Edgar Borges (Caracas, 1966) es un escritor venezolano radicado en España y desde allá sigue proyectando ficciones de alto calibre. Sus obras híbridas han ganado premios internacionales relevantes. Además es activo en redes sociales, y manifiesta su perspectiva y curiosidades intelectuales en diferentes propuestas muy perspicaces.
En 2010 sale a la luz su novela La contemplación, con la cual gana el Premio Internacional de Novela Albert Camus. En 2012 publica su novela versátil El hombre no mediático que leía a Peter Handke. Para 2014 sale su otro texto novelesco La ciclista de las soluciones imaginarias. En el 2016 nos recrea la imaginación con su novela El olvido de Bruno. Dos años después, en el 2018, vuelve a publicar otra novela disruptiva La niña del salto.
Pero no solo sus intereses son estrictamente literarios sino que en su trayectoria polímata ha participado y producido relatos gráficos, programas penitenciarios, programas radiales y propuestas artísticas de la música popular. De hecho, ha publicado textos tan variados como Crónicas de bar (2011) y Apuntes. Vínculos con Rubén Blades (2013). Su última novela Enjambres (2020), publicada por Altamarea Ediciones, tiene un argumento de tintes apocalípticos y distópicos donde la única redención es la libélula de la imaginación y de la creatividad, la capacidad de reinvención del ave Fénix.
Edgar Borges se define como un trastocador de las cárceles invisibles de lo mediático y de las realidades opresoras del pensamiento de la humanidad. Así que con su humildad y sencillez consecuente le entrevisté y he aquí el resultado: un trastocador en el enjambre. Sigamos, pues, su estela, su espíritu divergente.
¿Cuáles serían las razones de que en el canon de la literatura venezolana se le da preeminencia al realismo como tendencia totalizante?
Dice José María Merino en “Reflexiones sobre la literatura fantástica en España”, que: “En España, donde la Iglesia Católica ha tenido y tiene tanta influencia social, no es de extrañar la visión despectiva del mundo académico hacia lo fantástico”. Creo que algo de eso podría trasladarse al canon de la literatura venezolana. Y me parece acertado puntualizar esta tendencia del realismo en el canon, ya que en otros espacios de la creación literaria venezolana existen propuestas muy importantes en cuanto a ficción.
Yo no sabría definir con exactitud si el problema viene de la conquista española, de la iglesia o de la pretensión de los poderes locales de instaurar una verdad absoluta, lo cierto es que la historia oficial de la literatura venezolana es extremadamente realista. Más bien parece la crónica de un punto de vista de la realidad. Eso ha sido así durante mucho tiempo; lo que más me llama la atención es que lo siga siendo en el presente.
Hoy se pretende instaurar una idea de literatura nacional que relate solo una perspectiva de la actual situación sociopolítica del país, dejando al margen todo aquello que cuente otras posibilidades. Eso es nocivo por muchas razones, lo primero es que cada quien es libre de escribir lo que necesite, el problema aparece cuando se ponen en marcha medios de poder para vender una idea exclusiva de literatura.
Luego, no podemos olvidar que limitar la imaginación de una población trae consecuencias en la realidad social. Un pueblo sin acceso al arte como forma diversa de imaginación, difícilmente encontrará salidas. Pero también hay otra vertiente a tomar en cuenta, la literatura no tiene nacionalidad, su propuesta es universal. Insistir en agrupar una determinada forma expresiva como la única literatura válida de un país, me resulta cuando menos dictatorial.
No existe una realidad absoluta en la vida, tampoco en la literatura. Una obra literaria debe operar como una matrioshka, una fórmula capaz de generar tantas interpretaciones como lectores encuentre. Más aún en un presente global como el actual, donde ante nuestra pasividad se está instaurando un orden virtual absolutista, un entramado frío y distante de la verdadera participación humana.
Esta es la realidad mundial que avanza en el siglo XXI, nos encaminamos al diseño de un mundo basado en cárceles invisibles. Es ahí cuando más necesaria se hace la Literatura en mayúscula, que no es otra que la que implosiona parcelas. La Literatura debe asumir el reto de multiplicar realidades. Ya me gustaría ver que en Venezuela se expandieran temáticas literarias intimistas, fantásticas, distópicas, etc., que no tuvieran nada que ver exclusivamente con la realidad del país. Ningún grupo cuidador de un determinado canon le va a abrir la puerta a nadie que no comulgue con su patio, los creadores deben abrirse espacio para desarrollar sus propuestas sin ningún condicionamiento de grupos, Gobiernos o escuelas.
En Venezuela la poesía tiene otra historia; la poesía ha desarrollado una vida potente, altamente creativa. Su existencia no le ha pedido permiso a la realidad en ninguna de las etapas de nuestra historia; hemos tenido y seguimos teniendo grandes poetas. En la narrativa también hay voces muy interesantes, actualmente conozco la obra de varios escritores con propuestas de alto vuelo, el problema es el cerco que los defensores del canon realista le ponen a la libertad imaginativa. Confío en que los muchos creadores de ficción continúen abriendo espacio para que el mundo se entere de que en Venezuela no solo se escribe literatura realista.
¿Qué elementos harían falta para una producción literaria donde lo fantástico y la ficción demolieran nuestros realismos de corte y pega?
No me gusta dar recetas, de hecho, me parece profundamente odioso cuando un escritor en cada entrevista va nombrando a su club de amigos con la clara intención de reafirmar un supuesto canon. Creo que los elementos fantásticos o de ficción en general son propios de cada autor, de cada necesidad expresiva.
Si el hombre no mediático leyó a Peter Handke, ¿a cuál otro u otros (autores) podríamos leer bajo esas ópticas?
Creo que el personaje de El hombre no mediático leería cualquier autor que estableciera analogías entre el mundo exterior y el individual. El individuo como réplica del mundo. Virginia Woolf, Franz Kafka, José Antonio Ramos Sucre, Georges Perec, Julio Cortázar, Robert Walser, Diane di Prima, Clarice Lispector, Peter Handke, Thomas Bernhard, Ana María Matute, Enrique Vila-Matas, cualquiera de estas personas tiene obras en esa dirección.
Usted escribió un libro sobre Rubén Blades y la salsa, ¿cómo ve la movida de la música popular actual? ¿Cuál otro ritmo le ha llamado la atención?
Más que ritmos a mí me gustan las propuestas musicales que me sacan de cualquier inercia, sea por sus letras o por su instrumentación. Vínculos. Apuntes con Rubén Blades no es una biografía ni nada que se le parezca; es una obra sobre el recorrido de dos creadores en distintos momentos históricos. Geografía, tiempo, música, literatura y calle nacen en dos niños, cada uno desde la ventana de su realidad. A través de apuntes en el libro se cuentan estas vivencias, y muchas de ellas tienen que ver con distintos encuentros sostenidos con Rubén Blades en Caracas, Nueva York y Barcelona, España.
Sobre la música popular actual, me gusta pensar que toda época tiene grandes manifestaciones artísticas. Hay que afinar el oído y no limitarlo solo a la importancia del pasado.
Sus libros tanto La contemplación como La ciclista… me generan tres preguntas recurrentes:
1) El tratamiento lúdico en su obra, ¿cómo lo categoriza en cuanto a subjetividad que rompe opresiones?
En mi literatura, a partir de La ciclista de las soluciones imaginarias (2014), el juego lo propone un personaje que pretende mover la rigidez de los distintos puntos de vista. Entonces se subvierte el orden de la realidad, todo cuanto ocurre va a desencadenar una serie de acontecimientos demoledores para toda noción absolutista de la vida. Dice Thomas Bernhard en El malogrado que “… no deberíamos ver a las personas desde nuestro punto de vista, sino contemplarlas y tratarlas desde todos los puntos de vista”. Pero también dice Gonçalo M. Tavares que “la pobreza de imaginación implica no poder construir una segunda vida desde un punto de vista intelectual e imaginativo, implica asumir que solo existe una realidad exterior y material”.
2) Usted abraza fuentes como la patafísica, lo cortazariano, las realidades múltiples en esas novelas, ¿qué otras fuentes nos recomendaría beber?
Las teorías de la relatividad de Albert Einstein, tanto la especial como la general, son imprescindibles para ampliar la mirada. Pero también los ejemplos que puso Einstein para graficar sus teorías permiten una amplia comprensión del espacio-tiempo. También recomendaría la propuesta literaria de Georges Perec; su obra rompe el molde de la trama tradicional y abre muchas otras posibilidades.
3)¿Qué es ser escritor en un mundo de monorrealidades mediáticas?
Un rompedor, un trastocador, un malpensante. Todo, menos un funcionario al servicio de la realidad dominante.
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En el capítulo XX de su novela Enjambres, Edgar Borges escribe: “Quiso tener los treinta mil pequeños ojos de una libélula para ver más allá de la realidad adulta…”. Así es su búsqueda, la búsqueda de todos aquellos que quieren disruptir los órdenes del sistema: las visiones de un trastocador en el enjambre.
Mayo, 2020.