La relación entre realidad y ficción se tensa sofisticadamente para constituir el núcleo de la propuesta de Operación Masacre, del periodista, narrador y luego militante montonero Rodolfo Walsh, cuya primera versión se publica en 1957, para ser objeto de permanentes añadidos en los años subsiguientes.
El tema del texto es el de lo literario (1), invadido e irreversiblemente interrumpido por lo real de la política, es decir, por lo real de la violencia política. Los efectos de esta irrupciónserán los de una interpelación doble hacia la literatura, pero también hacia el periodismo (2), y en el gesto prolífico y vacilante de esta interpelación, que se quiere restitutiva sobre una “realidad” (referencial, criminal) también interpelada, se sostiene el libro. Así, se le enmienda la plana al periodismo (“se pueden revisar las colecciones de los diarios, y esta historia ni existió ni existe”), mediante un ejercicio que luce a la vez como la literatura, y como su rechazo.
Son varios los momentos en los que el ejercicio de la ficción parece puesto al servicio de una verdad que debe ser revelada. En la tradición de Hamlet y también en la de Emma Zunz, Walsh finge, teatraliza, gesticula la literatura, para evidenciar el crimen que ha roto el orden del mundo: “Entonces estamos todos avergonzados, me parece que el juez se conmueve y a mí vuelve a conmoverme la desgracia de mi primo [Livraga]”. Más aún, pareciera que es precisamente la ficciónla que logra darle consistencia a esta historia “difusa, lejana, erizada de improbabilidades”, difusa y sin embargo real. Y así, las formas narrativas del principio, parecen avalar y sostener y permitir la llegada de las extensas inserciones documentales de las últimas páginas (3): “Las voy a reproducir íntegras”.
Algo de lo abyecto parece presentarse acá: es el estatus absurdo, siniestro, de Giunta, “fusilado” y “enterrado vivo”, quecaptura la miradajusticiera y también fascinada de Walsh. Al mismo tiempo, el rostro agujereado de Livraga hace metonimia con ese simbólico (del código civil, del cuerpo de la literatura, del cuerpo de estos hombres tres veces inocentes) desgarrado por efecto de una violencia que, antes de Walsh, se encuentra situada más allá de la Ley, y que será un motivo reiterado a lo largo de todo el texto.
En última instancia, pareciera haber cierta solidaridad entre la verosimilitud emanada de esos cuerpos realmente violentados y el ejercicio de la ficción, tal como es ejercido por Walsh en esta ocasión. Así, de Giunta se nos dice que
De todos los testigos que sobreviven al drama, a ninguno le resultará tan fácil y natural evidenciar su inocencia, mostrarla concreta y casi tangible. Bastará hablar una hora con él, oírle recordar, ver la indignación y el evocado espanto que paulatinamente le brotan de adentro, le asoman a los ojos y hasta le erizan el cabello, para deponer toda incredulidad.
Será precisamente este mismo Giunta cuyo “lenguaje gráfico” será señalado por Walsh más adelante, en el apartado que titula con una intervención particularmente llamativa del personaje: “Le daba pecado…”. De esta manera, la idea de un cuerpo auténtico, del que frente a la evidencia del trauma emana un lenguaje gráfico y real, capaz de transmitir ese trauma y de ser creído, parece ser la postulación que fundamenta un texto como Operación Masacre.
Notas
- Desde el propio objeto de la novela, hasta la vida en ciertos sentidos literaria del autor. Esta tensión se observa desde las muy primeras páginas: “Después, no quiero recordar más, ni la voz del locutor en la madrugada anunciando que dieciocho civiles han sido ejecutados en Lanús, ni la ola de sangre que anega al país hasta la muerte de Valle. Tengo demasiado para una sola noche. Valle no me interesa. Perón no me interesa, la revolución no me interesa. ¿Puedo volver al ajedrez?”.
- Así, se mencionan “esas cosas que hago para ganarme la vida y que llamo periodismo, aunque no es periodismo”, y más adelante se denunciará la negativa de los medios a registrar, en su momento, el acontecimiento narrado.
- Se puede comparar Operación Masacre con otro ejercicio similar, como lo fue Fantomas contra los vampiros multinacionales, de Julio Cortázar, casi 20 años después. En el intento de “contrabandear” una denuncia inserta en el flujo de la ficción, Fantomas… está lejos de lograr una renovación poética de las formas cortazarianas, como sí parece que ocurre en el caso de Operación, respecto al resto de la escritura del propio Walsh