La siguiente encuesta fue realizada en 1976 por un grupo de estudiantes de la facultad de comunicación de la Universidad Pontificia Bolivariana fue publicada por la editorial Verticales de bolsillo en el volumen antológico Ojo al cine bajo el título De la crítica me gusta lo audaz, lo irreverente. Hoy la publicamos en nuestra revista como un valioso aporte a la reflexión cinematográfica latinoamericana.
¿Qué es la crítica cinematográfica para el crítico colombiano?
Como desconozco el significado de la posible continuidad de los otros críticos, esta y las otras respuestas serán estrictamente subjetivas. La crítica para mí es un intento de desarmar, por medio de la razón (no importa cuán disparatada sea), la magia que supone la proyección. Ante la oscuridad de la sala el espectador se halla tan indefenso como en la silla del dentista.
Comenzar a pensar en el proceso de montaje, de cambio de rollos, de alteraciones en el color, etc., es una especie de posición de defensa, de decir: “comprendo esto, veo los trucos, no me puedes engañar, y el resultado de esa relación entre la pantalla y mi persona no puede ser la alienación”. Esto lo digo teniendo en cuenta que la gran mayoría del material que se exhibe en Colombia es el producto medio USA, italiano y mexicano, y que este depende en gran parte del engaño para lograr un éxito comercial. Cuando uno ya ha comprendido esto, cuando ya se ha adoptado un mecanismo intelectual de defensa propia, el paso a seguir es comunicar este mecanismo primero a los amigos, después al público en general. Para lograr esto, claro, se necesita tener acceso a una clase de medio de comunicación. Y para el caso del producto fílmico sincero, de buena calidad, la tarea del crítico es encontrar la forma de apreciar al máximo la diversión, y lograr, en últimas, que el espectador atento se divierta en la lectura de exposición de argumentos.
¿Cuál cree usted es la posición que asumen los críticos colombianos: terrorista o paternalista frente a la obra cinematográfica? ¿Por qué?
Primero que todo, considero que es más saludable una actitud terrorista que paternalista. Para lograrla es necesario contar con un medio propio, como es el caso de nosotros con la revista Ojo al cine. Cuando un crítico enfrenta una serie de condiciones con las distribuidoras y con el exigente gusto mediocre del espectador medio, su crítica se irá ablandando, irá haciendo concesiones, no importa que muchas sean involuntarias. Ugo Barti y Carlos Álvarez han escrito terrorismo, pero hoy por hoy el panorama es mucho menos alentador.
Hay que alertar al espectador, darle conciencia del peligro que significa el acto aparentemente trivial de ir al cine, convencerlo de que la mayoría de las veces detrás del producto se encuentra una ideología dirigida en forma vertical contra el consumidor. Hay que desmitificar los falsos valores, las grandes celebridades, los mensajes de “gran” importancia. Uno encuentra muchas veces lo mejor en lo trivial. Dedicarle la atención necesaria a la importancia de Jerry Lewis es un acto de terrorismo. Arremeter contra el cine político italiano o contra un film como El pasajero también. Siempre, de la crítica, me ha gustado lo insólito, lo audaz, lo irreverente, lo maleducado. Para eso sería bueno encontrar un método que universalice lo personal. Cada gusto es una aberración.
Dado que el cine ha alcanzado niveles artísticos que el común de la gente ignora ¿cuál cree que es la tarea de nuestros críticos?
Si aceptamos que el cine atraviesa una etapa de decadencias generales, se le hace entonces una nueva cuestión a la pregunta. Lo que más me molesta de algunos críticos es el falso entusiasmo de sus primeros escritos, cuando creen haberlo comprendido todo. En realidad, lo único que han hecho es hacer consciente la comprensión inconsciente del espectador. Yo no creo que la gente “ignore” los avances del cine; tal vez, lo que pasa es que no los distingue. Entonces ya respondí a esto en la primera pregunta.
El público debe orientarse por las indicaciones del crítico, es cierto, pero este debe poner en tela de juicio los presuntos “avances” del cine: por ejemplo el uso del zoom, del montaje sincopado, el alejamiento de las formas clásicas, el exotismo del colorido, etc. Los niveles artísticos pueden seguir analizándose según la política de loa autores, según la evolución de la carrera de cada director.
Teniendo en cuenta la influencia y credibilidad que tienen muchos críticos colombianos en la sociedad, ¿son ellos manipulados o manipuladores? ¿Por qué?
Tal vez el que más influencia tenga sea Alberto Duque López, pero él es más bien un manipulado, y no precisamente por culpa suya. Cuando yo escribía casi a diario para Occidente y más recientemente para El Pueblo, tuve una cierta influencia en el occidente del país, pero siempre estaba sujeto a interpolaciones mal hechas, recortes por falta de espacio o por censura, etc. De allí que haya decidido lanzarme a la empresa de sacar una revista especializada, la cual tendría mucha más influencia si pudiera salir con más periodicidad. Además ¿qué es lo que uno puede llegar a manipular? Ciertamente no el gusto del espectador. Uno podría manipular una costumbre, una elección de programa, pero de todos modos la palabra no es apropiada.
¿Usted cree que nuestros críticos, como tales, hacen progresar el arte? ¿Por qué?
Los críticos solo pueden dar testimonio del arte, si lo hay. ¿Pero y el caso de la Nueva Ola y del famoso grupo Cahiers? Sus escritos hicieron que directores como Aldrich, Preminguer, Hitchcock, etc., mejoraran o modificaran sus obras. La crítica es un testigo perplejo de los avances del arte, y en su temor indefenso y desbandado, hace progresar el objeto de su devoción. ¡Oh, de los vanos caminos!
¿El crítico debe estar comprometido con una ideología? ¿Por qué?
Creo que es mejor opinar, escribir desde unos postulados concretos. Pero se ha dado mucho el caso del crítico o aun del artista que termina en una situación de inercia y esterilidad porque de pronto en una ideología dada encuentra la fórmula “perfecta” para resumir la función del arte, y el sujeto interesado se encuentra con que esta función no existe, con lo que solo empieza a mandar la ideología; de allí que uno tenga que hacerse a una posición más política que otra cosa. Es mejor hablar en términos de moral, de posición personal del crítico ante la obra de arte. Digamos que esta moral tiene que ser de izquierda y que el análisis del film debe hacerse a partir de la relación de este con la anterior carrera del director, con su género y con la sociedad a que pertenece. Un film si puede expresar su ideología y tratar de hacer que esa cumpla una función, un cambio que se opere por el divertimento, comenzando por eso. Operando desde una tendencia política el crítico puede ayudar a imponer los conceptos de su ideología, y si varias tendencias ofrecen elementos válidos para el análisis, vale la pena dedicarles atención, no importa que en últimas tendencias sean opuestas en sí mismas. Uno siempre termina por escoger una.
¿Ustedes escriben para un determinado número de personas o llegan a la gran masa?
Si se escribe en un periódico de alto tiraje se llaga a la gran masa. Si se escribe desde una revista como Ojo al Cine, los lectores no serían más de dos mil (a no ser que se emplee la publicación en una ponencia o discusión pública, etc.). Si uno escribe para el espectador medio, se tiene que emplear un método didáctico, una fraseología sencilla, una construcción directa, informativa sobre todo. Si uno escribe para el cinéfilo o el cineasta, lo que se busca es hacer que él compruebe sus teorías. Muchas personas pueden pensar novedosamente sobre un film, pero unas pocas son las que escriben sobre ello. El crítico debe buscar un reconocimiento, una estimación en el grupo de gente que haya escogido. La gran masa mira al crítico de cine con desconfianza; lo juzga impertinente, pretencioso y especulador: creen que es un improperio que alguien escriba tantas cosas sobre unas imágenes que todo el mundo ve y comprende. Pero lo que se pretende es que el espectador vea de una sola forma el film, la que sea más adecuada. Esta depende, en todo caso, de los avances que se hagan en la teoría.
¿Son nuestros críticos teóricos o técnicos? ¿Por qué?
Hacer el análisis técnico de un film, secuencia por secuencia o el análisis de una sola secuencia es un procedimiento muy interesante, arduo de hacer y un poco injustamente reconocido, porque puede dar la impresión de ser estéril. Pero ayuda mucho en cuanto a la comprensión del lenguaje particular del director o del film solo en su contexto social; si no estoy mal, esto en Colombia se ha realizado únicamente a través de las páginas de Ojo al Cine, y en algunas exposiciones de Hernando Martínez. El resto de críticos no son ni siquiera teóricos sino interpretativos, analíticos aproximativos. Abunda aún el afán de encontrar simbologías o correspondencias argumentales en los films. Importa más, creo yo, la correspondencia visual, la imaginería iconográfica que una guía de las preferencias, arbitrariedades, obsesiones y aberraciones del autor.