La segunda serie de “Estudios culturales en Venezuela” (ver la primera aquí) se caracteriza porque cada uno de los textos que la componen toma un producto u objeto cultural, como le gusta decir a Miguel Antonio Guevara, para según el caso criticar, comentar, deconstruir, o reflexionar sobre aspectos de la cultura al cual pertenece el objeto seleccionado.
No se trata de crítica de arte, en el sentido tradicional, porque el objeto final de la operación intelectual no es el producto en tanto que objeto artístico o cultural y ni siquiera considerado en su contexto socio-cultural o histórico, sino el contexto mismo en el cual está imbuido.
Siguiendo a Beberly (“La persistencia del subalterno”, 2002) se podría decir que los textos se ubican en el espectro dado entre los polos de la “crítica cultural” latinoamericana, definidos por el desenmascaramiento post-estructuralista o deconstrucionista de Nelly Richard y Alberto Moreiras, y la crítica negativa a lo Escuela de Frankfurt de Beatriz Sarlo y Luis Britto García.
Sin embargo es necesario añadir que los autores escriben como consumidores de los objetos culturales tratados y estos son en su conjunto productos de la industria cultural. No se trata de denunciar como el producto reproduce una ideología y la lógica de industria cultural de masas, sino de usarlo para intervenir en diferentes ámbitos de lo social mediante una suerte de dialogo con el lector o interesado.
Los textos de la selección toman por objeto música, cine, fotografía, pintura, literatura y videojuegos, para hablar de política, historía, género, juventud, economía, prácticas y hábitos culturales, entre otros temas.
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