Vivimos en el tiempo del cine del algoritmo, las plataformas nos evalúan diariamente para poder producir los contenidos que posiblemente nos vayan a gustar o que deseamos ver. Sin embargo, la repetición de fórmulas ad infinitum a las que nos tienen acostumbrados algunas franquicias hacen que –cada vez que vemos algo “nuevo”– no podamos dejar pensar en los fallos garrafales a los que una y otra vez están produciendo.
Tan solo hay que ver series y películas como Dr. Strange 2, Moon Knight u Obi-Wan, pero eso es tema para otro artículo, posiblemente para mi blog personal.
Las películas deportivas son quizá uno de los géneros que se maneja por fórmulas. En estas se apela y se refleja la importancia de la amistad como elemento que motoriza la narrativa audiovisual, así como también teje a personajes que están conectados y que dependen entre sí, más de lo que ellos pueden darse cuenta. Esto lo podemos ver en Rocky, The Damned United, We Are Marshall o Friday Night Lights, solo por nombrar algunas. En pocas palabras, estas películas son siempre la misma, pero si los realizadores logran darle la vuelta, ya habrán hecho historia dentro del género.
“Lo mismo, pero distinto…”
Hustle es una película que nos cuenta la historia de Stanley Sugarman, un scout de los Philadelphia 76ers que perdió la pasión por el basquetbol, y cómo a través del descubrimiento de un jugador callejero lo hace reavivar su llama.
Por otro lado, tenemos a Bo Cruz, el jugador español que Stanley descubre durante una partida de 1v1 en una cancha de Mallorca. Este es un joven que también perdió la pasión por el juego, a pesar de que juega en la calle. El destino de ambos personajes está conectado justamente en eso que perdieron, la pasión.
Los personajes interpretados por Adam Sandler y Juan Alberto “Juancho” Hernangómez están construidos de una manera en la que se complementan, como el ying y el yang, cada acción de uno depende del otro y viceversa, en un relato de superación de obstáculos, amistad, desencuentros, lucha deportiva y del deseo de alcanzar los sueños.
Diversos pasajes de esta película nos pueden recordar a clásicos como Rocky, en el entrenamiento al que Stanley somete a Bo o en su relación padre-hijo al mejor estilo Mickey-Rocky. Pero esto, aunque sea parecido a la cinta protagonizada por Sylvester Stallone, se muestra diferente ya que casualmente Hustle está ambientada también en Filadelfia, pero una actual, así como también es actual la secuencia de entrenamientos y el montaje de la misma.
Esos pequeños elementos hacen que la repetición sea única, distinta y fresca. Lograr adaptarse a lo que la historia pide, a lo que exigen los tiempos y el contexto de tus personajes es importante para darle con esa diferencia que puede existir entre una película que parece haberse contado miles de veces.
El uso de personajes reales en el mundo de la NBA también hace que la película se sienta real, como que estás viviendo todos los intríngulis que ocurren en el Draft, las pruebas a las que son sometidos los posibles picks, los favoritos y las decisiones que toman los ejecutivos para potenciar o hundir a un equipo.
Esta película es un bálsamo, a pesar de entrar en el mundo de la repetición porque, aunque apela a los mismos elementos a los que nos acostumbra el cine deportivo, lo hace de una forma que nos mantiene enganchados sin necesidad de elementos rebuscados que al final dañan la experiencia cinematográfica.