús Serra, uno de mis queridos profesores de la ULA, criado en mi terruño yaracuyano de San Pablo, y Ludovico Silva en Caracas, la publicó en el Papel Literario de El Nacional y luego Luis Britto García le escribió un postfacio en la edición de Monte Ávila. Después el libro gustó mucho entre los jóvenes y se siguió leyendo por décadas.
Háblanos de Wald y de esa hermosa edición que nos trae Madriguera
Bueno, resulta que aquí en Coro yo conocí a un joven poeta llamado Ennio Tucci, también muy amigo tuyo, Miguel, quien además de ser uno de los mejores poetas jóvenes venezolanos resultó ser uno de los mejores editores, librero y profesor. Aquí él fundó la editorial Madriguera y comenzó a darle impulso a un grupo de excelentes escritores jóvenes, impartió talleres y estableció nexos. Nos hicimos amigos y comenzamos a visitarnos en las casas y a compartir tertulias con él y a organizar festivales, lecturas, ferias, y de todo eso salieron cosas muy gratas relacionadas con la literatura, la edición, la amistad. Por su iniciativa le otorgaron a Ennio el Premio Nacional del Libro mención revistas literarias y a él también como poeta le dieron el Premio Municipal en Caracas, por cierto, nos pusimos muy contentos, porque la revista conquistó un espacio nacional y también fue editando libros impresos y digitales que tuvo mucha acogida en nuestro medio literario, con repercusión internacional. Ennio me hizo el honor de publicar varios trabajos míos en la revista y de editar videos que han quedado muy bien.
Entonces, un día surgió la idea de publicar un libro mío y le di Wald. Me dijo que le vendría bien hacerlo con algunas ilustraciones. Yo pensé en el artista chileno Aníbal Ortizpozo, que es un tipo genial como artista y como persona, un tipo divertidísimo y con un gran corazón, un hombre de avanzada que tiene más de cuarenta años aquí en Venezuela, que se vino de Chile cuando tumbaron a Allende, que captó perfectamente el espíritu del relato e hizo las ilustraciones. Por cierto, Aníbal debe estar muy contento por los resultados recientes de las elecciones en Chile, donde ha ganado el partido comunista las elecciones en Santiago.
En verdad, la edición de Wald ha quedado muy bonita y Ennio la ha acompañado con un video promocional muy cálido. Es que las cosas que se hacen con cariño y con los amigos siempre quedan bien.
También nos traes textos críticos sobre Kafka, como bien sabes en MenteKupa nos interesa la crítica, ¿qué cree Gabriel Jiménez Emán que debe ser la crítica?, ¿para qué sirve?
Sí, yo tenía desde hace tiempo ganas de hacerle un homenaje a Kafka, que es uno de los escritores más cercanos a la sensibilidad contemporánea por toda la fuerza crítica que maneja, por el mundo tan bien planteado que nos presenta, con unas técnicas que él mismo creó desde el centro de su estética literaria, asumiendo todos sus riesgos. La verdad es que tanto en sus textos breves como en sus novelas están presentes, por una parte, una especie de poética del absurdo, las paradojas de la cotidianidad moderna, pudiera decirse; luego, los procesos de alienación progresiva del ser humano en una sociedad que, en lugar de dignificarlo, lo explota. Pero a la vez Kafka está interesado en el detalle, en lo minúsculo y en lo aparentemente insignificante; mientras en sus novelas vemos cómo se construye la soledad humana desde el poder, y cómo las leyes conforman un modelo de poder político, en vez de defender al individuo, lo pisotean, lo reducen a una masa insignificante, lo despojan de amor y de sentimientos hasta volverlo una cosa. A Kafka le costó mucho lograr todo eso, porque él no se sentía un novelista nato como los que él admiraba, Flaubert, Dickens, digamos, hasta dudaba de su calidad literaria; por eso quizá mandó destruir su obra. En las novelas de Kafka asistimos a un mundo distinto, montado sobre detalles nimios, personas humildes, pensionistas, porteros, bedeles, peatones, secretarias, funcionarios, burócratas, solitarios, y eso tiene mucho valor. Yo hago entonces tres acercamientos: uno a La Metamorfosis; otro a sus cuentos breves, no todos; y otro a su novela El castillo, que me parece una obra genial, organizada precisamente sobre los nimios detalles. Además, me di el lujo de editar el libro yo mismo en mi editorial Fábula, usando dibujos del propio Franz Kafka y otros del artista estadounidense Robert Crumb, que le dieron un toque muy especial a la edición. Crumb pertenece a la tradición de dibujantes y artistas underground de Estados Unidos, ¿te acuerdas del Gato Fritz?, pues ese gato inolvidable y terrible es creación de Crumb.
Sobre la segunda parte de tu pregunta acerca de para qué puede servir la crítica, opino lo siguiente: la crítica es el ejercicio del criterio, es el público y libre examen, como bien la definió Kant. El criterio consiste en la capacidad de interpretar, de argumentar o de razonar con la mente o el intelecto, cuyo objeto principal sería tratar de comprender las cosas, el mundo. El pensamiento crítico viene siendo la capacidad que tenemos de dilucidar asuntos, tratar de clarificarlos por medio de razonamientos o de interpretaciones de cualquier índole, ya sean espirituales, comparativas o científicas, económicas, políticas y todo ello conduce al conocer, a poder ver lo que hay dentro o en el origen de los fenómenos, valiéndose de métodos de análisis. La crítica siempre está revisando, examinando, poniendo al día las ideas, reciclándolas para que estas nos permitan continuar, yendo hacia delante de manera constructiva. En el caso de la crítica literaria, esta nos permitiría hacer juicios, juzgar partiendo de presupuestos conceptuales a través de lenguajes proporcionados o bien por una teoría de la literatura o mediante un sistema de sentidos elaborados que nos permitan apreciar las obras, indagar en sus componentes, tanto internos como históricos, cumpliendo a la vez una función de estímulo y de valoración imparcial y objetiva de una obra, pienso yo.
Gabriel, también existe una suma crítica sobre tu obra, ¿hay algún acercamiento en particular que resaltes?
Creo que he tenido suerte de que mis trabajos hayan merecido estos acercamientos de tantas personas en distintos países y desde ópticas tan diversas y en tiempos distintos, y todos me han gustado. Tuve la suerte de pertenecer a una generación desenfadada que tuvo la oportunidad de leer cosas muy diversas y magníficas en tiempo real, en el tiempo en que se estaban gestando, produciendo, como son los casos de la nueva novela hispanoamericana, el rock, el reggae, la salsa, la música pop y también los movimientos insurgentes de la izquierda, la nueva trova, el amor libre, el feminismo, el antirracismo, los hippies, los nuevos orientalismos liberadores, la recuperación de la cultura popular y la crítica a la cultura de masas, el nuevo cine francés y latinoamericano, la nueva ola francesa “Nouvelle vague”, la nueva novela francesa, “nouveau roman”, el estructuralismo, los grandes ensayistas, el cuento breve, el cine de Orson Welles, Visconti, Antonioni, Fellini, Buñuel, Kubrick, Scorsese, Altman, todas esas vanguardias nuevas que se produjeron después del surrealismo, las nuevas revoluciones de ideas en Cuba, Chile, el Mayo Francés, las exposiciones y montajes de grandes artistas de mi tiempo, la nueva figuración, el humor negro, El techo de la ballena, los años en Mérida y en la República del Este, la lucha de guerrillas… estoy muy contento de haber vivido todo eso plenamente, de haber cumplido mis sueños de experimentar todo aquello en toda su maravillosa contradicción. Mis trabajos no pueden desasirse de esa tradición que viví en caliente, con mis aspiraciones, mis fracasos, mis amores y desamores, pues han sido el resultado de todos aquellos años exaltados donde me la jugué el todo por el todo, con sus choques, sus deslices, sus equivocaciones, sus dilemas históricos e ideológicos, filosóficos, donde mi humilde obra es apenas un punto diminuto en esa compleja constelación de cosas, pero al final estoy muy orgulloso de haber participado en todo aquel legado de sueños donde compartí con tantas personas, artistas, profesores, periodistas, amigos, mujeres preciosas, líderes sociales y culturales, un sueño que ha valido la pena. Estoy orgulloso de la familia que tuve, de mis padres, de mis hermanos, de mis amigos. Todo aquello ocupa en mi corazón un lugar especial, y doy gracias a Dios por haberlo tenido y haberlo disfrutado de esa manera.
¿Hay algún aspecto de tu obra que crees merezca ser explorado y aún nadie lo ha realizado?
Mi poesía no se ha estudiado mucho. Hay algunos ensayos muy buenos que la han abordado y me parecen lúcidos y precisos, como los de Ramón Palomares, David Cortés Cabán, Julio Borromé, Lubio Cardozo y Carlos Yusti, por ejemplo; pero conservo la esperanza de que en el futuro mi poesía hablará por mí mucho mejor que yo, la poesía es así de misteriosa, es así de inesperada, impredecible y azarosa, esa es su naturaleza, ella siempre se sale con la suya al final.
¿Estás trabajando en algo actualmente?
Sí, siempre estoy trabajando en algo, no lo puedo remediar. Es mi antídoto contra el tedio y el aburrimiento y últimamente contra el terror a donde desean inducirnos con esta nueva peste del covid, una serie de circunstancias perversas, contra esto siempre estoy alerta, primero, a dar afecto y amistad y solidaridad a las personas, pero siempre tengo proyectos narrativos o ensayísticos en curso, pero uno apenas dice los títulos o anuncia algo, no sé por qué, Miguel, los proyectos sufren de un karma, de algo raro que los enturbia…
Entiendo, tienes razón. Para finalizar, ¿cómo has hecho para mantenerte tan activo todos estos años, ¿cuál es el secreto?
El secreto está en poseer una coraza muy grande para protegerse de la mediocridad, la envidia, el odio gratuito o ideológico, diríamos, la hipocresía, por un lado, y por el otro, con el trabajo constante y el afecto sincero. Yo creo que todos los seres humanos necesitamos ser amados o amar a alguien, cualquiera de las dos cosas, pero si son las dos a la vez mejor, no puede andar uno por ahí en una eterna soledumbre. El trabajo para mí puede funcionar como un exorcismo para repeler todos esos elementos nefastos de la superficialidad, la frivolidad, la banalidad, la cursilería, los clisés, las noticias falsas, los lugares comunes, las frases hechas, la cultura de masas, la corrupción social, el burocratismo. Solo el trabajo honesto y creativo y la lucha social digna, activándonos para poner los puntos sobre las íes, incomodando, escribiendo, ejerciendo el criterio y la negación a participar en el gran festín de los burócratas y de los corruptos, manteniendo la dignidad y la ética que nos ha enseñado la filosofía y la literatura, son el mejor remedio y el secreto para continuar alimentando este sueño sin fin.
Duaca-Coro, abril de 2021.
Excelente su disertación, muy reflexivo, y deja el sabor de la incertidumbre de la palabra, del signo, de lo interior, de lo exterior, del espíritu, de continuar superándose, de superarse así mismo..
Me ha emocionado esta entrevita que le hace Miguel Antonio Guevara a mi amigo de hace décadas, Gabriel Jimenez Emán. El tono didáctico mientras conversa con el entrevistador, el agradecimiento a todos los hombres y mujeres que han tenido que ver en su formación humanística, filosófica y literaria, hacen de esta entrevista un hermoso recuento de su recorrido como escritor, cuentista, poeta, literato, ensayista y fabulador. Su «acercamiento a la filosofía como si fuera literatura» me hizo recordar una de mis frases más surrealistas en «El juego Infinito» libro de mi autoría y que reza así:: «Me asomo a la tarde como si amaneciera».
Va mi saludo y mis felicitaciones por esta hermosa entrevista.
Matilde Daviu