Apò Mēchanḗs Theós
«Una máquina-órgano empalma con una máquina-fuente: una de ellas emite un flujo que la otra corta». Un corte silencioso entre dos partes, cruzar es estar de ambos lados (en sentido apodíctico). Entre la máquina y el alma hay una sola aporía y ya casi no es perceptible. Un hueso se rompe y se reconstruye (agenciamiento) con partes de metal.
«El seno es una máquina que produce leche, y la boca, una máquina acoplada a aquélla». Nuestros cuerpos integran una maquinaria sagrada, llena de rastros irreconocibles. Cada movimiento es un adentrarse entre sus circuitos. Siempre que creemos haber llegado al centro de la máquina nos topamos con un espejo y nos damos cuenta de que estamos solos.
«La boca del anoréxico vacila entre una máquina de comer, una máquina anal, una máquina de hablar, una máquina de respirar (crisis de asma)». Cada asfixia es un salto en el continuum, un poema, una decodificación de partes. Detener la máquina es descentralizar el alma, continuar hacia el cuerpo y verse a sí mismo en el espejo fragmentado en mil pedazos. Detener la máquina es escucharla, comprender su lenguaje.
«De este modo, todos ‘bricoléurs’; cada cual sus pequeñas máquinas. Una máquina-órgano para una máquina energía, siempre flujos y cortes». Hay algo que está por fuera de sus insinuaciones, una lengua anclada al cuerpo de la noche. Para entender la máquina sólo se puede estar fuera, allí donde todo cobra sentido.
«Todo forma máquinas. Máquinas celestes, las estrellas o el arcoíris, máquinas alpestres, que se acoplan con las de su cuerpo. Ruido ininterrumpido de máquinas». Su silencio es el callar entero del mundo, un rompernos completamente entre sus piezas. Cada función es un distanciamiento de nosotros mismos con nosotros mismos. Uno ya no es igual a uno.
«Ya no existe hombre ni naturaleza, únicamente el proceso que los produce a uno dentro del otro y acopla las máquinas». Fundidos en un proceso alquímico nos aproximamos a todo en una densa escucha. Hacia fuera ya no queda nada, adentro el crujir de sus motores que forman una fuente de alimentación sintética para sus ensoñaciones.
«En todas partes, máquinas productoras o deseantes, las máquinas esquizofrénicas, toda vida genérica: yo y no-yo, exterior e interior ya no quieren decir nada». Todo hombre es un enmudecimiento del paraíso. Aquél espejo en el fondo de la máquina somos nosotros mismos en un espacio abierto configurado por sus circuitos. Una máquina es el fin del hombre que no puede replicarse a sí mismo.
I Vivo en el cuarto de máquinas, exploro de ellas sus tramas ocultas Escribo síntesis de sus sueños catálogo de imágenes simbióticas, leves insinuaciones mecánicas.
V Estoy atrapado en el conjunto de sus funciones pulsionales Cada BIT un estremecimiento del paraíso.
VI Si una pieza genera un movimiento indescriptible para el resto del sistema toda su morfología cambia De las mutaciones sólo damos cuenta a través de lo imperceptible.
VIII El deseo es la pieza fundamental de toda su mecánica.
XI Están ordenadas en forma vertical brazos en oración Atlas mecánico cargando el peso del mundo.
XIII Cada conexión es casi una fuerza viviente Un enigma anclado al cuerpo del mundo.
XIV Sus piezas se asemejan a nuestros cuerpos De ellas nada es posible sin el sueño.
XVI Hurgo entre resortes y metales esperando hallar una pieza parecida al corazón Busco rastros de un espíritu, migajas que me lleven a la tierra prometida.
XXIII Los unos y ceros no bastan para contener el estruendo de sus insinuaciones.
XXVI Cada circuito fue calibrado con el fin de que toda imagen contenga en sí el ardor.
XXVIII Parte por parte he diseccionado la mente sintética de estas máquinas He buscado Símbolos, señales que me indiquen un camino hacia la luz.
XXX Yo vivo en el cuarto de máquinas.
Me volaron la mente!!