Cielo del ojo/sombra de la voz
Y cinturón de paz o brillo/clara
Cantorita de luz/dulzura/vos.
Juan Gelman
A Alma y Augusto
al cielo que los habita
*
A Carola (Mom)
otro misterio habita los pájaros desde ti
un canto tejido en la primera hora de la tarde
una silla deshaciéndose sin la costumbre de tu peso
fuera de mí camina
vientre fecundo que lleva tu nombre
se alimenta
aprende del trino y la palabra
fundará otro lenguaje
sangre caliente
migratorio
juglar
Alcanza
solo polvo camina
del ombligo a tus ojos
ha sido suficiente la labranza
hagamos la medida de tus dedos
y sobre ellos el tiempo
y sobre el tiempo las constelaciones
la tierra pariéndote cruda
habitada de flores milenarias
color de las piedras húmedas
voz a cuello mineral
un soplo de ti
alcanza
Amarillos y mangos
con esta mano sostuve el peso de la tierra en tu cuerpo
abrí amarillos y mangos
con esta otra amanecí
Cantamos sobre la casa de plomo
A Eduardo
ninguno pudo cerrar el puño
ni abrir senderos de luz
ni rezar el padre nuestro
ni resignarse
ninguno
cuando lloviste
quedaste esparcido por el mundo
en todas partes nos dueles
Antes de morir el sol
habrá para cada uno un gramo
un avión estrellándose en la sien
flores nacidas para secarse sobre nuestros cuerpos
en los funerales
ayer un hombre murió en la plaza pública
alguien filmó la caída de sus 83 años sobre el asfalto
hicimos casas y fueron tumbadas
hicimos hijos y desaparecieron
hicimos un país para que se lo robaran
antes de morir el sol
vimos un cielo abrirse como un cuerpo por la mitad
la tierra que se llevaron guardó para sí un grito
el ruido de un parto
una ruptura
La rabia
dejaré a esta rabia volverse destino
resaca de mar
cuerpo liso de los peces
que brote
ruido y arena entrarán a la casa de todos
brillo en las paredes llanto
dejaré a esta rabia mirarnos sobre su hombro
mentirnos
y cada vez que la calle llame
ahí estará
dejaré a esta rabia minar surcos
caminar en el rostro
en el niño
en el hambre
les dirá la herida
algún día gritarán
Poema sororal para mi clase
A mi madre
las mujeres que conozco se hicieron solas
a plomo y hambre
son la mecha de un fuego que nunca dejó de hervir la rabia
las mujeres que conozco no hacen sombra
ellas colmaron de truenos la ciudad
la quemaron
la volvieron a armar con árboles de mango
dejaron algo para después, se hicieron el después
las mujeres que conozco tienen memoria
a ella recurren cuando la vida les duele
y no les alcanza el cuerpo de parir
se han plegado unas de otras
para permanecer de pie
en las noches acunan sus caderas sin patria
su sagrada libertad de amar con los ojos abiertos
Mi generación
soñé: este cielo se caía
se quemaban los pájaros en el descenso
fue después que los árboles se volvieron contra sí
soñé: mi generación cabalgaba para un tiempo
un hacerle algo a los abismos
soñé la ilusión el vuelo la cercanía
ansiosa fui a estrellar mi frente en la esquinas
soñé las manos en la estatua de un héroe
una palabra que le diera apellido a la suerte
para tapar la ruina
soñé este silencio y le puse rostros
le puse fechas y ciudades
le llamé abril mijail pablo caracas luccas caneo
un cuerpo de cadáver casi niño
le dije que se fuera
que nos partiera luego a dos mitades con el futuro
que nos dejara vivir
Deprimirse en Casalta
A Enrique
los pobres cuando se deprimen cargan el tiempo en sus cabezas
sacos de algún material de la tierra
son llamados a abrazarse en el terreno amplio de su soledad
los pobres cuando se deprimen ahogan la ruina y se burlan de ella
en la calle se aguanta, se revira
certeza y valor
los pobres cuando se deprimen saben que una nostalgia larga es inútil
que en la oficina, en el metro, en la parada
en la cama, en la cocina, en la avenida
no hay tiempo para caer de rodillas
cantando lágrimas amplias sobre la acera
en la esquina del cuarto
se acaba la pena
hemos venido del pan y para él
hemos llamado a este tiempo para siempre
en la multitud, en el codeo, en el tumba’o del cielo de Casalta
es de día aún
y llueve tenue
Doy palabra
de la transgresión de un cuerpo que te habita
y de la calle sonora de banderas
un cielo-balcón para el recuerdo
una noche la caída fue adentro
la absoluta soledad de los cuerpos tomados
la certeza distraída de un nombre para llorarlo
de una espina a mitad que te dio vida
doy palabra para que la guardes en el quiebre
en las flores que cayeron en la plaza ese día
en el efímero paso de tu tiempo
doy palabra en la frente
en lo sublime de un país estallado
renacido
en la sangre que quisimos entregar para colmar el aire
algo más certero que un himno
en un andar recuperado que manejamos cada mañana con torpeza
nacer algo más que lo coloro-dormido
éste ahora que es espeso y es doloro
se hastía de una calma en la manera de hacernos
se descalabra y se vuelve a juntar para gotear a la sombra
para quebrar las paredes
esta fina nostalgia donde somos
Honrar un país
honro los doce hijos que Domitila tuvo en la cama
mujer paridora
de manos duras quemadas por la candela
mujer anciana joven que murió en la república del hambre
en la república que le dió un cerro para criar sus niños
ciudad de la punta de tu boca Domitila
honro mi nacimiento como una fe consagrada a espaldas del mundo
honro a la mujer que sostuvo mi cabeza sobre su pecho aún en el encierro
aún en el miedo
aún en la república de los castigos
¿cómo no ser madre en un país que pare hijos como funda repúblicas de hombres?
¿cómo no ser madre en el relato de todos los mitos de fecundación,
en un país donde las guayabas se pudren en las avenidas, donde todo nace en la tierra casi por error?
honro las piernas de las mujeres que cabalgan las llanuras donde crece el maíz en multitud
en la recia cabeza de los hijos que se marchan
de hijas vendidas por hora o por toda la vida
en este país de secretos y pecados
de vírgenes monstruosas en la entrada de los pueblos
este país que alimenta a más de 30 millones de hambreados y hambreadores
un país de estadísticas y malas cuentas
de empresarios y rebuscadores
de mujeres dóciles, silicónicas, rotas, apegadas, obedientes, prostituidas, hartas
¿cómo no ser madre en un país de hombres libertadores, de hombres caballos, hombres pegadores, hombres callados, hombres ignorantes, hombres castigadores, hombres quebrados por el miedo de ser hombres en una tierra de hombres libertadores?
honro la hendidura de las tetas de las negras que alimentaron la boca de los niños ricos que liberaron este país
las cocineras que parieron a los soldados, luego muertos en el campo, anónimos
el bajo fondo de las montañas está sembrada de cuerpos que mi país olvidó
sus panteones de barro
siglos de nidos de pájaros acompañan esa traición
honro la risa de la niñez que se abraza al cuerpo-madre para existir sobre el mundo
el grito rotundo que los ha vuelto adultos en un país que los castiga y los encierra y los salva y los hace predicar y los recupera y los ama y los odia…
una patria de madres orgullosas de sus narices hinchadas y sus barrigas infladas
honro mi parto y su eslabón a la muerte, su recorrido de diez horas de puje,
su condición clínica, apego a los abrazos ausentes, su alegría irracional. Honro la desnudez de mis nueve meses y mi vientre vacío recuperando su carne
¿cómo no ser madre en un patria que se refunda, que se muere, que renace como Jesucristo, una patria de esclavos y colonizadores, una patria que se lucha, que se pierde y se vuelve a encontrar como enamorados separados por el mar Caribe todo?
¿cómo no ser madre en un país tan cosmético, tan cogido por las costillas de Adán, tan pulcro, tan milagroso, tan nutrido, tan condenado por generaciones enteras de animales y flores muertas pudriéndose en corriente negra debajo de nuestros pies?
honro el silencio de las mujeres que temen cubrirse de polvo, que temen la guerra de sus madres, la guerra de sus maridos, la guerra de sus abuelas, la guerra de sus amigas, la guerra de sus culpas, la guerra del padrenuestro
honro a las que escondieron su sangre
los millones de sacos y fetos expulsados por corrientes internas de ríos hasta el mar
que poblaron junto a los peces la república de lo imposible
la república de la vergüenza
la república del dolor
honro la mano que atisba en el aire
la pequeña nación que es su cuerpo
una nación de símbolos de pan y tierra ardida
nación de mujeres colmadas de argumentos
de mujeres abrazadas a la luz de su entendimiento
a la luz de sus contradicciones
honro la luz que las puebla
su nación sin dios
*
Estos textos de la poeta venezolana Aquarela del Sol Padilla son una selección para MenteKupa del libro LA GUERRA FLORIDA.