Más allá de las crónicas, de las novelas históricas y testimoniales, aparecen obras literarias que pliegan el registro de las ciencias sociales y ponen de manifiesto las condiciones de posiblidad del por-venir. Y no, no hablamos de ci-fi ni de literatura distópica. Como si de documentos de futuro se tratara, estas obras juegan en la illusio [1] de una lectura retrospectiva que se sitúa en el presente. 1998, rara avis en la obra de Francisco Herrera Luque (Miguel Antonio Guevara dixit), es uno de esos tantos documentos de futuro [2] que nos encontramos al releer la herencia literaria venezolana.
Caput succedaneum, nacimiento, la novela se despliega en el registro de una ensoñación donde tiempo, historia, territorio y lenguaje desarrollan tropos variables que caracterizan una vigilia. Curioso, ¿no? Puesto que hablamos, entonces, de una ambivalencia. Ensoñación y vigilia, dos estados contrapuestos, antagónicos, fusionables exclusivamente en el registro de la psicosis, de la esquizofrenia. ¿Por qué no decir sueño cuando decimos ensoñación? Pues, como nos recuerda León Rozitchner, la “[e]nsoñación sería la “materia” del ensueño, anterior al sueño: el suelo afectivo que emana del cuerpo y que hace que cada relación vivida con alguien o algo pueda aparecer como sentida y cualificada en su ser presencia como teniendo un sentido”.
Escrita hacia finales de la década del ochenta y publicada en 1992, el universo de 1998 se despliega narrativamente en un mundo geopolíticamente reconfigurado por los avatares de las deudas externas, los conflictos bélicos y los esencialismos identitarios:
−¿Cuánto ha cambiado el mundo en los últimos años −se dice el presidente. −¿Quién hubiese pensado que el racismo, al que creímos enterrar con la derrota del Reich, volviese campeante y recrecido medio siglo más tarde? −.
En este universo, las naciones que estructuraban el escenario internacional se han rearticulado estratégicamente, a pesar de que las históricas potencias, oceánicas y continentales, se mantienen intactas. Federación Incaica, el Gran Estado de Guayana (constituido con pedazos del territorio venezolano expoliados por las grandes potencias: Bolívar, Delta Amacuro y Amazonas), Reagania, entre otras, plantean un juego de posiciones en el que se fragua, constantemente, la estrategia de una celada. Es decir, un jaque mate que le permita a las partes enfrentadas el acceso a recursos naturales: en particular, la inmensa cantidad de lingotes de oro de la Federación Incaica.
Al mismo tiempo, en 1998 se ponen de manifiesto las temidas y angustiosas probabilidades a las que se enfrenta todo gobernante venezolano. Pérdida de territorios, la independencia del Zulia y la disolución del modelo productivo extractivista cuyas rentas permitieron la formación de lo que hoy, recién cumplidos los cien años del reventón del Barroso 2, conocemos como nación venezolana. Temidas y angustiosas probabilidades que describen, también, el espantoso recelo de ser detenido y juzgado por profanar el patrimonio de la nación.
Un enorme helicóptero, a cincuenta metro del jet, parecía a punto de partir. El oficial se lo mostró despectivo incitándole a subir a bordo. Recorieron en silencio el pequeño espacio. Al pie de la escalerilla dijo bronco el perijanero:
−Sepa usted que es prisionero de la República de Perijá
Sin embargo, como es sabido, las desgracias pueden ser anuncios de fortuna gracias al deus ex machina imperial. Prometeo, mesías autómata, ajedrecista de Maelzel que encubre y resguarda al enano que anuncia la catástrofe. No hay simulacros ni pistas de un delito a desentrañar en esta novela. Cada personaje, cada país, cada federación ocupa un puesto en el tablero de ajedrez otorgándole sentido a todas las relaciones que se producen en el ensueño.
No quisiera hacer spoilers de la novela, puesto que este texto no es más que una invitación a leerla. No solo a leerla sino a confrontarla con nuestro presente, con ese escenario nacional y mundial del que somos parte, puesto que más que una ficción y un sueño, 1998 es una ensoñación. Como dirían los The Smith:
When you say it’s gonna happen now
When exactly do you mean?
See I’ve already waited too long
And all my hope is gone
Pie de páginas y referencias:
[1] Como diría Pierre Bourdieu, la illusio es, en parte, “el placer de jugar el juego, de participar en la ficción, de estar en acuerdo total con los presupuestos del juego”. En síntesis, más que el efecto de realidad, es el efecto de creencia que el texto puede producir.
[2] Con documentos de futuro nos referimos al ensamblaje de una ficción que no es codificable como fantasía.
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