La hipótesis es simple: el músico no escucha música sino instrumentos por separado y analiza su composición. La escritora ya no lee sino que decodifica una estructura para proponer una propia. La socióloga y el filósofo ya no viven sino filosofan, reproducen la imaginación sociológica ad infinitum.
Escritura y deseo. Se creería que las y los escritores escriben lo que desean, sin embargo, lo que se escribe es una combinación entre el deseo del que escribe, especular lo que el público desea leer y lo que de forma inconsciente ha construido la psique creativa del autor y autora en torno a lo que es escribir o la escritura en sí misma (nótese que dice público y no “lector” o “lectora”). Bastante performance la escritura. Incluso cuando se escribe para sí mismo o para sí misma. Me permito una cita para redondear toda sentencia sobre la escritura, es Joel Brouwer sobre el reseñismo poético: «…la experiencia sólo ha acomplejado más mi confusión».
Otra hipótesis: el ensayista escribe sobre lo que quiere no sobre lo que los demás quieren, a menos que sea un divulgador o divulgadora de algún tema en específico. El ensayista más que escritor es un pensador. Una pensadora. Es decir, puede que los ensayistas no sean escritores después de todo, puesto que de releer lo que alguna vez escribieron, lo borrarían o reescribirían. Si son escritores es mas a fuerza de reescribir que de la escritura misma. El ensayismo es palimsesto puro.
Una aclaración: en público caben lectores reales, es decir, personas que se topan con la obra sea por azar o reconocimiento, así como también están los pares literarios y el campo literario en general y el resto de fantasmas: crítica, periodismo cultural, reseñismo, ¡el canon!, ¡la tradición!, entre otros.
Los temas expanden y achican al mismo tiempo. Cuando se escoge un tema o una línea de trabajo suele recortar la deriva propia del ensayo y el reto es doble. Lidiar con la creatividad y al mismo tiempo con los propósitos. El corsé no le queda bien al ensayo, pero igual da resultados. Por eso es que todo texto ensayístico debiera ser un borrador para así sacar ideas de él y posteriormente desarrollarlas una a una con las maneras que merezcan o que pretenda la ensayista, el ensayista. Estas y otras razones hacen que el ensayo esté más vivo que nunca, sobre todo por el circunstancial digital. El blog, el newsletter se adaptan a él como si estuviesen hechos para ensayar. Las distintas formas de publicaciones en redes sociales, etc. Aún en cualquiera que sea su estilo o estética, son perfectas para el ensayo. Pero el ensayista debe estar preparado, preparada para cualquiera de los escenarios. Para el del corsé y el de la libertad. No existe cosa que implique más disciplina que la libertad. Por ambas razones se requiere autocontrol y eso no es más que un tipo de inteligencia, algo que se desbloquea con el tiempo. Hay escritoras, escritores que nunca consiguen ese clic en sus vidas, así como hay aquellos que lo hacen de forma inconsciente. Lo mejor sería, tal vez, lo segundo. Ser demasiado autoconsciente resta a la literatura como arte. He allí el privilegio del ensayo, de quienes lo cultivan, su transgenerismo es al mismo tiempo temático como estilístico, teórico incluso. Nació misceláneo el ensayo en temáticas y puestas en práctica. Si no se entiende esto último se está condenado a la monografía, a la reseña, al informe. En el caso del ensayo es importante el aburrimiento, pero funciona de otra forma, no es el aburrimiento en tanto falta de interés, sino como una cualidad. En este tiempo en el que todo debe entretener, lo que aburre implica concentración, meditación. Por lo tanto, reflexión. Si aburre, es buena señal, al menos para saber que no baila pegado con la estética influencer.
Otra razón del ensayista o variación sobre su forma de obrar, es que solo escribe para sí, en un para sí desdoblado en diálogo con la subjetividad ensayista, no es el caso del novelista que es un para sí colectivo, una suerte de individualidad compartida con fines onerosos. El ensayista por su parte escribe en un para sí multidireccional, conversa con sus otras voces y ensaya sus posibles respuestas. No es un para sí dialéctico, escritor-lector sino se ubica en un plano tercero, es un diálogo existencial que se despliega en el proceso del ensayo mismo y en ese sentido, esa subjetividad opera de distinta forma en cada ensayista, porque es la sustancia de su propia esencia reflexiva haciendo una síntesis nueva de su permuta con el lenguaje, que no es más que su caja de herramientas personal en donde se conjugan técnica y experiencias.
Porque el ensayista sabe que no se escribe para ser leído sino para escribir sin más. Para pensar sin más. El ensayista no escribe para leer sino para dar cuenta que ha leído algo inexistente y que en su intento por aprehenderlo suelta un vástago que apenas se parece a lo que pretendía. El ensayista no hace sino urdir índices del libro no escrito. Escribe lo que quiere leer y no encuentra. El ensayista sabe, sobre todo, porque ha pasado por los otros géneros, (porque no se puede ensayar sin conocerlos todos, porque ha leído mal y demasiado) que la escritura no es para ser leída, que aquella que consigue serlo es mero accidente, social o de su propio sentido de la oportunidad o utilidad como mercancía. Es por eso que lo publicado no suele representar su verdadera obra, que la puede encontrar en la abstracción de imágenes de su mente y si acaso sus libretas de apuntes, sus archivos desperdigados en el computador, las entradas truncas del blog. Por ello, el último libro, el que están escribiendo o el que están pensando, es realmente el que les representa como escritores o escritoras.
La voz en la que está escrita este texto, este ensayo, es efectista, grandilocuente, performático (máscara) porque es la única forma de que ciertas ideas se escriban, no necesariamente porque sea el propósito del ensayo. Contradicción, paradoja, sinsentido, también forman parte del texto ensayístico, de su corsé o ausencia. El primero, asfixia y el segundo sostiene la ansiedad de su ausencia y al escribir sobre ello se supera, deja de ser experiencia para convertirse en una estructura en apariencia ordenada. Que esté escrito no quiere decir que sea verdad, aunque esa sea la lógica inscrita en nuestras sociedades alfabetizadas, que esté dicho desde la autoridad o cierta seguridad no quiere decir que lo sea. La afirmación como la duda, en tanto ritmos o música suelen ser ripios mentales, trampas, como cualquier conjunto de letras diagramadas. El texto está en todas partes y nos engaña en partes iguales. En la tablilla, en el papiro, los pergaminos, el papel, las pantallas, el shitposting.
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