Créditos de fotos- Jazz City LLC
Escuchar música es una acción que se practica de diversas maneras y con diferentes niveles de atención. Para algunas personas, es una simple compañía al fondo de las actividades cotidianas, una recolección de información sonora dispersa a través de un proceso fisiológico por el oído. Para otras, un ritual, una conexión consciente que percibe con atención los sonidos de manera acústica y psicológica. También están, quienes conciben el acto como un puente hacia el conocimiento y perciben la música como un documento histórico que refleja la sociedad de distintas épocas. Este abanico de posibilidades para escuchar y percibir la música se extiende además a múltiples formatos y dispositivos de reproducción.
Históricamente, la manera de consumir música ha sido impuesta por la industria cultural, variando en sus formas a través del tiempo y según los avances tecnológicos de cada época. En su ensayo Los medios de comunicación de masas, el gusto popular y la acción social organizada los investigadores Paul F. Lazarsfeld y Robert K. Merton, resaltan el poder que representan los medios de comunicación de masas para la sociedad y la influencia sobre gustos estéticos impuestos, que se van deteriorando en un conjunto de frivolidades estereotipadas.
Si trasladamos esta reflexión al ecosistema de la música, encontramos esta imposición de gustos y su hegemonía a principios del siglo pasado con la radio, luego en las cadenas de videoclips como MTV a finales del siglo XX, a principios de este siglo en YouTube y actualmente el consumo de música vía streaming o en el más abominable de los casos en Tik tok. Cada uno de estos soportes de reproducción de música, unos más que otros, le han restado fidelidad a la calidad del audio original de la obra creada en el estudio.
Así como la industria musical tiene su influencia en el consumo masivo de música, a nivel doméstico los equipos y formatos de reproducción han ido evolucionando e involucionando a lo largo del tiempo en una curva de ascenso y descenso. Con relación a los formatos pasamos del disco de vinyl al reel to reel, 8-track, cassette, CD, mini disc y más recientemente a formatos digitales como wav, aiff, flac, Mp3 y streaming, cada uno con sus reproductores correspondientes según la tecnología de la época y la calidad.
Luego de una curva de descenso en la calidad de audio buscando mejoras en el ecosistema digital entre finales del siglo pasado e inicios del presente, el oído humano está comprobando finalmente que la alta fidelidad del audio se encuentra en el sonido analógico de los primeros formatos y la arquitectura mecánica de sus reproductores. Esta idea convincente ha dado un giro de 360 grados en la historia del consumo de música para regresar a los orígenes del sonido hi-fi (High Fidelity) y conservar la fidelidad del audio original de las grabaciones al momento de reproducir y escuchar un disco, como se ha hecho por más de ocho décadas en los jazz Kissa de Japón.
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Jazz Kissa: los templos del jazz
Los Jazz Kissa ジャズ喫茶, en su traducción literal “Jazz café”, son lugares que surgieron en Japón a mediados del siglo pasado con sus orígenes antes de la segunda guerra mundial, frecuentado por entusiastas del jazz que bebían café o Té mientras escuchaban discos a los que no tenían acceso. Estos lugares se fueron extendiendo por todo el país durante la década del 60 con la expansión del jazz que llegó a Japón mucho antes que la beatlemania que causaba furor en el resto del mundo.
En 1961 Art Blackey and the Jazz Messengers visitó por primera vez el país nipón y a partir de entonces leyendas como Miles Davis, Thelonius Monk y Horace Silver, viajaron todos los años para ofrecer conciertos a una juventud vanguardista universitaria que vivía en las principales ciudades y que podían permitirse cubrir el costo de las entradas. El resto de la juventud sin acceso a los tours de las leyendas del jazz, les quedaba como opción pasar largas tardes en un Jazz Kissa escuchando discos a través de un equipo de sonido de alta fidelidad.
La ventaja de un Jazz Kissa, está en la curaduría de la colección de discos de su dueño y la calidad de los equipos de audio de alta gama que reproducen estos discos, conservando una alta fidelidad en la obra de los músicos desde su origen en el estudio de grabación, que logra transmitir texturas y matices difíciles de percibir en equipos de audio comunes.
Esta atmósfera de atención que genera la escucha detallada de un disco, motivó a muchos dueños de los Jazz Kissa a mantener dentro de sus establecimientos la misma atmósfera que en una biblioteca o un cine, lugares donde se establece entre sus normas principales, invitar a sus usuarios a permanecer en silencio. El legendario Jazz Kissa Dug, fundado en 1967 en Shinjuku, popularizó el anuncio: “Queda estrictamente prohibido conversar en este Jazz Kissa”.
Esta norma de prohibir las conversaciones dentro de los café de jazz, un poco fundamentalista para muchos; fue una medida estricta de los maestros dueños de los locales, consecuencia de las acaloradas discusiones que solían presentarse entre clientes fanáticos de jazz, que irrumpía la atención a la música del resto de los clientes. Incluso la norma del silencio general, aparte del disco en reproducción, llegó al punto de señalar a los clientes que generaban ruidos al pasar las hojas de un periódico.
En la actualidad muchos establecimientos mantienen la norma de no conversar hasta las 6:00 pm, siendo flexibilizada a partir de ese horario. Otros jazz Kissa dividen sus establecimientos en espacios para conversar y otros solo para escuchar música en estricto silencio .
La esencia de un Jazz Kissa es su espíritu orgánico, donde se impone la madera en el decorado, que transmite la sensación de hospitalidad que se genera al estar en la sala de un hogar. Generalmente estos espacios son atendidos por sus propios dueños, encargados de seleccionar la música y reconocidos por sus clientes como maestros. Un maestro Jazz Kissa es una figura de respeto, un sabio del jazz, el sensei de su dojo de jazz, un hombre poseedor de una vasta sabiduría sobre el género musical y el audio de alta fidelidad.
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En un jazz Kissa la cadena de audio de reproducción está compuesta por un equipamiento de gama alta que es a la vez cerebro y alma del lugar, es la característica que distingue el espacio de un café tradicional, un bar, un club nocturno o un pub. Su equipo de sonido y la curaduría musical son los elementos que lo distinguen como un lugar especial para melómanos que buscan el sonido perfecto en la música para convertir la experiencia en un acto devocional y espiritual.
En la actualidad, en Japón permanecen activos alrededor de 600 Jazz Kissa, de los cuales un 90% reproducen discos de jazz en formatos analógicos. Algunos para sobrevivir en el presente siguen las agendas musicales a nivel global, ampliando su curaduría hacia géneros cercanos al jazz pero sin descuidar la esencia de sus orígenes. Alineados a la idea antigua de un Jazz Kissa, quedan en Japón unos 50 café de jazz ortodoxos que conservan las características de sus inicios a mediados del siglo pasado.
Esta manera de escuchar música en los jazz café japoneses ha sido asimilada por occidente en la última década, principalmente por países de Europa, Norteamérica y, más recientemente, por las grandes capitales de Latinoamérica cómo São Paulo, Buenos Aires, Caracas, Bogotá y Ciudad de México. Estos templos de la música en formatos analógicos y el sonido de alta fidelidad conocidos como Listening Bar, conservan características de los Jazz Kissa, con ciertas variaciones en su diseño interior, decoración y menús.
El concepto de los Listening bar, propone escuchar música de manera profunda en una experiencia de escucha consciente, que abrace a los clientes con cada uno de los detalles y texturas de las grabaciones originales. Un listening bar es un templo urbano para amantes de la música, diseñado para ampliar la percepción de los sonidos y aumentar la conciencia de la experiencia auditiva. Estos templos de la audición, están configurados en un ambiente ideal con salas diseñadas acústicamente y sistemas de audio de alta fidelidad perfectamente calibrados, que se complementan con una iluminación tenue y cómodas poltronas para una experiencia elevada que trasciende con la música.
En el sur del continente americano encontramos, en Caracas, Dos Puntos: el primer Listening bar de Venezuela. En São Paulo este año inauguraron tres: Elevado Conselheiro, Matiz y Domo. En Bogotá está Paradisco y en Buenos Aires funciona, desde 2019, Black Forest y recientemente fue inaugurado Gris Gris. Una característica común de estos Listening Bar es que cada uno de sus dueños y socios, de alguna forma están vinculados al ecosistema de la música, bien sea como DJ, ingenieros de audio, empresarios de la industria discográfica, productores musicales o músicos.