Continúan nuestros encuentros con editores venezolanos. Hasta ahora hemos tenido interesantes conversaciones con Verónica Vidal, Víctor Manuel Pinto, Carlos Ortiz, Ennio Tucci y Maria Gabriela Lovera. No solo hemos conocido pasajes de sus respectivos recorridos por este oficio del campo cultural, también aprendemos de sus experiencias y procesos.
En esta oportunidad conversamos con el escritor y editor Luis Ignacio Cárdenas, quien impulsa Ediciones Azalea, uno de los proyectos emergentes que mantiene activa la litertura venezonala actual con la publicación de autores tanto noveles como consagrados.
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El encuentro con los libros, el contacto con el primer libro que leemos, es una experiencia que nos marca, al punto de convertirse en uno de los recuerdos que más atesoramos. ¿Cómo fue tu primer acercamiento al libro y la lectura?
Yo crecí entre libros, mi madre fue maestra de primaria y nos inculcó mucho la lectura a mis hermanas y mí. Cuando tenía once o doce años, por cuestiones familiares y que no voy a entrar en detalles, me mudé a Margarita a vivir con mi padre, él siempre ha sido un gran lector, y por alguna razón puso en mis manos Relato de un náufrago del Gabo. Lo leí siete veces en un mes, mi cama llegó a ser la balsa en todo ese tiempo. Luego en el liceo, por medio de un compañero de clase, me cayó en las manos El túnel de Ernesto Sábato. Vas creciendo, madurando y te topas con otros autores y empiezas a comprender eso de cuán influyente puede ser un libro para un ser humano. El poder de las palabras y la literatura, esas cosas que te despiertan y conmueven y al mismo tiempo te asombran por el resto de tu vida. Ya a estas alturas no leo por placer, sino por necesidad.
¿Cuándo tomaste consciencia de que además de ser lector podías hacer libros, y cómo cambió eso tu relación con el libro en tanto objeto?
En la carrera de diseño gráfico, no recuerdo el nombre de la materia, teníamos que editar y diagramar un periódico, una revista y un libro, me llamó poderosamente el hecho de que podía diseñar un libro a mi manera. Podía ilustrarlo como yo quisiera, usar la tipografía que me agradara como lector y pudiera agradar a otros lectores. Claro, en ese momento lo vi muy ligado a ese hecho artístico que existe al momento de ilustrar un libro, y no como ese objeto importante de transformación para la sociedad, y es como lo veo ahora, sin dejar de disfrutar el arte que acompaña ilustrar, editar, diagramar un texto. Con el tiempo me fui enamorando de ese juego y teoría del duende que existe en el taller al momento de crear un libro. Yo siempre lo he percibido como un acto de magia.
¿Qué aspecto destacarías de ese primer acercamiento?
La promoción de la lectura principalmente, y luego la necesidad de denunciar injusticias; me hizo asumir con más responsabilidad el mundo editorial, más allá del proceso creativo al momento de editar un libro. Cuando el tema de la libre prensa o la libertad de expresión son cuestionables, una editorial juega un papel fundamental. Eso fue determinante para fundar Ediciones Azalea, que nace como protesta, como una plataforma para la denuncia social a través de una ilustración o de un poema. Pero considero que me falta mucho por aprender en este oficio. En la editorial hay varios escritores, editores, ilustradores que leen y discuten los textos que nos envían. Estamos aprendiendo todos los días, escuchando sugerencia, aportando y discutiendo ideas. Hay un gran esfuerzo de varias personas en todos los libros que editamos y publicamos.
¿Esa experiencia cómo determinó el tránsito de tu perspectiva de editor principiante al editor que eres hoy?
Colaborar en otros proyectos editoriales, compartir ideas con otros editores te va puliendo en el oficio, vas comprendiendo la importancia de una editorial o la importancia de editar y publicar un libro, de reunir y difundir nuevas voces que están describiendo cómo perciben el actual mundo tecnológico que nos ha tocado vivir; el construir puentes y coediciones con otros escritores y editores que están en otros lugares del mundo. Es recurrente preguntarme por qué debo publicar esto o por qué debería publicar o reeditar y difundir equis texto. La necesidad de que la gente lea es lo que más me motiva y siempre me ha motivado en todo este oficio. En estos tiempos, el Internet le brinda varias herramientas a un escritor para autoeditarse, para promover su obra, hay mucha información para estudiar de manera autodidacta el mundo editorial, y como cualquier oficio es un constante aprendizaje diario.
¿Cómo inició tu relación profesional con la edición?
En la Fundación Editorial El perro y la rana fue mi primer trabajo en una editorial. Aprendí bastante sobre la edición y diagramación de un libro. La creación artesanal de un libro me unió mucho a todo este mundo. Años antes de trabajar en la editorial, con varios compañeros escritores, editores, diseñadores, artistas plásticos, artistas circenses, músicos, entre otros, formamos en Maracaibo un colectivo literario/audiovisual llamado Palabracera, organizábamos en las escuelas, en las comunidades, en los hospitales, en el albergue de menores, actividades culturales en promoción de lectura, diseñábamos pequeños fanzines ilustrados con poemas para repartirlos en el centro de la ciudad, en el metro y en distintos espacios públicos; un tema más ligado a la noble labor social de promover la lectura y muy esencial en el mundo editorial. Me interesa mucho la promoción del libro, de la lectura, que el libro sea leído, sea comentado, discutido, compartido.
Además de ser editor, cuentas con formación en el diseño gráfico. ¿Qué aportó tu experiencia editorial a tu educación universitaria y viceversa?
A mí me apasiona todo lo que tiene que ver con el diseño grafico y la ilustración. Siempre estoy investigando, estudiando, leyendo sobre las nuevas tendencias del diseño y la edición. También soy profesor de Literatura y aquí el tema editorial me ayudó bastante. Tengo años que no ejerzo la docencia, pero en los tiempos que daba clases promovía mucho la lectura con mis estudiantes, seleccionando textos adecuados para acercarlos a los libros. Incluso recuerdo el cuento “Un regalo para Julia” de Pancho Massiani o “No oyes ladrar los perros” de Juan Rulfo, como lograba ese efecto de asombro y lograba de algún modo motivarlos a leer. Ejercer la docencia también es promover el libro y la lectura, siempre he pensado que el maestro debe leer mucha poesía a sus estudiantes.
¿Cómo se mantiene el proyecto en términos económicos?, ¿es autosostenible?
Bueno, eso es algo complejo debido al tema económico, pero ese es otro asunto. Emprender un proyecto editorial en este país es un acto subversivo. Nosotros arrancamos en el 2016 con mucho entusiasmo por ilustrar libros, pero con mucha ingenuidad y desconocimiento, también fue un año muy difícil económicamente. La editorial quedó detenida por un largo rato y retomamos el ruedo editorial el año pasado con una serie de antologías de poesía latinoamericana de libre lectura y otros libros ilustrados de venta por Amazon. He aprendido todo este tiempo que es un tema de paciencia y constancia. También ofrecemos varios servicios editoriales, de diseño branding, imprimimos libros bajo demanda, ofrecemos servicios de ilustración. La era del Internet abrió una ventana de posibilidades a las editoriales y eso es interesante. Nosotros en la editorial estamos experimentando con todo eso.
¿Tienes alguna faceta que haya cobrado presencia en los últimos años y que no se asocie directamente con la edición y la literatura? ¿Qué aporta ese ejercicio a tu visión como editor?
Todo lo que hago en este momento está ligado a la edición. Trabajo el diseño branding, y soy ilustrador para otros proyectos editoriales dentro y fuera del país. Aunque para ser honesto, desde el día cero de la pandemia he sido albañil, carpintero, plomero, panadero, cargador de agua, caletero de cestas plásticas, enfermero y hasta jardinero. Todo eso cuenta como aprendizaje diario en mi oficio de editor.
¿Cómo percibes los cambios de formato en lo que entendemos actualmente como libro?
Yo disfruto todo el proceso artesanal de crear un libro, es una especie de alquimia para mí. Lo vinculo mucho a un proceso mágico, desde que es un texto escrito a mano o un archivo Word, hasta que lo tiene el lector en sus manos. Soy de los que disfruta mucho la lectura con el libro impreso, pero en la editorial nos interesa que la gente lea, sea un libro impreso o en formato digital, pero que lea, y lo que nos quita el sueño es que la gente no lee poesía. El libro vive su época y es digital, también la pandemia y las redes sociales aceleraron mucho eso, pero el ser humano siempre va a buscar la manera de narrar historias, de contar hechos de injusticia cometida contra la humanidad, escribir la imaginación que le atraviesa el corazón, y siempre habrá lectores, siempre existirá la necesidad constante de información, de conocimiento, de imaginación.
¿Qué recomendarías a editores que apenas comienzan su trayectoria?
Yo de verdad soy pésimo para los consejos, pero lo más honesto que puedo decir a toda la juventud en general, es que por favor no sean policías, y que lean, pero lean mucha poesía.
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