¿Conoces a Georgina Herrera?
Elogio grande para mí misma
Yo soy la fugitiva
soy la que abrió las puertas
de la casa-vivienda y “cogió el monte”.
No hay trampas en las que caiga
tiro piedras, rompo cabezas.
Oigo quejidos y maldiciones.
Río furiosamente
y en las noches
bebo el agua de los curujeyes,
porque en ellos
puso la luna, para mí sola,
toda la gloria de su luz.
Poeta, novelista y cuentista cubana nacida en el año 1936.
Nació en la provincia de Matanzas, específicamente en Jovellanos, un municipio con gran parte de la población de origen yoruba.
A los nueve años escribió sus primeros textos literarios y publicó por vez primera a los dieciséis años en diarios de La Habana. En estos primeros poemas, que fueron refugio, Georgina escribió desde el dolor, era una muchacha de familia pobre, con padre ausente y madre fallecida cuando la poeta tenía apenas catorce años.
Pobreza ancestral
Pobrecitos que éramos en casa.
Tanto
que nunca hubo para retratos;
los rostros y sucesos familiares
se perpetuaron en conversaciones
(…)
Soy
la sobreviviente,
la que está aquí,
la fuerte.
Solitaria.
Después de trabajar como doméstica en casas de familias adineradas, y tras el triunfo de la Revolución cubana, logró abrirse paso en el mundo literario. Más adelante comenzó a desarrollar guiones para el Instituto Cubano de Radio y Televisión.
Georgina publicó su primer poemario, titulado GH, a través del grupo literario El Puente, en el año 1962. Sus temas distan del panfleto político, sitúa su voz en el espacio íntimo, cotidiano, en el género, la identidad negra.
Su poesía revela aspectos hermosos o terribles de la cotidianidad, con una audacia que roza una inocencia esencial, sin abandonar la lucidez de una sensibilidad que la poetisa parece entresacar de rincones turbios y que ella aclara con la sencillez y la ternura.
Mirta Yánez. Poeta, filóloga y periodista cubana.
Georgina se alejó de los temas generales o los cantos elegíacos políticos, centró su trabajo literario en una visión más personal que le permitió ahondar subjetividades desde su yo. Esto es algo importante, puesto que fue una de las voces del continente americano que, al igual que la poeta Anne Sexton, hizo de la poesía confesional un lugar para reivindicar la experiencia de la mujer, en su caso con especial tratamiento de la mujer racializada.
Las aguas van cogiendo su nivel
Mis orishas y mis negras viejas
no necesitan
que en un rincón les pongan alimentos
ni agua para la sed.
Lo que les quema la garganta
son las ganas de justicia.
Visto así,
los he puesto a viajar,
no en esos barcuchos,
atenazados por los traficantes.
El viaje, ahora, es al revés.
Puse alas en mis palabras
y en las palabras están ellos.
A través de su retórica íntima, Herrera logró darle un lugar al sujeto femenino y sus subjetividades:
Segunda vez ante un espejo
Desnuda.
Algo como de escarcha cierra los cauces
de mi piel. Busco
lo que pueda ampararla; rápida
cruzo ante el espejo
como la misma luz en tiempo
que de tan breve no podrá medirse.
Pero queda clavado entre mis ojos
el retrato de lo que soy.
Me asusto, ya después, me acepto.
Intacto
está en mi cuerpo un tiempo
de lejano esplendor.
Donde hubo gloria
nada estará vencido, y, siendo así,
mis manos se concilian
con lo que palpan, cuando
lo toco agradecida
(…)
Y reconstruyó para sí misma una historia personal de su etnicidad y su sangre antepasada:
Ubi Sedi
En lengua de mis mayores,
digo todo
lo que mi Madre Única complace.
Desde Abeokuta, donde
nació aquella mujercita engañadoramente endeble,
en realidad Olosi,
fui yo la elegida para decir.
Por sobre muchas cabezas de parientes
buscó la mía, puso
su mano en ella y dijo:
“Tú, son lucumisa”.
Por su boca hablaban “todas
las estrellas del cielo” en nombre
de Abolá. Ella, la principal,
que lleva
cadena de plata en los tobillos.
Omi Sande me llama
porque hija suya soy, legítima.
Su voz aquí, sus ruidos,
su movimiento como irumí,
Acho ayiri.
Mi paso lento se hace
por la jícara de agua que nadie ve y no importa.
Ella la puso sobre mi cabeza para mi bien y basta.
A ella le debo,
la nombro siete veces
con siete nombres suyos.
Después le digo:
Ororó, irawá, “rocío
de la madrugada”, y siempre
va ella sobre mí, como si fuera
oyaba soro
y hace iré aye en mis mejillas
para que nunca olvide
quién soy, de dónde vengo, a qué me debo.
Vuelvo a llamarla y viene desde
el fondo de los océanos.
Llega, recibe lo que le ofrezco.
Entonces, me limpia suave, espaciosamente
con ramitas de ifefe y okablebe; tengo
hasta mi día final iré.
Publicó Gentes y cosas (1974), Granos de sol y luna (1974), Grande es el tiempo (1989), Gustadas sensaciones (1996), Gritos (2004), África (2006), ay Gatos y liebres o Libro de las conciliaciones (2010). Ha sido traducida a varios idiomas, forma parte de antologías poéticas y un libro bilingüe con selección de su poesía ganó en el 2016 el Premio de Libro Latino al Mejor Libro de Poesía Bilingüe. Aún con todo este legado, Georgina no es una poeta suficientemente difundida:
Es la poeta cubana más sencilla del último siglo. La más paciente y emotiva, quizás la más consciente de la simultaneidad del sufrimiento y la alegría, de la fugacidad de lo terrible y la permanencia de lo amable. Su mirada limpia y tristísima extiende su maternidad hacia la gente y las cosas sensibles. Sus versos nacieron iluminando la pobreza real, atravesando discriminaciones y otros pesares hasta revelarnos el envés de lo doméstico y convertirse en reina cimarrona, mensajera de nuevas sublevaciones del corazón y la esperanza.
Roberto Zurbano. Poeta y crítico literario.
Aun desde un lugar que algunos críticos señalan como marginado, Georgina logró hablar desde sus urgencias, levantó las voces y memorias de su ancestralidad, resignificó a su manera la maternidad, lo femenino, y habló de la etnicidad desde un tono personal y auténtico.
Lejos de caer en el olvido, su legado es reconocido cada vez más, tanto así que en Brasil el proyecto Orisun Oro, un esfuerzo por difundir la poesía de escritoras afrolatinas, fue inspirado por Georgina.
Gritos
Estas palabras, aparentemente suaves y tranquilas,
palabras transparentes, sí, pero tenaces.
Llegan, entran, se quedan para siempre.
Son mi manera.
Así es que grito,
y sé que me hago oír
Referencias
Collado Cabrera, Bibiana. 2011. “Cimarroneándose y en bocabajos” ¿Una poesía afrocubana de la Revolución? El caso de Georgina Herrera. Altre Modernità, n. 6 (noviembre):74-84.
Hedeen K. M., 2004, “Georgina Herrera, género y etnicidad”, La Gaceta de Cuba ener-feb, pp. 42-46.
Herrera G., 2009, Gatos y liebres o Libro de las conciliaciones, Ediciones Unión, La Habana.