Ingeniería Solar es un poemario escrito por Luis Correa-Díaz, publicado por la Editorial Santa Rabia Poetry de Perú el año 2022. En sus páginas, el asombro cotidiano forma parte de un modo de creación y, quizás, también podríamos señalar, de su arte (meta)poética.
Bajo una actitud narrativa y dividido en cuatro partes: “Poemas de amor al congénito modo”, “El oro de los días”, “Habla Luvin” y “Adelantos”, el poemario es una suerte de imaginación y reflexión del presente, ese presente continuo en donde el mundo fluye en el movimiento perpetuo. El poeta, si bien apela a la memoria, ésta no se halla empañada por la nostalgia, sino más bien con una actitud parecida a la de Luis Alberto Spinetta cuando canta: “aunque me fuercen yo nunca voy a decir/ que todo tiempo por pasado fue mejor/ mañana es mejor”. Podría decirse que tales versos del cantante argentino podrían ser la fórmula que el poeta chileno, radicado en los Estados Unidos, ha venido desarrollando en sus libros de los último años, esta Ingeniería solar y, por ejemplo, Metaverse del 2021, o Un poema rápido en vez de un himno (2024), escrito con Jeremy Paden, poeta estadounidense.
En la primera parte del poemario, el amor se metamorfosea en ámbitos que van más allá del simple cortejo humano. Con un estilo llano y amigable pone de manifiesto el lazo entre el arte y el conocimiento: “…ella y/ él se necesitan y no son/ separados, la una/ le muestra en danza/ acordada los pasos/ al otro, el otro le cuenta/ que la verdadera razón/ de amor es el mundo”. El amor se dirige a la obra humana, a la contemplación de la naturaleza, la consciencia del mundo digital y, por cierto, metapoéticamente, a las lenguas en estado posthumano como nuevos abrevaderos de sentido.
En la segunda, el paso del tiempo es atravesado por las minucias de la vida, intervenidas por la imaginación, la percepción o la reflexión del poeta. El oro de los días es la olvidada consigna de la escritura, la anécdota de un amigo, un pensamiento circunstancial, una cita literaria, entre otras. Motivos suficientes para la creación, siempre en plan dialogante con el mundo de las ciencias, cuando escribe: “me pregunto si será lo mismo/ aquello de que la belleza está/ en la mirada del observador/ y eso de que éste sea la base/ consciente del Universo y/ que sus ojos matemáticos/ crean la realidad y afectan/ el comportamiento de lo visto”. Hay un amor contemplativo al mundo y sus fisuras, así como se muestran a diario. Una bitácora de ocurrencias que el espíritu poético, la vida cotidiana y el saber del mundo confluyen en una escritura que cuenta y figura en un símbolo existencial.
En la tercera parte, es la voz del migrante y las formas de migración las que se adjudica el poema, aunque éstas se ven interferidas por las vivencias del poeta y conocemos algunos derroteros personales del poeta, su familia, algunos hechos que lo marcaron. Ese Luvin que ha constituido el mismo autor: “la vida escrita y cantada,/ medio poeta el señor, alguna/ canción a su haber,/ huuo huo huo huo,/ que me había ido a los Estados/ Unidos, que por allí andaba/ soñando con escenarios,/ con mujer e hijo que enamorar […] vengo que no me queda claro/ quién maneja el taxi del video/ ni qué fue lo que dijo el cura/ on behalf of my beloved parents/ en la pila turbia del bautismo”. Al igual que en las otras partes, Luis Correa-Díaz se vale de la referencia, la narración, la reflexión, el sampleo de versos (o letras) y el deliberado acto de trasladarse a otro idioma, el inglés en este caso. Pienso en los versos en que se refiere a la llamada por Whatsapp a su madre y agradece e imagina su ajuar funerario como el niño siberiano de kurgan, hallado hace 4.500 años: “juguetes mágicos que no alcanzó/ a corretear y que a las finales/ lo cuidarían en su afterlife, así/ mismito, fantaseo con mi madre,/ quisiera quedar dormido para siempre/ con ese cocodrilo de goma que verde/ lucía sobre el escritorio paterno, igual/ con esa fauna diminuta de porcelana/ que estaba en el aparador de vidrio”. Esa combinación de memoria, noticia, fantasía histórico-científica y anhelo que el poema impregna, además del extranjerismo adoptado de afterlife, una expresión más amable a esa palabra dura que es muerte.
Finalmente, la cuarta parte del libro, se presenta a manera de un tráiler poético con los adelantos de otras obras del autor. Aquí se exploran distintos motivos de creación, ya sea desde los objetos, formatos, paráfrasis, lugares, etc. Me gusta cómo los poemas buscan ser otra cosa (o ser la cosa a que refieren), como en este caso: “qué pasaría si le inyectaran/ a este poema un algoritmo/ que convertido en un bot/ se preparara, aprendiéndose/ las frases amorosas y otras/ más típicas de mi raro uso/ del lenguaje, por haberme/ dado a poeta por tanto tiempo”, poema que tiene video en YouTube, lo cual es indicativo de ese permanente llamado a salir de la página tradicional.Luis Correa-Díaz indica un camino de la poesía que avanza a la par del mundo y explora las vetas de esas energías, motivos y recursos, que puedan renovar al verso con decisión, sosiego, humor y ternura. Aquella arte poética consciente de que nuestra existencia, asediada por nostros mismos, es la intención de arañar en el cauce del río una huella del instante, pero sin olvidar nunca que el poeta ha de alcanzar una visión aérea que mire con mirada drónica hacia abajo y que intente alcanzar velocidad de escape hacia las esferas. Recuérdese que Luis Correa-Díaz comenzó la renovación (de las energías) de la poesía en lengua española con su Cosmological Me (2010 y 2017).