La pandemia del COVID-19 ha provocado que los Estados de la mayoría de los países del mundo tomen medidas restrictivas severas, solamente vistas en situaciones de guerra. Nos interesa sintetizar algunas de las posturas del debate de la izquierda intelectual mundial respecto a estas medidas y las implicaciones políticas y económicas de la pandemia. Esta discusión será el punto de partida para hacer algunos aportes críticos y aproximarnos al planteamiento de alternativas más allá de la lógica del Estado capitalista.
Algunos elementos destacados de la discusión sobre el COVID -19
El foco de la discusión, al menos en Europa, se ha centrado en el papel del Estado y sus medidas restrictivas de aislamiento para evitar una mayor propagación del virus. En Italia, hasta ahora el país más afectado del continente europeo, se ha generado el debate respecto a la sospecha biopolítica de las medidas oficiales que justifican un Estado de excepción, aprovechando la excusa de la pandemia para socavar los espacios comunitarios y reducirlos a esferas digitales que mutilen el encuentro necesario de las personas y sus alternativas políticas ante la crisis. Esta es, someramente, la posición de Giorgio Agamben y Roberto Esposito, ambos filósofos italianos de destacada trayectoria. Las dos posturas se confrontan a la interlocución crítica del filósofo francés Jean-Luc Nancy, el cual reprocha que la situación de excepción es propia de la civilización occidental moderna y no de las medidas coyunturales de los Estados. Este último considera peligroso subestimar la pandemia a partir de perspectivas biopolíticas.
Por otra parte, el filósofo esloveno Slavoj Zizek pone de manifiesto la posibilidad de que, ante esta situación de menesterosidad colectiva, emerja una nueva conciencia de solidaridad global, como alternativa a las políticas soberanas de los Estados, demostrando su incapacidad para resolver crisis mundiales. En este sentido, el COVID-19 significa un duro golpe al capitalismo, porque revela la forma de su propia impotencia, que podría abrir paso a otro tipo de organización global de la economía.
Por otra parte, al filósofo surcoreano Biung Chul Han le parece que si bien China ha logrado estabilizar la situación de manera más eficiente que Europa, esto no es por nada digno de celebrar, sino más bien de preocuparse. No manifiesta otra cosa que lo enormemente controlada que está la sociedad china por parte de un Estado policial digital que irrumpe inconsultamente en los espacios privados de las personas, a través de la tecnología móvil y sus mecanismos de vigilancia. El éxito disciplinario ha sido tal que el pueblo parece celebrar y agradecer la usurpación de sus datos confidenciales por las buenas razones del Gobierno. Lo que quedará de todo esto, considera, será un modelo ejemplar y eficiente de Estado policial vigilante, que eventualmente será reproducido en Europa, cuya solución ante la crisis pandémica no ha sido otra que el cierre de fronteras como ejercicio desesperado de autonomía, en vez de adoptar medidas colaborativas en la eurozona. En este último aspecto Han podría estar de acuerdo con Zizek, aunque difiere de él en creer que la pandemia representa un golpe al corazón del capitalismo. Cree todo lo contrario, que los mecanismos biopolíticos, psicopolíticos y tecnológicos del neoliberalismo se renovarán ante esta crisis pandémica, tal como han emergido históricamente luego de traumas sociales.
En otro nivel de la discusión, sobre las implicaciones políticas y económicas del COVID-19 en el análisis, en la izquierda está presente la idea general de que los efectos de la pandemia ponen en evidencia la debilidad del modelo económico neoliberal que domina actualmente el mundo. Catástrofes que empiezan a verse en el sistema de salud, en el mercado y en la economía financiera revelan la vulnerabilidad del orden social en manos del neoliberalismo. El desastre que empieza a verse y la catástrofe que es inminente son los elementos que indican la necesidad de un cambio radical. Esta es la posición de David Harvey, Noam Chomsky, Atilio Borón y demás intelectuales.
Finalmente –para la fecha de este artículo– está la posición de Alain Badiou, quien intenta refutar cualquier tipo de teoría conspirativa respecto a la propagación y los efectos del virus, a partir de la explicación de las determinaciones causales y demostrativas que, a su juicio, desmontan cualquier explicación especulativa sobre el origen y propagación del COVID-19. Tales determinaciones son: a) Tal como el SARS del 2002, el virus se transmite de animal a humanos. B) Su rápida expansión global es producto de la posición que ocupa China en el mercado mundial. A esta posición pudiera complementarla el análisis del sociólogo venezolano Emiliano Terán, quien considera que el coronavirus, tal como las demás epidemias, es producto del avance del capital hacia la ocupación de nuevas fronteras ecosistémicas que alteran la naturaleza y producen epidemias como la actual, rápidamente propagables por el mundo, debido a la interconexión globalizada del capitalismo contemporáneo.
Estas posiciones recogen el sentido general de los debates y las posiciones que rápidamente se han propagado por las distintas páginas de opinión que abundan en internet; la sospecha biopolítica, la confianza en el derrumbe del capitalismo, la advertencia sobre el devenir autoritario de los Estados a nivel global, el final definitivo –ahora sí– del neoliberismo y la explicación de la pandemia asociada al modo de expansión del capital. Las coordenadas generales de las aproximaciones tempranas se han presentado en esos términos, lo que pone en evidencia el refugio seguro de los lugares comunes en la izquierda y la autoafirmación permanente de su intelectualidad, que ha usado la pandemia para demostrar que las certezas que ha cosechado durante años quedan comprobadas.
COVID -19. Implicaciones políticas más allá del discurso del fracaso neoliberal.
Se han sintetizado las aproximaciones actuales en torno al COVID-19, para discutir con varias de las posturas dominantes. Una de ellas es la común afirmación de que los efectos del coronavirus demuestran el fracaso del neoliberalismo. Este es un argumento que busca persuadir a quienes aún creen que el neoliberalismo puede ser solución de algo. O, para nosotros mismos, que no terminamos de convencernos de la miseria provocada por este modelo y debemos seguir dándonos razones para romper con él. En definitiva, continuar repitiendo lo mismo –expidiendo el certificado de defunción del neoliberalismo– no ayuda a comprender el significado que tienen las acciones tomadas por los Gobiernos durante esta pandemia mundial.
Las decisiones de Emmanuel Macron en Francia, de Nayib Bukele en El Salvador, o las medidas de nacionalización de empresas en varios países de Europa para combatir los embates de la pandemia en sus países, no demuestran la impotencia del neoliberalismo para resolver los grandes problemas, sino la capacidad que tienen los Estados para proteger estratégicamente el capital a fin de evitar una catástrofe que lo ponga verdaderamente en riesgo. Tras la forma aparente de políticas sociales en favor de las mayorías, se oculta una estrategia de protección de las grandes empresas privadas y su capital. Fue la Comisión europea la que dio permiso a los Gobiernos de la eurozona a ayudar a empresas ante la inminente recesión, dando la posibilidad de su nacionalización. Al igual que dieron máxima flexibilidad en las reglas fiscales, permitiendo incluso posponer el pacto interno de estabilidad y crecimiento económico que permiten las leyes neoliberales de los países europeos. En este sentido, la Presidenta de la Comisión europea Ursula Von der Leyen ha dicho que se “podrán tomar medidas, como subsidios salariales, suspensión de pagos de impuestos, IVA y cotizaciones sociales”. Además, el ministro de finanzas de Alemania expresó que este país ya ha tomado medidas de nacionalización en la crisis financiera del 2008 para ayudar a los bancos. Todo en defensa del capital. Son consensos a los que han llegado las empresas privadas y los Estados, por orientación de las instancias institucionales de Europa con el fin de proteger los capitales locales.
En este sentido, nos parece certera la posición de Badiou, quien asegura que las medidas sociales se toman respetando al máximo los mecanismos del capital, pero modificando el estilo y los actos de poder, yendo más allá de su naturaleza de clase para conservar el funcionamiento económico y evitar un desastre estratégico.
De manera que, al terminar esta pandemia, no debemos esperar a un neoliberalismo herido de muerte, e impotente ante la posibilidad de defenderse. Todo lo contrario, debemos esperar nuevos mecanismos de control y explotación, para recomponer el maltrato a la tasa de ganancia generado por la carencia de producción y de consumo en este contexto pandémico. De acuerdo con esto, parece más útil la actitud de sospecha que las esperas optimistas por un modelo más justo luego de catástrofe. Es la sospecha y no la confianza la actitud necesaria para preparar las luchas de las clases populares en función de la conquista de sus derechos.
La crisis pandémica y una alternativa más allá del Estado
El Estado moderno capitalista tiene como función garantizar la acumulación de capital en su propia localidad. Si algo nos ha revelado esta pandemia es el mito de la existencia autónoma de un capital transnacional y financiero que se produce y reproduce extraterritorialmente. No hay cuidadores de ese capital global. Lo máximo que se puede hacer es proteger la acumulación de cada localidad, asegurando con ello la plusvalía de las cadenas internacionales que se extrae en cada territorio. Fuera de esta dinámica de producción y acumulación, todo capital es ficticio. De allí la crisis financiera que se genera apenas bajan los niveles de producción y consumo en los territorios, se explota la burbuja y la ilusión desaparece.
Este hecho no evidencia otra cosa que la alianza infranqueable entre los Estados y el capital. De allí que las medidas que parecen proteger a las clases más desfavorecidas en esta coyuntura no sean más que métodos estratégicos para la protección del gran capital, evitando una situación catastrófica.
Todo lo anterior debe obligarnos como izquierda anticapitalista a pensar una alternativa para la solución –tanto de esta crisis pandémica global, como de todas las producidas por el capitalismo contemporáneo– más allá de la puja por regresar a modelos de Estado garantes de más derechos sociales. Se ha perdido de vista el horizonte poscapitalista de la crítica, y nos hemos conformado con arreglos reivindicativos y redistributivos que nos proporcionen los Estados ante las situaciones de crisis.
Es necesario volver la mirada a las organizaciones sociales que desde sus espacios de resistencia están construyendo relaciones de poder de nuevo tipo, apostando a la creación de alternativas distintas a las ofrecidas por los márgenes legales coercitivos de los Estados.
En este sentido, varias comunas de Venezuela están experimentando mecanismos de organización y colaboración mutua para afrontar la pandemia. Desde producción y distribución de mascarillas, hasta la creación de cuadrillas médicas comunitarias que atiendan casa por casa los casos sintomáticos sospechosos de tener el virus. Sin pretensiones de idealizar estas pequeñas acciones, lo que se nos pone de manifiesto es que lo comunitario implica la protección positiva de la vida, en tanto que todas las personas afectadas participan protagónicamente en la solución solidaria del problema. Lo que contrasta con la lógica operativa del Estado realmente existente, que ofrece su solución desde la protección negativa de la vida, cerrando las posibilidades colectivas de solución, e imponiendo las medidas a partir de mecanismos restrictivos de participación. El sentido de esto último no es subestimar las medidas de seguridad dispuestas por las autoridades venezolanas, sino estimular el pensamiento crítico en torno a las alternativas populares que pujan por construir formas distintas de organización de la sociedad, que luchan contra la lógica acumulativa y privatizadora del capital, con el fin de conquistar espacios de poder distintos a los que hoy ordenan nuestra vida social.
Post scriptum a inicios de mayo
La publicación en español de este artículo se realiza un poco más de un mes después de su escritura. Sin embargo, contra la inmediatez de la opinión y el carácter evanescente de las ideas –características del pensamiento en los tiempos que vivimos– consideramos que las posiciones planteadas siguen y seguirán vigentes para las discusiones que necesariamente debemos dar hoy en día. Las opiniones que se han sumado en estos últimos treinta días no divergen sustancialmente de las recogidas al comienzo, aunque aumente rápidamente el número de personas que suman elementos para la comprensión del momento. Si algo queda patente hoy es la esterilidad del pensamiento individual, estamos convencidos de que solo de manera colectiva pueden surgir ideas que den respuesta a las transformaciones que se avecinan.
Nota editorial:
* Artículo escrito para la revista Catarsi Magazín. Publicado en catalán el día 9 de abril.