Desde MenteKupa venimos promoviendo la publicación de textos sobre el juego de garrote venezolano con el objeto de dar a conocer esta forma de defensa personal autóctona, pero principalmente con la intención de apoyar la reflexión sobre esta práctica y contribuir al impulso de su desarrollo más allá de la praxis.
Primero publicamos “El juego de garrote, una realidad aparte”, donde el maestro Jesús Alberto Ramos Rodríguez da cuenta de la investigación histórica que viene desarrollando sobre los orígenes y sentidos de la práctica.
Luego tuvimos la oportunidad de publicar a la maestra Ailín Vásquez, quien en un ensayo breve titulado “Anónimos protagonistas / claves sobre el juego de garrote venezolano” reflexiona sobre los sujetos de la disciplina marcial y su olvido por parte de la historia académica.
En esta oportunidad decidimos ahondar en el juego mediante una entrevista al Patio Ambrosio Aguilar. Así nos acercamos a diversos aspectos históricos, filosóficos, culturales, económicos y polémicos de la práctica.
En nombre de MenteKupa me resta agradecer a la gente del patio por su dedicación y empeño, puesto que gracias a su esfuerzo y el de otros compas hoy en Venezuela el juego de garrote sigue vivo y coleando, ganando espacios y practicantes a la par que se hace reconocer como parte de lo nuestro.
Lenin Brea
***
¿El juego de garrote es un arte marcial, un deporte de combate, un método de defensa personal o una expresión artística?
El juego de garrote es una defensa personal, una suerte de esgrima que surge en Venezuela (según registros históricos) entre los siglos XVII y XVIII aproximadamente. Aparte de la esgrima con garrote, comprende la lucha cuerpo a cuerpo y es parte de un sistema de armas de guerra que incluía machetes, cuchillos, lanzas. Por lo tanto, tiene su origen en un entorno y momento histórico concreto, la conquista y colonización del territorio, hoy Venezuela, y tiene presencia en distintos contextos históricos hasta llegar al momento actual.
Es así que adopta parte de las corporalidades, creencias y códigos de honor propios de la cultura que lo desarrolla. Se trata de una disciplina de combate que articula método (formación física, conceptual, y espiritual), técnica (elementos de defensa y ataque como pisadas cuadradas y tijeras; palos a la cabeza, a las articulaciones, rebatidas, puyón, barrecampo, “güebero”; líneas para lanzar-esperar-quitarse-castigar) y valores (dedicación, constancia, autocontrol, respeto, entre otras) que se transmiten a través de las enseñanzas de maestros y evolucionan como tradiciones.
Como proviene de un arte de guerra, conserva el objetivo de formar combatientes hábiles y precisos, que buscan derribar, subsumir, incapacitar e incluso –como en los viejos tiempos– matar al oponente. Como cualquier otro arte, persigue la belleza y la armonía de sus movimientos, y aplica conocimientos científicos sistemáticos en cuanto a la anatomía y fisiología de los cuerpos que combaten, así como de la física que busca la eficacia de los ataques. También, se puede considerar el juego de garrote como un sistema de defensa personal, en tanto históricamente también fue practicado por poblaciones que vivían en el contexto de violencia, pero no estaban involucradas directamente a las guerras o batallas colectivas. Así, muchas mujeres diestras en el juego lograban defenderse de agresores que aprovechaban la ausencia de los hombres cercanos para atacarlas. De esta manera, protegían sus bienes y su integridad física, minimizando o eliminando los riesgos de diferentes situaciones de ataque, que es el objetivo de cualquier método de defensa personal.
Ahora, el juego de garrote tiene características de cada una de esas categorías que mencionas, incluyendo la de deporte, siempre y cuando no se evalúe desde la mirada estandarizada de los monopolios de las organizaciones deportivas. Sus definiciones más acertadas pueden ser “defesa personal” o “arte marcial”. Sin embargo, nos gusta nombrarla defensa personal, porque, en jerga del propio juego, el término “defenso” refiere a una persona que es ducha en el arte de defenderse. El maestro Mercedes nos decía, “aquel hombre era defenso”, o nos hablaba de una mujer que se decía era “defensa” con la finalidad de afirmar que era jugadora de garrote. Como dato histórico, se comenta de Ezequiel Zamora que “dicho por el pueblo era relancino y defenso”.
El juego es un arte bélico, con su peligrosidad y belleza a la vez. Cuando la ejecución de esta esgrima está impregnada de su esencia, se torna bello, emocionante y atractivo ante la mirada de los curiosos. Si lo calificamos como expresión artística, podemos decir que fue gestado más allá de una expresión intelectual, es un método de combate mestizo destilado históricamente ante una necesidad de preservación y/o sobrevivencia del sujeto. Hoy en día, al momento de ejecutarlo (o practicarlo) despierta emociones identitarias en quienes lo contemplan.
Además de la defensiva, ¿la práctica de garrote tiene alguna otra utilidad para la vida cotidiana?
Las disciplinas de defensa personal, artes de combate, artes marciales o como prefieran llamarlas, no están separadas de lo cotidiano. Sus prácticas no se limitan al espacio físico donde se ejecutan, o al momento de su uso por alguna eventualidad de defensa; pues mantener la atención, reaccionar a un objeto que cae, evitar la embestida de un auto, evitar una caída aparatosa, o simplemente generar un diálogo adecuado en alguna discusión acalorada son cualidades que pueden obtenerse con la práctica del juego de garrote u otras actividades donde se requiera una mente y un cuerpo despierto.
El juego es un saber que está inmerso en nuestro pensamiento. Con su sencilla y compleja filosofía aprendemos a identificar y romper con ciertas estructuras modernas que nos acompañan. Podemos decir que es una manifestación contenedora de fundamentos esenciales para la vida. No podemos pretender que al dejar de jugar lo guardamos y luego lo volvemos a retomar solo con las prácticas. No es así, los valores y saberes que definen el juego condicionan el carácter del jugador y su capacidad de respuesta ante cualquier evento, bien sea adverso o a favor.
Ahora bien, nos gustaría responder esta pregunta reformulándola un poco, porque la cuestión de la utilidad responde a un para qué o un por qué, y más interesantes son los cómo, en tanto nos permiten pensar al juego no en términos abstractos o trascendentales, sino concretos y coyunturales. Parafraseando al maestro Jesús Ramos: “Se habla de las armas, pero no de cómo se usaban, porque en efecto todo el mundo puede usar un garrote, pero no todo el mundo sabe cómo usarlo”. O la pregunta de la maestra Ailín Vásquez, que también subraya esta idea: “¿Cómo se hacía un lancero? Porque evidentemente no nacen así”. No nacen así, los cuerpos defensos se hacen, y en quien empuña un garrote, su condición social, su corporalidad biopolíticamente asignada, su grado de subalternidad, todo ello define los usos de la práctica del garrote, defensivos, sí, pero a priori inimaginables en sus potencias a invocar.
Podemos pensar, por ejemplo, en un cuerpo extranjero asignado mujer que sabe defenderse y no necesita tutela, entonces camina segura por las calles de una ciudad metrópoli como Caracas. Segura al menos en cuanto a habilidades personales adquiridas con el juego, que en un contexto machista (estatal, institucional, cultural o urbano) no es poco. Pero también podemos considerar a una persona mayor con problemas de artrosis, o a una a la cual se le ha amputado un pie o una pierna y utiliza el garrote como bastón. Es en estos casos que el garrote se evidencia como lo que es: elemento protésico que se acopla a un organismo. Porque una de las metas del juego es que el palo se vuelva uno con el cuerpo, que se integre, que no pese, que no estorbe, que acompañe el movimiento de manera armoniosa y se impulse utilizando también la fuerza del enemigo. Entonces, puede ser que la pregunta de la finalidad se torne fútil, porque esconde o minimiza la singularidad de los procesos; universaliza los cuerpos y las situaciones que enfrentan; aparta la mirada de las condiciones sociales concretas y ubica al juego en la esfera de las ideas, de las condiciones abstractas, cuando su aprendizaje y su puesta en práctica es, por sobre todas la cosas, experiencial.
¿Cómo es la relación entre participantes? ¿Hay maestros como en el karate? ¿Hay grados, cintas, uniforme?
En el juego hay maestros y aprendices, pero no jerarquías como en otras artes marciales. Si en algo se evidenciaron las jerarquías fue en el sistema castamental que normaba el uso y la distribución de las armas durante la guerra y el proceso de organización del Estado-nación venezolano. Hubo jerarquización entonces, no del juego ni de la técnica (por eso fue posible su devenir de sistemas africanos, indígenas e incluso españoles), sino de los objetos-armas. En dicho contexto, los soldados rasos no podían acceder a armas de fuego, y muchas veces empuñaban las mismas herramientas con que trabajaban las tierras del amo (machetes), o encarrilaban el ganado (garrote). Los sables, los fusiles y la pólvora eran privilegio de las clases altas del ejército, y la imposición de este orden no cristalizó en el juego, lo que se manifiesta aún en la actualidad. Creemos que un maestro de garrote hoy no es alguien a quien debemos temer, sí representa una autoridad, pero no es la autoridad del gendarme burgués y opresor, sino una autoridad en la destreza y el arte de enseñar. Es alguien a quien respetamos por su experiencia y su interés en enseñar y preservar el juego, como un tesoro resguardado de las lógicas hegemónicas y occidentales.
La primera relación que existe en el juego es de confianza. Primero, del que desea aprender y confía en la persona que desea que le enseñe, y luego de la persona escogida para enseñar, que acepta a su discípulo por observar en él o en ella a una persona en quien puede confiar. Sí, existen maestros, pero no necesariamente como los del karate (aunque comprendemos la necesidad de generar una analogía). Existe una relación de respeto, de amistad y de valoración profunda al maestro o maestra que enseña; entendiendo también que la persona que gane el título de maestro en nuestra comunidad es porque ha demostrado una serie de cualidades técnicas, teóricas y filosóficas que le da ese reconocimiento.
Aunque no existe un escalafón explícito como en otras artes, hay un reconocimiento de cuándo se es aprendiz, de cuándo se es jugador o jugadora avanzada, cuándo se es defenso o “defensa”, y de cuándo se llega a ser maestro o maestra en un grupo; ya sea que el grupo esté compuesto de tan solo dos personas. Por tanto, hablar de cintas y uniformes, evidentemente, queda descartado, dejando ese tipo de prácticas a formas más deportivizadas de las defensas personales.
Entre los participantes prevalece una relación de amistad y afecto. Podemos decir que un compañero jugador es un hermano o hermana con quien crecemos y a quien admiramos en la vida. Es ese otro u otra con quien se cuenta para desarrollar el juego. Sin ese otro u otra simplemente no se forma, no existiría el jugador. Ahora, como colectivo en un patio nuestra relación es horizontal, no existen jerarquías. Lo que no significa que tácitamente no haya un respeto y reconocimiento hacia la persona con más experiencia, conocimiento y dispuesta a enseñar. Así es como el discípulo reconoce a su maestro, y este no requiere de certificados para demostrar que lo es, pues solo con la sabiduría, el carácter, el método y su enseñanza, lo demuestra.
¿Dirían que el juego de garrote ha sido a lo largo de la historia un método de defensa popular y de resistencia civil?
Diríamos que, a lo largo de la historia, el juego de garrote ha sido un método de defensa que estuvo popularizado en distintos sectores de la sociedad y que hoy en día ya no goza de esa popularidad. Que ha sido practicado por ricos y pobres, por ladrones y policías, por militares, civiles y hasta curas. Que tuvo sus prohibiciones en distintas épocas, lo que evidencia lo realmente popular de su práctica y su peligrosidad. Ahora, darle la tilde de “defensa popular y de resistencia civil” alejándose de lo militar, podría ser cubrirlo de romanticismo, y no necesariamente hace honor a la historia del juego.
A esta pregunta es necesario quizás oponerle otras: ¿qué es defensa popular?, ¿y resistencia civil? Porque quizás la propia noción de pueblo niegue las singularidades diversas en que devienen los pobres. Creemos que “lo popular” podría ser también un concepto utilizado por el poder para hegemonizar a las clases oprimidas, despojarlas de sus luchas particulares y su particular existencia histórica. “Popular” podría ser fácilmente un eslogan que manejan los Estados progresistas, o no, para hacer política parlamentaria clásica, es decir, reunir votos. Al juego de garrote hay que referirlo a partir de la historia de la gente pobre y racializada de este país que peleó con gente descalza y hambreada en las guerras de independencia, y también en guerras “civiles”, que no eran ni más ni menos que enfrentamientos de clase. Un cuerpo sin órganos (siguiendo el corpus conceptual deleuziano) en el que peleaban no solo hombres, sino también mujeres, niños y ancianos. Gente que generalmente no era considerada ciudadana, y que incluso en etapas posteriores fue criminalizada por la posesión y el uso del garrote, entre otros atrevimientos.
¿El juego de garrote es una práctica machista? ¿Lo fue a lo largo de la historia? ¿Dirían que es un arte viril, mas no machista?
El patriarcado es colonial y el garrote un sistema de combate autóctono, que como cualquier otra estructura social se vio afectada por el régimen heteropolítico impuesto. Sin embargo, hay registros históricos que señalan tanto a hombres y mujeres como hábiles jugadores y jugadoras. El juego tiene cualidades inmanentes que así como no son jerárquicas, tampoco son machistas. Y si acaso eso se manifiesta, debemos entender que es resabio colonial, el pequeño Hitler que Aimé Césaire afirma que todos llevamos dentro y que es lo más difícil de identificar si queremos despojarnos de la blanquitud internalizada. La pregunta por la virilidad nos arroja a otros dilemas conceptuales, pero esta vez en torno al binomio masculino-femenino, mediante el cual el régimen político de la heterosexualidad (al decir de Monique Wittig) asigna cualidades específicas e inequívocas al par hombre-mujer con la esperanza de naturalizar la subordinación de los cuerpos, en este caso basados en el sexo. Pero desde que las corporalidades disidentes irrumpen en el plano de la discusión política, se echan por tierra estos pares binomiales opuestos y excluyentes, poniendo de manifiesto que los cuerpos biopolíticamente asignados como mujeres, por ejemplo, pueden ostentar virilidad, antes monopolio indiscutible del hombre (blanco, rico, heterosexual).
A la pregunta que secunda este punto podríamos sumar las siguientes: así como el garrote antaño se empuñó como arma colonial y posteriormente anticolonial, ¿hoy puede servir como defensa contra el machismo?, ¿legalmente sigue penado el uso del garrote, o puede ser utilizado por las subalternidades como se usa el gas pimienta, por ejemplo? La práctica e investigación del juego nos invita a abordar hoy estas nuevas preguntas.
Por tal motivo, creemos que el juego de garrote no es machista, los hombres son machistas, las mujeres son machistas, las sociedades son machistas. En tal caso, es la persona que lo ejecuta y su educación la que decide si excluye o no a la mujer de esta práctica. Ahora, fue normal esa exclusión en una sociedad donde el hombre tenía el deber de “proteger”. Por otro lado, la virilidad puede estar asociada a lo enérgico y lo fuerte y, evidentemente, estas son características del juego, pero no totales, porque el juego tiene su suavidad y características propias de otros elementos, muchos de ellos inasibles.
Del juego de garrote llama la atención la posición de los jugadores, su postura, su guardia. Es decir, en la mayoría de las disciplinas de combate con armas, la mano armada va adelante, la mano desarmada la cubre o está “guardada” (esto según la posición de las piernas y el torso, si el luchador se para de frente o de perfil), hay una guardia, digamos, cerrada. En cambio, en el juego de garrote, el jugador se para de lado, la mano armada atrás, la guardia es abierta, parece ofrecer al oponente el perfil.
Los valores técnicos están atados a valores culturales, puesto que surgen por una realidad histórica, social y geográfica. Quizás, el problema es que aún vemos lo cultural como formas contemplativas y bellas de nuestro pasado o romantizadas. También es cultural la violencia, las prácticas de duelo en las cárceles, el machismo, el consumo de alcohol, entre otras cosas. El juego de garrote surge en una época donde el combate cuerpo a cuerpo, el uso de armas de corte, o armas blancas (sable, machete, cuchillo, puntas de lanzas, garrotes, entre otras), eran de utilidad frecuente en el arte de la guerra, o sea, que su técnica obedece a la cultura de las defensas del momento histórico de Venezuela y la humanidad.
El juego carece de estructura rígida atemporal y ahistórica. La práctica se desenvuelve en tanto plan interior o inmanente puesto a disposición de cuerpos singulares que se enfrentan bajo ciertas circunstancias y que tienen un devenir histórico caracterizado por las luchas a favor y/o en contra del poder. El juego produce movimientos rápidos e imprevistos para los contrincantes menos experimentados, y en ocasiones despliega algunos deseos prohibidos por las buenas costumbres y la consciencia de la buena moral, y la corrección política, que lo transforman en una danza homicida (al decir de Francisco Herrera Luque). Toda técnica está enmarcada en una cultura porque implica un uso, pero hay culturas que oprimen y otras de la resistencia.
Para hablar de la técnica es importante acotar varias cosas: 1) En las disciplinas que se esgrimen armas blancas, el arma va adelante dependiendo del arma, en el caso del juego se cambia de mano y puede estar el arma adelante o atrás dependiendo de la necesidad. También era común el uso de dos armas, machete y garrote o garrote y cuchillo. 2) En el juego de garrote la mano desarmada también juega y es una protección. 3) La guardia en el juego de garrote no es abierta, por lo comentado anteriormente, y es importante acotar que en los distintos sistemas de defensa se abre la guardia o se expone al realizar el ataque. 4) Tener una postura de perfil evita exponer partes nobles del cuerpo, por ello existen líneas de entrada y salida que responden a los cuadros (figuras geométricas que se trazan en la tierra para guiar al aprendiz). 5) Los esquemas del juego, tanto los cuadros, pisadas, formas de pararse, ataques y defensas, obedecen al tipo de arma (garrote, machete, cuchillo), pero no se limitan al uso de las mismas, ya que una persona sin ningún arma puede defenderse o atacar con dichas técnicas.
¿Por qué les gusta practicar el juego de garrote?
Gustar en términos de conatus (Spinoza) es complicado porque los deseos están gestionados. El poder sí entendió rápidamente que el inconsciente es una fábrica, y en el mundo del capitalismo tardío los deseos de la ciudadanía se fabrican, se producen y se gestionan. Para eso existe la propaganda política y la publicidad mercantil. Quien se da cuenta de esto encuentra que el juego de garrote como devenir minoritario puede desearse en términos de desagregación a los órdenes establecidos, tanto de asignación como de sociabilidad. Para nosotros, practicar nos permitió asumir cualidades que siempre se nos negaron, como la violencia y la capacidad de réplica ante una ofensa, por ejemplo. También nos convida a repensar las maneras en que nos vinculamos y nos afectamos con las demás personas, que esperan que todos y todas seamos buenas ciudadanas, y que los conflictos se resuelven apelando a la moral o a la policía, todas instituciones del Estado que norman conductas y a su vez las producen. La posibilidad de una vida un poco desagregada del poder y sus manifestaciones se revela con el juego. Entendemos que el devenir minoritario no es metáfora y lo abrazamos. Con el juego podemos llegar a sentirnos un poco más seguros, nos gusta porque puede encauzar nuestras tendencias a la violencia, y por las sensaciones que produce en el cuerpo: miedo, excitación, ira, seguridad; y en el espíritu: orgullo, respeto, amistad. El juego sirve para no estar dormido, para sentirse uno vivo. Pero como una vez dijo el maestro Ambrosio Aguilar: “Hay que tener un corazón para el juego”.
¿Cómo se creó el Patio Ambrosio Aguilar? ¿Cuál es su finalidad? ¿Cómo se organiza? ¿Es una experiencia autosustentable?
Aquí es importantísimo señalar la importancia de las redes como AVEJUGA (Asociación Venezolana del Juego de Garrote) que nuclean diferentes patios de distintos territorios del país y nos permiten conocer y articular esas experiencias con la nuestra. El Patio Ambrosio Aguilar es una escuela de juego de garrote fundada por Jesús Ramos y Ailín Vázquez, que busca la autogestión y la autonomía, pero tejiendo a su vez redes de interdependencia funcional y ética con figuras tan importantes para el juego como lo son el maestro Ramón Ambrosio Aguilar, Mercedes Pérez y Eduardo Sanoja, además de otros maestros como Danni Burgos, Saúl Terán, Miguel Ángel Cordero, Pascual Zanfino, Emilio Romero y muchos otros maestros. Hay siempre una referencia a los grandes maestros del interior del país, quienes practicamos en la ciudad lo sabemos, porque quienes nos enseñaron fueron sus aprendices. Entonces, hay también un relato genealógico que se construye en torno a estos reconocimientos y que forma parte del tejido de vínculos, afectos y afectaciones. De igual forma, El Patio Ambrosio Aguilar no reniega de financiamiento o apoyo externo e institucional (por eso existe, por ejemplo, una cátedra libre del juego de garrote en UNEARTE). Pero no se trata de una condición que determine u obstaculice la agenda propia.
¿Qué significa para ustedes practicar el juego de garrote en la actualidad venezolana?
En esencia, practicar cualquier forma de defensa personal en la actualidad es importante como actividad física, como una manera de canalizar emociones y preservar la integridad del cuerpo. En el caso específico del juego de garrote, nos ha dado la posibilidad de comprender mejor nuestra sociedad, nos ha producido la necesidad de saber un poco más de nuestra historia, de nuestras luchas y de nuestra gente. El juego de garrote es la representación histórica de un encadenamiento de violencias, astucias, colonialidades, libertades, muertes y vidas que llegan hasta nuestros días siendo recreadas por el movimiento de nuestros cuerpos
Sin embrago, el “ustedes” esconde experiencias vitales diferentes por su singularidad. Cada quien podrá responder esta pregunta según participe en las olimpiadas de la opresión o en el bingo de los privilegios. Sin embargo, un privilegio enorme del que gozamos los aprendices del patio es el de recibir clases gratis, porque nuestros maestros no cobran nada a pesar de que lo dan todo. Del lado de las opresiones, disponemos del garrote como las afganas toman las armas contra los talibanes y el régimen colonial de Estados Unidos.
Exelente,Dios permita logremos crear un grupo en Barinas,a fin de tener un contacto con este arte.