Final Fantasy VI trascendió en la historia de los videojuegos por varias razones: su trama, protagonistas, construcción del mundo, banda sonora y más. Junto a todas ellas está su antagonista principal, Kefka Palazzo.
El que se nos presenta como un bufón con un atuendo llamativo y una actitud confusa y violenta llega a convertirse a medida que transcurre el juego en uno de los villanos más memorables dentro y fuera de la franquicia, y esto se debe al alcance de sus acciones, sus ideales (o falta de ellos), su comportamiento impredecible y su manera de recordarnos que el mal no debe tener una razón trascendental para ser.Para cerrar esta serie de escritos alrededor del aniversario 30 del lanzamiento original de Final Fantasy VI, daremos algunas luces sobre el personaje de Kefka Palazzo y su rol en la historia, y las referencias artísticas y filosóficas del personaje; todo para entender su impacto en el mundo de los videojuegos y por qué llama tanto la atención.
Algunos momentos clave
Como jugadores, nuestro primer encuentro con Kefka se da en un flashback donde vemos cómo pone un dispositivo sobre Terra, una de nuestros personajes, para controlar sus acciones y convertirla básicamente en una marioneta y un arma del imperio Gestahl. Posteriormente, él envía a Terra a Narshe para retirar un supuesto Esper congelado en una las montañas del pueblo, pero pierde contacto con ella.
Ya en la actualidad, vemos por primera vez a Kefka llegando al castillo de Fígaro en medio del desierto con la misión de solicitar información sobre Terra. Allí, Edgar Roni Fígaro, rey y también otro de nuestros personajes, se hace el tonto, afirmando que no sabe nada de ella. Posteriormente, Kefka prende en llamas el castillo, pero Terra y el resto de personajes huyen exitosamente mientras dicho castillo se esconde bajo las arenas del desierto.
Más allá de esto, no vemos por primera vez el impacto y alcance de su crueldad sino un tiempo más adelante, cuando envenena el suministro de agua del castillo de Doma, asesinando a todas las personas del lugar, con excepción de Cyan. Es una situación que deja efectos duraderos, sobre todo su arco de personaje, siendo un acto tan inhumano que aborrece al propio Leo, colega de Kefka y general del Imperio.
Sin duda, uno de los momentos más importantes del personaje sucede mucho más adelante, en el final de la primera mitad del juego. Allí, Kefka se rebela frente al emperador Gestahl, empujándolo desde el Continente Flotante hacia una muerte segura, para posteriormente desalinear las estatuas de la Triada Marcial y causar el fin del mundo tal como lo conocemos. Lo más terrible de esto es que Kefka es plenamente consciente de las consecuencias de sus acciones y aun así continúa moviendo las estatuas, feliz por la destrucción que causará.
Después de esto, no lo veremos sino hasta la batalla final del juego, cuando llegamos a la habitación final de su torre y les dice a los personajes que sus razones para vivir son insignificantes y que ellas serán destruidas. Después de combatir contra las tres etapas de la Estatua de los Dioses, revela su forma divina y afirma que conceptos como la vida, los sueños y las esperanzas son insignificantes y que los destruirá.
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Si bien pueden pasar muchísimas horas entre el encuentro en el Continente Flotante y esta batalla, Kefka no está para nada ausente en el videojuego. Su presencia se siente en todo el Mundo de Ruinas, siendo quien le da origen y ocupando el lugar del dios que rige las vidas de todos mediante el miedo y la violencia. Su influencia es tal que inspira a un grupo de personas para formar un culto en su honor.
El hombre detrás de la risa
Si el resumen anterior no da luces suficientes sobre la personalidad de este personaje, lo siguiente lo hará. Kefka es un ser completamente egoísta, sin interés por nada ni nadie que no sea él, carente de cualquier ápice de empatía y/o simpatía hacia los demás, que no los ve como algo más allá de simples molestias o alimañas en su búsqueda por el caos.
Su forma errática de actuar es un efecto de los experimentos que convirtieron a Kefka en el primer caballero Magitek. Si bien recibió la habilidad de usar magia muy poderosa, el proceso no había sido perfeccionado en ese momento, lo que dañó para siempre su mente y lo convirtió en una persona sedienta de sangre y difícil de predecir. No se sabe cómo era él antes de este experimento, y para términos de la historia no es algo realmente importante.
Además de egoísta, Kefka es también una persona cruel, sin miramientos al momento de infligir dolor a otros seres de diferentes maneras por mero y simple disfrute. Vemos esto en diferentes momentos, como el genocidio en Doma, la tortura a Shiva e Ifrit en el Laboratorio de Investigación Magitek, el asesinato del general Leo, el del emperador Gestahl más adelante y, evidentemente, el cataclismo que da pie al Mundo de Ruinas.
Curiosamente, aunque es un personaje desalmado y que no valora ninguna forma de vida, Kefka puede llegar a ser muy inmaduro de vez en cuando. Uno de los mejores ejemplos de esto es la llegada al castillo de Fígaro, su primera aparición en el tiempo presente del juego. Allí, tiene una rabieta al ver que hay arena sobre sus zapatos, y les exige efusivamente a los guardias que los limpien.
Kefka puede llegar a ser “cómico”, lanzando algún que otro chiste ocasional por más oscuro que sea. Por ejemplo, antes del enfrentamiento final, Kefka considera que las razones de cada uno de los personajes para seguir viviendo parecen ser sacadas de un libro de autoayuda. Considerando que su apariencia recuerda mucho a un bufón, que haya desarrollado cierto sentido del humor, aunque muy cuestionable, no es del todo descabellado.
Hablando de humor, uno de los rasgos característicos de Kefka es su risa malévola y que expresa en varios momentos del juego cuando algo sucede como lo quiere. Esta risa está incluida en el último movimiento de Dancing Mad, el tema de fondo de la batalla final de Final Fantasy VI y que cuenta con cuatro partes, cada una dedicada a una de las fases del enfrentamiento.
Etimología
Entrando en los terrenos de la etimología, el estudio del origen de las palabras, uno de los posibles orígenes del nombre de Kefka viene de Franz Kafka, un novelista y escritor de finales del siglo XIX y principios del siglo XX conocido, entre otras cosas, por abordar temas existencialistas y retratar protagonistas que, más de una vez, enfrentan el lado absurdo de la vida en situaciones inverosímiles. Sin embargo, el nombre de nuestro villano también guarda relación con Kurt Koffka, un psicólogo alemán que fue clave en el desarrollo de la psicología de la Gestalt.
Respecto a su apellido, Palazzo, estamos frente a un término italiano que, como quizá sospeches, podemos traducir al español como palacio, castillo o tal vez mansión. Considerando que, en la segunda parte del juego, Kefka crea una torre a partir de restos de otras ciudades y que menciona su intención de crear un monumento de la no-existencia, la elección de este apellido cobra mucho sentido.
Sin embargo, yendo un poco más allá, si recortamos un poco la palabra, obtendremos el término pazzo, que al español podemos traducir como “loco”. Yendo todavía más lejos, la pronunciación de palazzo es muy similar a la de pagliaccio, el equivalente en italiano de la palabra “payaso”. Es un parecido que fácilmente podría ser intencional si consideramos, por un lado, el turbio sentido del humor de Kefka, y por otro su atuendo colorido.
Kefka y el nihilismo
Después de alcanzar el poder divino y el conocimiento supremo sobre las cosas, Kefka nos comparte su visión sobre la vida. Él cuestiona por qué las personas nos esmeramos en construir cosas que sabemos no pueden durar por siempre, así como nuestro deseo de vivir incluso sabiendo que no somos eternos, todo para concluir que, más allá de las razones personales de cada protagonista, la vida no tiene un sentido ni propósito intrínsecos. Por ende, no hay razón alguna para que no sea destruida, y como Kefka ama destruir este es su propósito personal.
Este razonamiento de Kefka lo acerca hacia lo que entendemos por filosofía del absurdo o absurdismo. Una teoría filosófica que expresa que el mundo en sí mismo es irracional, y que intentar encontrarle sentido nos llevará a entrar en conflicto con él. Dicho conflicto puede darse entre nosotros, personas racionales, y la irracionalidad del mundo: la intención de nuestras acciones versus el resultado de ellas, el sentido que subjetivo que le damos a la vida contra el propósito objetivo que pueda tener o no, etcétera. En este caso, Kefka apunta a lo segundo, pues caracteriza la manera en que las personas construimos cosas sabiendo que serán destruidas tarde o temprano y cómo nos aferramos a la vida sabiendo que todos vamos a morir.
De fondo, esta visión de que la vida no tiene sentido recuerda un poco al nihilismo, una corriente filosófica que rechaza características o valores fundamentales de la existencia humana. De manera más puntual, estamos frente a un caso de nihilismo existencial, que considera que la vida carece de un propósito objetivo o, puesto en otros términos, que no tiene una razón superior. Esta postura tiene una relación interesante con otra corriente filosófica y más adelante literaria, el existencialismo, que responde a esta situación con la idea de que nosotros, las personas, podemos crear un sentido subjetivo en torno a nuestra propia existencia y así poderla dotar de sentido.
A grandes rasgos, esto último es lo que hacen nuestros personajes frente a Kefka poco antes de luchar contra él: exponer sus razones personales para vivir y luchar por el mañana, lo que ocurre, en parte, porque la realidad que les rodea es completamente desoladora y vacía por sí misma. Siendo así, nosotros no solamente luchamos contra un bufón con poderes divinos y sed de sangre, sino también contra la postura filosófica que él representa y sus alcances, todo esto contrario a lo que nuestros personajes profesan.
Hay un concepto japonés que concentra la esencia de esta batalla: mono no aware, que podemos traducir como “empatía hacia las cosas” o “sensibilidad hacia lo efímero”. Este término refiere a la conciencia de la brevedad de lo que existe y una ligera tristeza o melancolía sobre ello. Vinculándolo a la lucha entre Kefka y nosotros, nuestros personajes se anclan en la idea de que, si bien la existencia humana es breve, es hermosa por esa misma razón y los momentos que ofrece, por lo que merece ser conservada.
El Caído
La forma final de Kefka en el clímax de Final Fantasy VI merece especial atención.
Como mencionamos en el primer artículo de esta serie, los tres pares de alas que Kefka agregan unos aspectos de dualismo en este personaje. Si bien él ha alcanzado ha alcanzado la divinidad y es ahora el Dios de la Magia, es una deidad cruel y desalmada con los humanos que ha creado una suerte de infierno sobre la tierra, algo más propio de un demonio que de un ángel.Curiosamente, el sprite de Kefka en la batalla final nos ofrece una situación opuesta a la que vemos en La Creación de Adán, uno de los frescos del pintor Miguel Ángel dentro de la Capilla Sixtina. Aquí, en vez de tener un Dios que nos alcanza con su mano derecha (Adán representando a la humanidad), Kefka retrae la misma mano del grupo de personajes, y con la izquierda hace un gesto de repulsión, todo mientras tiene una sonrisa burlona en su rostro. Dios está contra nosotros ahora.
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Un villano como pocos otros
Parte de la fascinación de Kefka, al menos dentro del fandom de Final Fantasy, es su manera de romper con la tradición de antagonistas principales que la franquicia nos había presentado hasta entonces, y es que Kefka es un personaje con mucho más diálogo y presencia a lo largo de la historia que varios de los villanos que enfrentamos en las entregas anteriores.
En el primer Final Fantasy, el villano principal es Garland, un caballero caído en desgracia y el primer jefe que derrotamos en el juego. Después de esto, nosotros no volvemos a saber de él sino hasta el final del último calabozo, cuando descubrimos que es la mente maestra detrás de un bucle temporal que los Guerreros de Luz, nuestros personajes, deben romper para evitar su transformación en Chaos, un demonio que busca la inmortalidad.
En Final Fantasy II, debemos combatir contra Mateus, el emperador de Palamecia y que busca dominar el mundo mediante el poder de la magia. A diferencia de Garland, tiene algunas apariciones y diálogos adicionales en la historia, pero nunca llega a tener la misma presencia continua que Kefka tendría en FF VI, ni siquiera cuando se convierte en el emperador del infierno o, en la expansión Soul of Rebirth, el gobernante del cielo.
Por su lado, gran parte de la historia de Final Fantasy III transcurre sin que veamos a Xande, el gran mago que inundó al mundo en tinieblas para así nunca morir. Solo lo vemos poco antes del final del juego, cuando descubrimos que, en realidad, fue manipulado todo este tiempo por la Nube de Oscuridad, un ser misterioso cuyo objetivo era sumir el mundo en tinieblas. Nosotros no sabemos nada de la Nube de Oscuridad sino hasta este momento. Por su parte, nos enteramos de la presencia y objetivos de Xande por lo que dicen otros personajes en la historia.
Respecto a Final Fantasy IV, Golbez es el villano que enfrentamos durante gran parte de la historia, pero descubrimos con el tiempo de que, así como Xande, está siendo manipulado por el verdadero antagonista, Zemus, quien nunca llegamos a enfrentar ni conocer directamente. Por último, Exdeath, el villano principal de Final Fantasy V, recuerda un poco a Mateus con relación a su presencia en la historia, apareciendo solo un poco más que él a lo largo del juego.
La presencia de Kefka es fuerte a lo largo de la historia de Final Fantasy VI y le ayuda a construir un extraña y perturbador carisma frente a los ojos del jugador gracias a sus arrebatos de furia, chistes negros y actitud infantil en ciertas ocasiones, algo que no sucede con el resto de villanos de la franquicia hasta ese punto, que tienen una actitud más fría y calculadora.
Destruir por destruir
Otro aspecto que distingue a Kefka del resto de villanos de la franquicia es que él no tiene un gran plan a futuro ni persigue una meta ambiciosa. No persigue la inmortalidad, no quiere sumir al mundo en oscuridad ni tampoco dominarlo. Lo único que busca es la destrucción, y no destruye por querer conseguir algo más. La destrucción es un fin en sí mismo.
En ningún mundo de la historia, o hasta donde yo recuerde, Kefka expresa intenciones de dominar el mundo a través del poder de la Triada Marcia o de convertirse un dios. Lo único que le interesa es generar caos, y desalinear las estatuas de la Triada era la mejor forma de hacerlo a una gran escala. Hacerse con el poder divino solo es algo adicional en el paquete, nunca fue el objetivo principal de sus acciones.
A propósito de lo anterior, es importante destacar que, hasta ese punto, Kefka es uno de los pocos villanos que realmente llega a acabar con el mundo y gobernar lo que queda después, incluso sin haberlo planeado desde un comienzo. Aunque haya sido por un solo año, Kefka realmente se convirtió en la máxima autoridad global y no hubo nada ni nadie que le pudiese o quisiese hacer frente hasta que nuestros personajes se reagrupan. Si fuésemos uno de los habitantes del Mundo de Ruinas que sobrevivió al cataclismo, estaríamos completamente aterrorizados.
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Intentando verlo desde fuera del fandom, la popularidad de Kefka como villano en la franquicia de Final Fantasy es equiparable solamente a la de Sephiroth, quien muchos consideran (su servidor incluido) como el villano más icónico de los videojuegos en general. Más allá de ellos dos, no parece haber otro antagonista de la franquicia que genere el mismo reconocimiento y de análisis en el mundo de los videojuegos, lo que da cuenta de su trascendencia.
Así termina esta serie de reflexiones sobre Final Fantasy VI para celebrar sus 30 años de lanzamiento original. Haciendo eco de las palabras de un amigo, este juego representa la culminación de todas las intenciones y visión que se tenía para la franquicia en las primeras 5 entregas. En la sexta, todo engranó para dar lugar a un juego que, limitaciones gráficas aparte, es considerado por muchos como el mejor de toda la franquicia. A veces pienso igual.
Ya no hay puntos para guardar la partida. La batalla final está por delante.
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La razón de vivir en un mundo de ruinas: reflexiones sobre Final Fantasy VI (I)
Medievalismo, dualismo y conflicto: reflexiones sobre Final Fantasy VI (II)