La década del noventa, arrastró consigo dos características fundamentales para el desarrollo de la industria musical a nivel mundial. La masificación del compact disc y el internet, sumado a los rasgos de inmediatez de la globalización, que permitían la interconexión en línea con cualquier lugar del planeta y el consumo de información instantánea.
Este giro histórico de la industria cultural permitió el acceso a la sociedad de masas a un consumo de información con una capacidad de selección que dejaba paso a lo que estaba ocurriendo en el momento en cualquier lugar del mundo. Esto generó una masificación de las tendencias y géneros musicales de todo el planeta. Canales musicales de televisión por suscripción, como MTV y VH1, se encargaban de divulgar al momento lo que ocurría en la industria, inclusive dejando un espacio fuera del horario estelar a escenas alternativas que con los años se volverían mainstream o simplemente quedaban en el olvido.
Venezuela cabalga la ola de la globalización y comienzan a surgir múltiples radios en frecuencia modulada, muchas especializadas en géneros específicos, entre las que se encontraban 92.9 (pop rock), La mega 107.3 (pop rock), Hot 94.4 (pop rock), Jazz FM 95.5 (Jazz) y la radio del Ateneo de Caracas. Las tres primeras con un alcance a nivel nacional con retransmisiones en caliente de sus programas prime time.
Programas como Rockadencia, Latinoamérica la raza cósmica, La música que sacudió y sacude al mundo, Radio Pirata, Las cosmobabies, Acto de fé y muchos otros, fueron el medio que dejaba insumos a la juventud de la época para definir una identidad musical ante el bombardeo de otros medios más convencionales que transmitían música popular para las masas. Asimismo, a comienzos de la década, por un breve período, programas de TV como Sonoclips, A toque y Latinoamérica la raza cósmica (TV) aportaron mucho en el área audiovisual con el registro de shows en vivo y entrevistas, para ser transmitidos por televisión. En el año 1995 sale al aire en la televisión venezolana Puma Tv, el primer y único hasta el momento, canal musical con transmisión las 24 horas.
Esta década había entrado cargada de fuerza creativa, con los pies sobre un piso sólido que fundaron bandas como Sentimiento Muerto, Zapato 3 y Desorden Público, pero con otras reglas del juego. Ya los grandes sellos discográficos no invertían ni un medio en las producciones, mucho menos si era música alternativa; ahora sobraban las bandas, pero no los sellos ni los lugares para presentarlas, era el momento de inventarlo todo desde cero.
Comenzaron a surgir, entonces, circuitos alternativos como mencioné en la entrega pasada, hardcore y punk rock en el eje cultural de la ciudad y la UCV, música alternativa en diferentes subgéneros en el este de Caracas, música electrónica también hacia el este de Caracas, rock extremo hacia el oeste de la ciudad, reggae y ska hacia el oeste específicamente en la parroquia Caricuao, hip hop en todos los barrios más grandes del oeste, este y gran Caracas; el jazz siempre en un pequeño circuito nocturno en bares del este, y así se iban desplegando por la capital circuitos que se replicaban en el interior del país. Maracay orientado más hacia el reggae y el rock extremo; Barquisimeto, ska y rock extremo; Mérida, punk, rock alternativo, rock extremo; y muchas otras ciudades que creaban sus circuitos, casi todas coincidiendo con el consumo de rock extremo como un rasgo en común.
Este incremento de bandas motivó a muchos productores independientes a emprender microcompañías organizadoras de eventos que en la mayoría de los casos generaban pérdidas, pero dejaban un capital simbólico y la satisfacción de generar espacios de encuentro para la música. Generalmente fueron personas más maduras en edad quienes capitalizaron, con una visión claramente mercantilista que permitía generar un networking clave con grandes marcas que precisaban convocar a un sector específico de la juventud.
Estaban los músicos, las bandas, los shows, pero faltaba completar los eslabones más determinantes de la cadena de la industria musical: Grabación, edición, difusión. Fue entonces cuando comenzaron a aparecer las carencias dentro de nuestro ecosistema musical, falta de estudios profesionales, de sellos disqueros, inversión privada, respaldo del estado, respaldo de los medios y otros aliados que, sin su intervención en el proceso, muchas veces entorpecen el curso ideal, perdiendo valor y consistencia el esfuerzo que comienza desde el inicio de esta cadena.
Nuestro lugar entre los éxitos de la región
El segundo lustro de los noventa fue decisivo para la región, con la difusión de bandas latinoamericanas a través de MTV latino. Nombres de agrupaciones, sobre todo mexicanas, colombianas, argentinas y chilenas, tenían una constante rotación en la programación del canal, proyectándose a un nivel profesional tal, que fueron desencadenando en contratos con las grandes multinacionales del disco que incluían promoción y giras muchas veces a nivel mundial. Bandas como Café Tacuba, Aterciopelados, Plastilina Mosh, Soda Stereo y hasta el mismo Charly García bebieron de esas mieles. Aunque este último reconociera que “MTV, loco!, me dan ganas de fumar crack”.
En Venezuela para ese entonces hubo un gran movimiento underground que, a nivel de sus ciudades, comenzaba a convocar masas. En Caracas, un concierto de una banda promedio llenaba un local nocturno con capacidad para 300 personas, un teatro con capacidad para 400, una plaza con capacidad para 500 y los de mayor proyección lograban acompañar giras de artistas internacionales exponiéndose ante 6.000 o 15.000 espectadores, como en el caso de la banda La Nave, quien acompañó a Soda Stereo en su gira Sueño Stereo de 1995 por Venezuela.
Caracas en ese momento y otras ciudades del interior se convirtieron en una mina de diamantes en bruto del rock latinoamericano, con una carencia muy notable de industria y promotores musicales en la escena alternativa local. A diferencia de la década anterior, el interés de promover el talento nacional no tuvo el impacto del pasado, los empresarios algo conservadores para nada estaban en sintonía con lo que estaba ocurriendo en el mundo. Solo unos pocos interesados en promover estas bandas cargaron con el gran peso de construir desde cero una escena independiente.
Medianos empresarios como el Sr. Carlos Souki, dueño de las discotiendas Esperanto, tuvo un papel importante en la promoción y difusión de bandas nacionales, distribuyendo su música, creando un sello independiente y organizando toques íntimos en sus tiendas. Cayayo Troconis y Gustavo Corma con los Miércoles Insólitos, los ciclos de reggae y ska en Caricuao, ciclos de bandas en el Café Rajatabla, toques semanales en locales nocturnos como: El Basurero, El Túnel, Doors, El Ánfora de Oro, La República de Rockatanga, Greenwich o Espacio; por nombrar algunos de los circuitos donde se mostraban estas bandas emergentes solo en la ciudad de Caracas.
De estas redes comienzan a surgir bandas con un nivel profesional y una autoproducción de alta factura, bandas que sabían muy bien lo que hacían conceptualmente y hacia dónde apuntaban sus aspiraciones, un perfecto equilibrio entre creatividad y producción. Con tecnologías más avanzadas que en los años previos a la grabación de sus discos, lograron un sonido orgánico y bastante decente para estar al nivel de los estándares técnicos en el mundo.
Bandas como La Muy Bestia Pop y Dermis Tatú logran dos obras únicas en el panorama del rock latinoamericano, con un sonido crudo, bajo una producción muy prolija y dedicada. El disco de La Muy Bestia Pop, Deus Ex Machina, fue grabado en la escuela de audio Taller de Arte Sonoro, con equipos de alta gama para la época y la intervención de profesionales de la ingeniería de audio y la producción musical, como Miguel Noya y Elmar Leal, aunque con un tiempo limitado de horas de estudio, el resultado es un disco de culto con un sonido único e irrepetible.
Por su parte Dermis Tatú gozó del privilegio de grabar en la Ciudad de Buenos Aires el álbum La violó, la mató y la picó, contando con la coproducción de los músicos y productores argentinos, Fernando Samalea y Mariano López, ambos componentes fundamentales del equipo de Charly García. El resultado es un disco cargado de rock visceral y salvaje, con una plena identidad caraqueña, un sonido también único en el mundo que estaba listo para estallar en el mercado internacional del género.
Ambas bandas estaban listas para convertirse en line up de estadio y de grandes festivales a nivel mundial como Lollapalooza, Coachella o Glastombury, ambas tenían el mérito de haber transitado una ruta orgánica honesta, ambas tuvieron la ola en frente para remarla, pero el wipe out los sorprendió por una razón básica: ninguna de las dos tuvo una industria que las respaldara. En la industria de la música el factor tiempo es algo fundamental, y si la ola se está formando y no la remas a tiempo para alcanzarla en el momento preciso, te deja o te caes en una mala maniobra.
Una característica de estas bandas es que les tocó hacer todo el trabajo empresarial paralelamente al creativo, algo humanamente agotador y generador de dispersión, jamás podrán abarcar todo el trabajo de equipos de decenas de personas solo tres individuos. Sin embargo, ambas agrupaciones llegaron bastante lejos; La Muy Bestia Pop fue firmada por un sello independiente en Nueva York, y Dermis Tatú con una gira en Estados Unidos, pero el tiempo fue implacable y la ola les dejó atrás para el resto del mundo y a la vez las convirtió en bandas inmortales para los venezolanos.
Como estas dos bandas, hubo muchas con un sonido impecable, listas para la industria musical latinoamericana, el disco Astro de La Nave es un disco de hits, más de la mitad del disco son temas muy bien logrados para sonar en radio manteniendo su esencia y su identidad. Los discos de Bacalao Men son de una producción prolija con un sonido original y único, para mí es el ritmo bacalao, inédito en el mundo. Así lo lograron también bandas como Dioslepague, Pacífica, P.A.N, La Leche y otras decenas más, que con una industria musical estable y una buena gestión, al menos habrían logrado en la región una carrera económicamente rentable y sostenible en el tiempo.
Proyección y reconocimiento
Dentro de la industria musical existen muchos niveles de proyección y reconocimiento, por un lado están los niveles que retribuyen económicamente y generan estabilidad, situación laboral ideal que busca cualquier músico, y por otro lado, los niveles que generan un capital simbólico que retribuyen al músico mérito y prestigio.
El nivel visible más alto al que muchos artistas aspiran es la proyección internacional y el reconocimiento por parte de La Academia Nacional de Artes y Ciencias de la Grabación, conocidos popularmente como los premios Grammy, sin ser estos rasgos necesariamente una garantía segura de rentabilidad y sostenibilidad en el tiempo.
En Venezuela voy a mencionar dos casos que lograron esta máxima aspiración, convirtiendo sus carreras en una empresa rentable y sostenida en el tiempo: Guaco y Los Amigos Invisibles. La principal característica de ambas agrupaciones fue el largo recorrido de una manera orgánica y ascendente, hasta llegar al cenit de la industria musical, que son los premios Grammy.
Guaco, con una carrera activa por más de cincuenta años, logró acceder por primera vez a una nominación de los premios de la academia, luego de haber transitado un largo camino con una soberbia discografía de 39 títulos. Con su disco Escultura fueron nominados a dos premios por su obra musical. No fue sino hasta el año 2016, con 48 años de carrera, que la banda consiguió el máximo galardón con su disco Guaco histórico 2, para repetir al año siguiente con su álbum Bidimensional.
Por su parte, Los Amigos Invisibles, a tan solo cinco años del lanzamiento de su obra prima fueron nominados a los premios Grammy con su disco Arepa 3000: A venezuelan journey into space. Fue con su noveno disco, Comercial, que consiguieron su primer premio de la academia en el año 2009, para conseguir un segundo gramófono con su disco El Paradise en el año 2019.
Cada una de estas bandas tiene una particularidad: un sonido único en el mundo. Guaco es un ritmo que inventaron sus músicos y que fue madurando con los años, incluyendo cada vez nuevos elementos según la época. Una fusión de gaitas, salsa, merengue, funk, soul, pop y otros elementos crearon un ritmo con una identidad venezolana y caribeña imposible de replicar.
El caso de Los Amigos Invisibles es similar, una banda conformada por músicos de alto nivel, que a través de la investigación fueron construyendo un sonido pop tropical en el que resaltaron los rasgos del ciudadano común venezolano, a través de un lenguaje popular y jocoso. En ambos casos, con compromiso y perseverancia llegaron al que puede ser considerado el cenit de la industria, sin perseguirlo como un fin, sino más bien como un eslabón más de la cadena de la producción musical que se debe transitar.
Es importante aclarar en este punto que la proyección y reconocimiento es alcanzada justo en el preciso momento que las carreras de los profesionales de la música se conviertan 100% rentables, cubriendo las necesidades del sector a través de economías culturales. Circuitos como los del free jazz, por ejemplo, tocando los extremos, jamás aspiran a ser hits en la radio, ni a premios de la academia, pero en su entorno existen sellos discográficos, locales nocturnos, festivales y medios informativos, dentro de una economía circular que sustenta el trabajo de sus integrantes.
El éxito de un proyecto musical no se mide necesariamente con proyección internacional. En el caso local podemos hablar de la música llanera a lo largo de los años, una economía que se desarrolla prácticamente toda en la región de los llanos venezolanos, donde hay conciertos, estudios de grabación, estaciones de radio con programas especializados y hasta canales regionales que difunden su propia música, sin siquiera proyectarla hacia el centro del país; una economía circular sostenible capaz de capitalizar sin salir de su entorno.
Búsqueda de identidad y la insoportable plagiabilidad del ser
Al día de hoy en la industria musical ya todo está inventado, una realidad que convierte el mercado de la música en una despiadada competencia en la que sobrevive el más estable económicamente, el más hábil y el más innovador. En este punto de la historia ya no se trata de qué dices, sino de cómo lo dices, porque lo que vas a decir lo dijeron ya y unos cuantos lo están repitiendo.
Aunque siguen prevaleciendo el talento en la ejecución del instrumento, la calidad en la producción, el equipo técnico y cada uno de los elementos clásicos que componen la cadena de la música, hoy en día tiene un gran peso el valor conceptual de una obra y su rasgo innovador. Esto último, para alcanzarlo con éxito y no convertirse en una repetición, requiere de una profunda investigación y criterio al momento de reunir todos los componentes que van a dar forma a la idea final de un proyecto auténtico.
A finales del siglo pasado y comienzos del actual, como consecuencia de la globalización, comenzaron a surgir en el mundo proyectos musicales con una carga notable de fusión en sus composiciones y una presencia multiétnica destacada en sus conformaciones: Radio Bemba Soundsystem, Café Tacuba, Aterciopelados, Cultura Profética, Calle 13, Los Amigos Invisibles, Bomba Estéreo y más recientemente productores de música electrónica como Nicola Cruz, Dengue Dengue y Chancha vía circuito. Cada uno de ellos es un claro ejemplo de ideas musicales innovadoras con una identidad clara en la región latinoamericana durante los últimos veinte años.
Paralelamente a cada uno de estos proyectos, comenzaron a aparecer múltiples clones que pretendieron replicar una fórmula que creyeron mágica para el éxito. En muchos casos, bandas formadas como una mera copia conceptual, sin preocuparse siquiera de una formación musical constante. Generalmente, estos proyectos wanna be nacen con un destino marcado, rumbo directo hacia el fracaso, por su falta de autenticidad y una clara intención de usurpación de identidad, un rasgo que se repite sistemáticamente y yo bauticé como “La insoportable plagiabilidad del ser”.
Crear un concepto innovador debe ser una empresa comprometida, no se trata de armar un rompecabezas de apropiación cultural, un Frankenstein de sonidos reciclados o un copy paste de gustos musicales; pienso que el resultado óptimo de la fusión proviene de una investigación profunda de años, expresada a través de instrumentos musicales y una idea conceptual convertida en sonidos.
Esta idea la desglosa el musicólogo inglés Simon Frith en su ensayo “Música e identidad”: “La música, como la identidad, es a la vez una interpretación y una historia, describe lo social en lo individual y lo individual en lo social, la mente en el cuerpo y el cuerpo en la mente; la identidad, como la música, es una cuestión de ética y estética”.
En nuestro país, ejemplos claros de bandas que han logrado un sonido único hay muchos, para cerrar esta entrega voy a dejar una lista muy personal que el lector puede ir analizando hasta la próxima: Los Amigos Invisibles, Guaco, Adrenalina Caribe, Daiquirí, Sietecuero, Sexteto Juventud, Aldemaro Romero y su Onda nueva, Hugo Blanco, Insólito Universo, Bacalao Men, Monsalve y los Forajidos, La Muy Bestia Pop, Dermis Tatú, Lapamariposa y El Quinto Aguacate.
Oye, Marcel interesante tu recorrido por la psique musical del venezolano y sus implicaciones económicas y holísticas. Me surgen un par de inquietudes: ¿cuál sería el playlist de una conciencia nuestra para romper opresiones y estructuras vasallas? El mito de Cantaclaro, de Florentino tiene vigencia musical profunda porque Cantaclaro desafía lo infernal: ¿con qué posibles elementos musicales nuestras generaciones pueden vencer barbaries? saludos de un lector agradecido.
Un gusto para mí compartir este análisis desde mi experiencia y generar un intercambio de ideas. Con relación a la primera inquietud que planteas, para mi es algo complejo definir un playlist que abarque todo el ecosistema de la música producida en Venezuela, que se nutre de múltiples géneros, sectores dentro de la sociedad, distintas generaciones y regiones geográficas, creo que corresponde un trabajo profundo de sistematización de datos para lograr eso, estudiando cada uno de estos segmentos, un trabajo de muchas personas. Lo que diga una persona pienso que no define la conciencia de un país.
La respuesta a la segunda pregunta se puede ir develando a través de las dos lecturas (te invito a leer la primera parte), sin embargo, aquí puedo citarte algunas ideas generales que planteo: “Es importante direccionar la energía en fortalecer una industria desde adentro hacia afuera (…) diseñar ejes y redes que abarquen todos los sectores del país. Como venezolanos, primero debemos mirar hacia adentro, enfocarnos en nuestras virtudes y debilidades, trazar metas reales y consecuentes…” “…asumir cada uno cuál es su lugar en la cadena del ecosistema de la música y entender de una vez por todas que la industria para que funcione de manera sostenible necesita más involucrados operativos y no sólo artistas. Pueden comenzar a surgir también puntos de partida para esta discusión: generar una identidad musical más clara, originalidad, más difusión, mejor gerencia, inversión privada, respaldo del Estado sin filtros ni conflictos de intereses, financiamiento público y privado, infraestructura, capacitación, constante sistematización de datos…”
Igualmente pienso que es un esfuerzo colectivo, el fortalecimiento de esa conciencia interna de una industria musical sostenible en el tiempo. Cada quién debe fortalecer y revisar su lugar en el ecosistema de la música y a partir de ahí, ir sumando esa energía para direccionarla hacia un fin común. Muchas gracias por tu interacción, Salvador!!