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¿Qué lleva a una persona a dedicar su vida al cuidado de los otros, hasta el punto de anularse? La abnegación: sacrificar los propios intereses para servir a los seres queridos, movido por la bondad y por el amor hacia ellos. Pero, ¿es esto algo digno de alabanza, o esconde otras servidumbres menos nobles? ¿Qué pasa entonces con la obligación para con uno mismo, el derecho a realizarse y ser feliz? ¿La bondad y la ausencia de egoísmo implican anularse, renunciando al cumplimiento de uno mismo? Pero, ¿acaso tenemos elección?
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Estrella nublada plantea una situación desgarradora. Podría pensarse que estamos ante una denuncia de la situación de la mujer en un contexto tradicional. Pero esto es engañoso. Nita, la protagonista, es la única de las mujeres que se sacrifica. Su hermana menor solo piensa en ella misma, hasta el punto de robarle el novio. La madre sobrevive, abrumada por la situación. El padre no es un tirano ni un hombre encerrado en el tradicionalismo, sino un maestro culto que recita a los románticos ingleses y trata por igual a hijos e hijas. El hermano mayor, Shankar, que según la lógica patriarcal debería hacerse responsable, solo piensa en perfeccionar su canto. Solo el otro hermano se responsabiliza, junto a ella, pero dentro de sus limitaciones.
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Precisamente ese es el origen del desgarro: Nita vive envuelta en esos sueños románticos de independencia y auto-realización, pero se ve privada de ellos: el contexto se lo impide. Podríamos entonces pensar que se trata de una denuncia de la situación: la precariedad social de los colectivos afectados por la partición. Esto está implícito, pero la película trasciende ese contexto para interpelarnos. Nos plantea un dilema ético en el que millones de personas viven atrapados. Un dilema en cierto sentido irresoluble: lo que condena a Nita es su carácter bondadoso. No puede dejar de preocuparse por la supervivencia de los suyos. Asume responsabilidades que no le corresponden, para liberar a su hermano mayor y permitirle que se convierta en un artista. Esta es precisamente su última razón: ella ocupa su lugar y da cobertura a su pasión. Pero la admiración que siente por su arte tal vez sea el reflejo de su falta de autoestima. De ahí que nos resistamos a considerar su sacrificio como algo realmente positivo, sino como el resultado de emociones que no logra controlar.
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Nita no es la pobre víctima a la que se obliga a servir a los demás. No es una esclava atada por cadenas y forzada por otros motivos que los que le impone su conciencia, que la aísla de aquellos a quien sirve. Su dedicación ni siquiera obtiene el premio del reconocimiento. Incluso la convierte en alguien extraño para ellos, pues no pueden comprender su debate interior. La traición de la hermana es elocuente, y conmovedor el momento en el que la madre le dice que se ha convertido en una extraña para ella. Más adelante el padre, que realmente la ama, la expulsa de la casa, en un ataque de demencia. La familia se ha convertido en una trampa: se lo da todo y se lo quita todo.
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Si algo la esclaviza es su sentido de la responsabilidad y su falta de egoísmo. Justifica la dejadez de su hermano mayor, pero ella misma no se permite seguir su deseo de estudiar. Es demasiado madura y responsable como para permitirse seguir sus inclinaciones personales. El artista, por contraste, aparece como un inmoralista, con tintes infantiles (mientras la familia se preocupa por como pagar el alquiler, él esta preocupado por su imagen). Sublime egoísmo del hermano que condena a Nita. De ahí que la película se centre en esta relación, que da paso a escenas destacables, como cuando llora al escucharlo. La belleza despierta sentimientos encontrados, una combinación de exaltación y de tristeza en la cual se identifican los hermanos. Pero él como protagonista y ella como su privilegiada espectadora. Sólo cuando ella enferma, y él ya ha iniciado su carrera, la invita a cantar con él en la penumbra, en una secuencia memorable en todos sus aspectos: por cómo está filmada y por lo que significa. Esta mezcla de belleza y de melancolía es el estado dominante desde la primera hasta la última toma, dándole un halo romántico. Este mismo estado es el que caracteriza una vida llena de aspiraciones y de sufrimientos. Acaso sea este amor al arte de su hermano lo que la condena. Y él lo sabe, lo cual da a su relación un giro extraño, en el cual él ejerce en cierto modo de verdugo al aceptar su sacrificio. Esto nos lleva a cuestionar la visión aristocrática del arte, pero también a preguntarnos por nuestra propia posición vital en esa relación. Todos tenemos algo de Nita y algo de Shankar.
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Pero tal vez el dilema ni siquiera exista: ¿realmente, podemos escoger? ¿Puede Nita liberarse de esas responsabilidades? ¿Qué pasaría si se empeñase en estudiar y dejase de mantener a su familia? Probablemente se desmoronaría. Ella es el pilar sobre el que se sostiene, pues el hermano mayor es incapaz de ello. ¿Tiene siquiera sentido plantear la posibilidad de una liberación de todo compromiso familiar? ¿Hasta que punto estos compromisos nos anulan, hasta que punto son parte de nosotros? ¿Es realmente esto lo que nubla la estrella de Nita? En todo momento actúa como miembro de una familia, sin la cual su existencia es impensable. Su sacrificio posibilita el triunfo de su hermano, el cual finalmente traerá la prosperidad al resto, pues su arte es una fuente superior de bienes que aquellos que Nita, y el hermano menor, pueden aportar. En realidad lo que ella ha hecho es “lo normal”: trabajar para mantener a su familia. Desde esta perspectiva, la individualidad es lo de menos. Nita sería una parte de un organismo que debe soportar el peso del sistema, que solo con su sacrificio logra florecer. Por eso la cámara la ama: no puede dejar de reconocer su grandeza, a pesar de su fragilidad y de sus ilusiones destrozadas. Estamos ante un homenaje a todas las nitas de este mundo, sin las cuales acaso el ser humano ya habría perecido. Un homenaje y una invitación, llena de amor, a cambiar de perspectiva. Es su capacidad de conectar el dilema ético con una puesta en escena fascinante, teniendo en cuenta la dimensión social y las emociones más candentes, lo que convierte a Estrella nublada en algo extraordinario. Pocas veces el cine ha llegado a tal grado de complejidad y de belleza.
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