Como toda creación, su obra no existe si no tiene quién la anime, sin mí, en este caso, alguien que la lea y encarne nuevamente: reclama mi conciencia y mi cuerpo para realizarse y consumarse. Cada lector le da el suyo para que cobre vida: la lectura es una transfusión de sangre cálida para resucitar una muerte que pide, desde la nada, este milagro: “Leer es resucitar ideas”, escribía don Simón, “y para hacer esta especie de milagro es menester conocer el espíritu de los difuntos o tener espíritus equivalentes para subrogarles”. ¿Dónde se sitúa esta equivalencia del deseo del lector con el suyo, ese punto de encuentro donde el deseo del uno es conmovido por el deseo del otro, y lo comprende y lo hace propio?
León Rozitchner. Filosofía y emancipación. Simón Rodríguez: el triunfo de un fracaso ejemplar.
El texto que sigue es una versión mínimamente editada de un correo electrónico que el poeta César Panza le escribió al artista César Vázquez, como primer esbozo de sus ideas para los textos del catálogo de la exposición de este último en el Museo de Bellas Artes.
Diversas contingencias confluyeron para que el proyecto de presentación no se concretara. Además, los desarrollos ulteriores del texto e ideas de Panza se perdieron en la tela de araña digital, junto a los aportes de su interlocutor.
Sin embargo, tal como sugiere Vázquez en su propuesta de publicación, el esbozo tiene un innegable valor, por lo que decidimos prestar nuestro cuerpo digital como espacio para suscitar la equivalencia de deseos de la que habla Rozitchner en el epígrafe y animar la obra de César junto a las de aquellos con quienes confluyó.
Para nosotros es un texto importante porque da cuenta de la praxis político-intelectual de quien es más recordado como poeta, y expresa además –ya al final del texto que aquí traemos– su faceta como científico; todo esto tejido con los afectos que lo ataban a esta tierra. Así, rendimos homenaje a quien fuera un auténtico polímata, quizás como forma de dar vida a la obra de Simón Rodríguez, a quien admiró.
Por otra parte, el esbozo aborda sin temores y con vuelo teórico la difícil relación entre el arte, la estética y la política revolucionaria. Como pensador político Panza despliega sus poderes como filósofo de la praxis en una forma que recuerda las propuestas de Alfredo Maneiro, de quien fue un lector entusiasta.
También podemos encontrar en el bosquejo una muestra de auténtico trabajo crítico, en el sentido de la palabra que significa juicio, valoración razonada de una obra que apunta a dar cuenta de ella en cuanto tal, pero también de su lugar en el contexto y de cara a sus posibles usos para la praxis transformadora.
No es menos importante, porque se trata aquí de “resucitar ideas”, que el texto que Panza cita en el mail es una ponencia presentada en El Congreso Cultural de Cabimas, celebrado los primeros días de diciembre de 1970 en esa ciudad del estado Zulia. La importancia de esta referencia está en que emplaza la relación histórica entre la izquierda venezolana y la cultura, para darle actualidad. Panza no solo da vida a una tradición de lucha, sino que circunscribe la importancia de las artes y la cultura para una praxis política transformadora eficaz.
Agradecemos a César Vázquez el habernos confiado la primera publicación de un documento que conmueve tanto en lo afectivo como en lo intelectual, y que abre horizontes de posibilidad. Nos valimos de las imágenes y piezas de las obras a las que refiere Panza para que lectoras y lectores puedan seguir mejor el texto.
Por el equipo MenteKupa, Lenin Brea
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La comprensión crítica de nuestra propia praxis proviene del arte
Duno, Núñez Tenorio y Sáez Mérida escribieron hacia 1970 unas notas tituladas «Política, dependencia y neocolonialismo». Allí esbozaban un lúcido análisis sobre la profundidad de las relaciones de dependencia en las que estaba imbuida la nación, así como una crítica rigurosa al estado de las fuerzas revolucionarias de entonces. No quiero extenderme en los subrayados al texto, ni en juicios sobre su importancia. Quiero señalar simplemente, a riesgo de descontextualización, una idea con la que abordar tu proyecto. Dice, con negritas mías:
(...) no se trata aquí de exigir simplemente una teoría de la revolución. Somos tercos en sostener que esta teoría no surge de una o mil discusiones de oficina, entre diez, cien o mil revolucionarios (como ahora). En absoluto. Ella emerge de la experiencia revolucionaria real, del pueblo y de los mismos revolucionarios. Es sobre la base de la comprensión crítica de nuestra propia praxis, de un análisis múltiple de nuestro pasado y de nuestra situación presente, que será factible instrumentar algunos rudimentos de teoría auténticamente revolucionaria. Por eso, nuestro cometido hoy aquí con la presente ponencia (que es meramente teórico) es la forja de una conciencia donde predomine la búsqueda de una metodología eficiente que haga posible en el futuro no despreciar como hasta ahora la experiencia revolucionaria pasada y se vaya obteniendo, al calor de la actividad práctica concreta, algunos elementos teóricos acertados que hagan realmente avanzar el proceso revolucionario venezolano.
Quisiera abordar la lectura a tu trabajo desde la hipótesis de que la principal mirada que precisa «la comprensión crítica de nuestra propia praxis» proviene del arte. Que, en un primer momento, solo a través de su peculiar perspectiva –que junta imagen y signo, sujeto e institución–, se puede experimentar con cierta sincronía nuestro pasado y presente en función de la apertura de los horizontes de posibilidad, abiertos por esos múltiples análisis arrobados en los intereses de los que experimentan y aportan dato para la comprensión.
Ahora, esta experiencia ¿desde dónde se da, cómo es que se experimenta? Supongamos un espacio de comunidad, la calle, por ejemplo. Tenemos la calle de hecho (testimonio, pinta, esténcil); la calle mediada en el doblez (video, crónica); la calle imaginada reflexivamente (filosofía, poema, dibujo). Allí emergen las técnicas en las que se manifiestan estas «islas conceptuales». Por eso se vuelven indisociables arte y comunicación, práctica y discurso.
El sujeto se desdobla en tales instancias. Se multiplica. Es quien mira curioso a través y recorre una mina (territorio prohibido); es quien es observado en su moto en el trance de la acrobacia seria (movimiento prohibido); es el personaje que se separa en la ficción de una entrevista imaginaria (suplantación de identidad) y luego, es el que se observa observando, en la práctica practicante –presente en todas las piezas, pero que por encima y en particular resalta en “Boda fallida” y “Salario libido” (lo prohibido aquí no merece mención)– donde emerge paradójicamente y con la violencia de una forja la nueva conciencia, que es a la vez nueva conducta y, por lo tanto, praxis que no es reificada, militancia que no es capitalizada, ¿trabajo liberador?, que no es planificado ni metodológicamente cerrado, pues le subyace un freestyle común y colectivo sin propietario, que resuelve el imperativo de Duno-Núñez-Sáez:
Se impone, pues, una forma nueva de conducta, un nuevo estilo de trabajo, nuevos métodos de dirección revolucionarios. Está planteada una respuesta de conciencia de nuevo tipo ante la presente situación que vive la izquierda venezolana.
No es que pretenda hacer una lectura sobrepolitizada de tu trabajo. Él ya de por sí lo es. Es partidista no en cuanto al tarjetón, eso se murió antes de Chávez, antes del chiripero, en el 89. Digo que es partidista porque, entre brozas, se nota que hay intención de utilidad para la vida, con el riesgo de ser útil tanto para la opresión como para la liberación (¿útil a la vida de qué clase, de qué sujeto, de qué semilla, de qué parte?). Entonces, llego a la dificultad de la cura, hacia dónde y con qué afectos. Tu trabajo es sobre todo urbano, no peca de los sospechosos bucolismos de lxs poetxs (son contados los casos excepcionales), poco convincentes, que escribimos como primo de apartamento sobre fecundidad y tierra –he ahí el porqué de la cursiva en semilla–. Son las coletillas de ese rentismo neocolonial que se empoza como el agua sucia de combustibles en ciertos remansos portuarios.
Pero me pregunto, ¿hacia dónde mira tu trabajo, qué prefigura, a qué servirá cuando se preste a ser la teoría revolucionaria que demanda el tiempo? Recordando que lo escribieron leninistas por allá en 1971, vuelve el trío con el que comencé para darle pie fuerte a la preguntadera:
No podemos permitir que se siga nublando de pesimismo la situación de la izquierda. Sin negar las dificultades existentes, debe comprenderse que ellas son naturales en las presentes fases de la lucha. La nueva respuesta de conciencia revolucionaria tiene que hacer factible la elevación de la combatividad, unidad, ideología y organización de las fuerzas patrióticas, populares y revolucionarias en la única alternativa válida para la liberación nacional: la revolución socialista. No se debe utilizar el método de embellecer el pasado para oscurecer el presente.
El pasado no es bello, ni el presente. Por eso el llamado avant-garde, que prescribe un arte que no está hecho para esa sensibilidad común, venida a menos, insostenible, llorona si no optimista a juro, hasta narcotizada. No es ironía la salida, porque es amarga y no edifica. ¿Será el sarcasmo? Hay humor en tus islas. Salidas jíbaras en el uso plástico de su lenguaje propio.
Tengo que incorporar a la conversación lo que apuntamos en el messenger. ¿Conseguiste el cargador, cómo va la chamba? Yo terminé parcialmente un tigre que me tenía retenido, y por eso no había comenzado esta correspondencia, como fue prometido. Pero ahí va. Ahora salto a la tesis de maestría. No sé si te interese. Voy a ciegas, no sé qué haré precisamente, pero estudio un modelo de evolución de lenguaje en el ámbito del machine learning. Sujetos (que se encuentran por azar) con lenguajes distintos procuran comunicarse (tienen léxicos distintos) pero en el intercambio se construye un nuevo lenguaje que, en ciertas condiciones, converge a algo común. Estoy a contrarreloj, pero me gusta la idea. Eso y algunos poemas. Nada extremo. Cosas que sospecho no podría hacer si hubiese optado, como mi generación middleclass, por la diáspora. O sí, pero para otros fines. Si es que se trata de fines.
Un párrafo extra, para que sepas desde qué nomadismo enuncio algunas cosas.
Pendiente. Cambio,
C.
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