No hay peor ciego que el que no quiere ver ni mayor drama para un fotógrafo que quedarse ciego en pleno click. “El calor de Aracataca hizo que me quedara ciego por 5 minutos”, cuenta Luis Cobelo, jocosamente, en una pequeña sala del Este de la ciudad en donde hipsters, millennials, fotógrafos de la vieja y la nueva guardia e interesados/as, se dieron cita para escuchar las anécdotas desdobladas de su último proyecto: Zurumbático.
Luis Cobelo (Venezuela, 1970), aterrizó en Aracataca en 2017 con la intención, tal vez, de recuperar el laboratorio de daguerrotipos que el viejo Melquíades delegó en los delirios de José Arcadio Buendía. “Zurumbático nace, realmente, en el 2016. Aunque yo creo que nació antes de ese año, cuando fui la primera vez a Aracataca en el 2007”, nos cuenta Luis un día más tarde en la ahora despoblada y tranquila Galería tres y 3. “En aquella ocasión había ido a hacer una historia de las mujeres del libro, enfocada en las mujeres del pueblo, en la actualidad de ese momento; en los arquetipos”. Un año más tarde, en el cincuenta aniversario de la novela, Zurumbático veía la luz, primero como foto-libro y luego como una exposición proliferante que se ve renovada a sí misma en cada instalación.
“Yo tomé prestada la palabra zurumbático para nombrar el proyecto, porque me parecía muy acertada para mi forma de ser, mi forma de pensar […], como una inspiración de un caribe que yo tengo en mi memoria, en mi psique, en mi crianza, guiado por Cien años de soledad”, afirma Cobelo mientras con sus manos recorre virtualmente la sala para dar cuenta del resultado. Así, frente a cada recorrido, frente a cada mirada, los asistentes encontraron un poco del paico machacado que Úrsula ofreciera a Aureliano y José Arcadio para contrarrestar sus distraimientos y languideces. Collage abigarrado, saturación y aturdimiento, hacen de Zurumbático una experiencia sensible en donde cada espectador, preso de su inconsciente, se ve arrastrado por la fiebre de las imágenes.
—Recién nos comentabas el origen del proyecto y el porqué de la elección del nombre ¿Cómo pensaste , entonces, “lo zurumbático”, “lo abigarrado”, en el proceso de pre-producción del proyecto?
—Bueno, un año antes (en el 2016) volví a encontrarme con el tema y me dije: “bueno, voy a ir diez años después a hacer la misma historia o ¿qué hago?” Una de las cosas que pensé hacer era volver a encontrarme con las mismas personas que había fotografiado diez años antes, ¿no? Esa fue la primera idea. Después agarré el libro y se fueron dando otras cosas. Empecé a subrayar situaciones del libro que me llamaban la atención y pensaba que eso mismo que estaba subrayando podían ser fotografías: como stages, como fotos posadas. Así lo pensaba en ese momento. Y se fue dando. Durante 8 o 9 meses estuve trabajando en ello y un mes antes, ya pensando en el viaje a finales del 2016, me encontré con todo lo que había subrayado y lo puse en limpio, ¿no? Me lo llevé a Aracataca y no hice nada de lo que pensaba hacer de los stages, porque no tuve necesidad. Todo lo que quería fotografiar estaba allí. Todas las cosas estaban a mi alcance y, por supuesto, las cosas están pero yo las creo: realizo una creación en torno a esto.
—¿Cómo se articula ese primer viaje al desarrollo del proyecto?¿Qué persiste?¿Qué cambia?
—Pues cambió el paisaje y cambié como fotógrafo. Ver el cambio estuvo realmente interesante. Al llegar busqué a las personas que había fotografiado diez años antes. Algunas de ellas habían fallecido. Sin embargo, yo tenía mi idea en la cabeza y las busqué más para saludar que para otra cosa, aunque dos o tres de ellas están en el libro. Como fotógrafo y como persona también cambié muchísimo. Pasé de trabajar en formato medio a trabajar en digital y mi mirada estaba más fortalecida. Sentí que estaba más seguro. Diez años después uno crece, uno cambia, uno matiza muchas cosas de su forma de ser y eso también se refleja en la forma de trabajo.
Luis continúa hablando sobre los cambios y sobre el proceso de inmersión en Aracataca, de la experiencia del fotógrafo que, más allá del acto de fotografiar, se relaciona con el paisaje. “Yo siento que logré integrarme… aunque pasar desapercibido no es cosa sencilla”, afirma mientras levanta los brazos y muestra sus tatuajes. “Mi físico, el pelo, los tatuajes, la forma de vestir, quizás, o la forma de caminar, incluso… pues, llamas la atención. Sin embargo, yo no le paraba bolas”. Luis Cobelo inicia, en el 2017, su trabajo en Aracataca en compañía de un amigo que además de realizar las funciones de asistente, “era un poco como otros ojos que yo necesitaba y así lo fue, porque a veces se te pierden cosas y la otra persona está pendiente de ti, ¿no?”. En tan solo un par de semanas, Luis y su amigo-asistente, lograron finalizar casi todo aquello que el fotógrafo, por azar o por estar anotado en la libreta, tenía en su cabeza. “Fotográficamente trabajé con dos cámaras. Una cámara de formato medio, de negativo. Que fue la última vez que la usé y con la que llevaba trabajando quince años. Y una digital. Entonces ya hice como el traspaso definitivo de lo analógico a lo digital. Con tristeza, pero ya era hora de decirle adiós a lo analógico”, concluye Luis con un dejo de romanticismo y melancolía.
—Hace un momento hablabas, por un lado, de un fortalecimiento de tu mirada, de tu perspectiva como fotógrafo. Por el otro, señalas un cambio claro en tu forma de trabajar. Desde allí, ¿cómo ensamblaste la relación con lo fotografiado?
—Mi modus operandi era levantarme muy temprano en la mañana y empezar a buscar las historias que tenía anotadas. Algunas de ellas, como te dije, se fueron presentando solas. Aracataca es un pueblo pequeño y las cosas están, casi siempre, en el mismo lugar. Con todas las personas que fotografié tuve una interacción, digamos… media larga, corta media, pero siempre, por supuesto, hablando claramente de lo que estaba haciendo, de por qué lo estaba haciendo, de lo que significaba para mi él o ella y de lo que podía ser. Probablemente, ninguno de ellos ha leído Cien años de soledad. Es lo más seguro. Probablemente, de todos los que fotografié, habrían unas dos personas que han leído el libro. Pero siempre sabían a qué me refería y aunque no han leído el libro, tienen algunos conceptos. Saben quién es Remedios, la bella, o creen que lo saben pero no lo saben. Es decir, es algo muy particular porque sencillamente, el nombre Remedios, la bella, puede ser cualquier cosa. Las personas mayores eran más cercanas porque ellas si conocían mucho más la obra, conocían más las historias. Pero de la gente joven, nadie.
— Nos decías que para este proyecto usaste dos cámaras, una analógica y una digital, ¿cómo definiste qué equipos llevar? Me refiero a lentes, luces, etc.
—Yo siempre trabajo con luz natural, con la luz que me encuentro. Siempre lo sabía, siempre lo supe antes de viajar. Era una Hasselblad y una Leica. La Hasselblad analógica y la Leica digital. Eso lo tenía claro en el momento y no necesitaba más. Un solo lente: un 50 mm en las dos cámaras. O sea un 1,80 que es un 50 de la Hasselblad y el 50 de la Leica.
Un hielo como el diamante más grande del mundo, un mono amaestrado para adivinar el pensamiento y la cruz de ceniza persistente en la frente de los Buendía son algunos de los stages que Luis Cobelo logró construir en su paso por Aracataca. “Yo no tenía computadora, no tenía pantalla para ver las fotografías que estaba haciendo. Veía todo en la pantallita de la cámara y ya yo ahí decidía las cosas, pero no hacía selección ni nada. Todo lo guardábamos en el disco duro de mi amigo-asistente”, afirma Luis con algo de sobriedad.
—Entonces, ¿cómo fue el proceso de selección de las fotografías?
—Cuando llegué a mi casa, en Madrid, me encontré con el trabajo. Fue la primera vez que lo vi en una pantalla, ¿no? Y yo mismo me sorprendí de lo que tenía. Porque además había hecho fotografías en vertical, casi todas. Porque pensaba, también, en el formato libro. Para mi, creativa y artísticamente, el formato vertical para libro me gusta más, ¿no? Y bueno, trabajé y vi que tenía mucho trabajo en vertical, y empecé a hacer dípticos, empecé a mover las fotografías y empecé a mostrarlas a mis amigos… Entonces me encontré con una sorpresa, porque me encontré con un material que yo no había… me encontré con un tipo de fotografía que me estaba gustando: el resultado de muchos años de hacer muchas fotografías. Fue como el encuentro con una celeridad fotográfica, con una seguridad que ya dices: “de ahora en adelante todo lo que vaya a hacer me va a encantar”.
—Ahora que mencionas el foto-libro, ¿cómo piensas las exposiciones en contraposición con el proyecto del foto-libro?
—Zurumbático siempre fue pensado para ser un foto-libro y una vez que empiezo a mostrar el proyecto a algunas personas y lo empiezan a ver, lo comienzan a ver como una exposición. Yo no lo había visto como una exposición y no es hasta nueve meses después de producir cuando sale el foto-libro. Y un mes después de publicado, se hace la primera exposición. Es hasta ese momento que me doy cuenta que las exposiciones son algo que me va a gustar hacer. Es decir, que las exposiciones van a ser más interesantes, más divertidas. Me va a comenzar a gustar hacer más exposiciones. La última que había hecho la hice, casualmente, aquí en Venezuela en el año 2012 y… bueno, dije que era la última que hacía porque para mi no tiene mucho sentido hacer exposiciones con las fotos puestas de la misma manera todo el tiempo.
—Entonces, ¿desde el inicio pensaste la exposición como un acto proliferante?
—Con Zurumbático, pues la persona que se encargó del festival que fue en Italia, en La Toscana, pues… Ellos hicieron una curaduría, un montaje que fue impresionante, divertido, ameno, dinámico. Y ya a partir de ahí, se me fueron ocurriendo mil cosas. Fueron pasando muchas cosas; la exposición la compraron en muchos sitios. Y después de nueve exposiciones, que es esta de aquí de Caracas, se habrán dado cuenta de hasta dónde llegó mi creatividad, ¿no? Y bueno, ya esta cubierto. No estoy al tope, porque nunca se llega, pero estoy conforme con lo que ha pasado. Porque ya más de esto… ya no da más. Hay que dejarlo así y hay que seguir adelante con otras cosas.
—Ayer mostrabas fotos de cómo fueron algunas de las exposiciones (La Toscana, Madrid, Miami, Costa Rica, etc.), pero de todas, me llamaba mucho la atención esta de Caracas, por lo saturado. Pareciera que, de alguna manera y, a diferencia del libro, que tiene un orden con sus páginas numeradas donde puedes ver las fotos una a una, creo que esta exposición tiene una particularidad. Es decir, como un proceso en donde cada exposición describe un trayecto de interpretación específico asociado, por un lado, a los códigos de interpretación de quien observa, y por el otro, a la saturación como expresión de “lo zurumbático”
—El primer pensamiento que tengo con lo que me estás diciendo es que Zurumbático es muy abierto. Siempre ha sido así y entonces se pueden hacer este tipo de cosas. No se trata de hacer locuras ni mamarrachadas. Se trata de integrar bien lo que significa, también, la posibilidad de que tengas libertad. La libertad no se puede utilizar de forma arbitraria ni de forma desorbitada ¿no? Hay que saber administrar bien la libertad que te dan los proyectos, las cosas, las situaciones. Entonces, Zurumbático para mi siempre fue visto de una forma no plana, no lineal, sino olas. Como olas que vienen y van, como saltos. Entonces las salas se han adaptado siempre a los requerimientos que tiene el proyecto. Los mismos dueños de las salas y los curadores ha puesto su granito, a veces ni tan granito en la cuestión. Por ejemplo, las dos últimas exposiciones: la que hice en Costa Rica y esta de Caracas, he impreso yo toda la fuerza, la fuerza final de ya lo que para mi significa o ha significado esa libertad. No lo que me de la gana pero si de poder hacer algo que a mi me satisface. Es decir, Zurumbático ya camina solo.
Zurumbático tiene entonces una vida propia y una senda que se irá labrando conforme se vayan desarrollando los siguientes dos proyectos del fotógrafo. Pensados como una trilogía que saltará de Aracataca a Buenos Aires y de allí a una ciudad no especificada de Venezuela, esta trilogía tiene como centro ese “espíritu del realismo mágico, de lo fantástico, de lo latinoamericano”. Lamentablemente, al momento de publicación de ésta entrevista, la exposición caraqueña de Zurumbático ya habrá llegado a su fin. Admirada, una última vez por el pelotón de desmontaje, Zurumbático ha de seguir su camino a Oporto en donde nuevos códigos de interpretación se encuentran en su espera.
Coda para fotógrafos, frikis, hipster y nerds de la fotografía
—¿Qué cámara usas?
—Las cámaras que he usado siempre han sido: HasselBland, ya no la uso. Hasta Zurumbático, HasselBland de formato medio, negativo. Aparte de eso, he usado Nikon, toda mi vida. Y ahora uso las cámaras que me prestan. Tengo una cámara propia que uso muy poco, pero bueno las grandes compañías… Es decir, Canon me presta una cámara, Leica me presta una cámara y así.
—¿Cuáles son tus lentes preferidos?
—Los lentes, siempre, siempre, 50 mm.
—¿Con cuál resolución te gusta trabajar?¿Cuál es tu software preferido de edición? ¿Cuál es tu proceso de post-producción preferido?
—El proceso de revelado o producción. Yo no suelo retocar nada. No trabajo con Photoshop. Trabajo con Photoshop y con Lightroom, pero no retoco nada. Bajo luces, bajo algún color (bajo amarillos, bajo azules). Pero, en general, hago un trabajo como si estuviese trabajando en el cuarto oscuro. No hago manipulaciones de ningún tipo. Ni cropeo (sic) excesivos, ni nada por el estilo. Ya yo con la toma… La toma para mi es… o sea, tiene que estar el 90 % de la foto. Porque la edición es muy agradable de hacer, a mi me gusta mucho, pero no voy a pasar otro 90 % de mi tiempo trabajando una imagen que ya la he pensado y la tengo claramente en la toma cuando hago la foto.