a Alberto Hernández
Los caballos del hambre danzan entre huesos
volteando sus ojos huecos como roscas
Los niños del hambre tragan aire innombrable
y ríen interminables como secos ventrílocuos
Las hormigas del estómago duermen a mediodía
la falta de pan y sangre
La madre agujereada de siglos se persigna
y olfatea la angustia como un sabueso
Los pelos de la fruta son tan jugosos como almizcle nuevo
y la cola se agrieta mientras cae tras un millar de cuervos
La cola del pan está ebria de tanta soledad incolora
se decapita y crece hasta un infinito abierto y ciego
Un niño aguijona el amanecer soñando hermosas calaveras
de un festín de llenuras
abre su boca como un alacrán y el alma se cuaja de revés
La cola del pan es amarga como un agujero exaltado de maldiciones
La abuela azul amasa verrugas en la cola de un venado y se lamenta como la nieve
La cola del pan bosteza hilos de vinagre en flor
la muerte deja de reír