Toda persona que ame los videojuegos tiene una serie de momentos que marcan su vida como gamer. Para mí, uno de ellos es la batalla final de Final Fantasy VI, cuando nuestros personajes se enfrentaron a las tres etapas de la Estatua de los Dioses para finalmente combatir contra Kefka, el Dios de la Magia.
Además de una batalla final dividida en fases diferentes, la etapa final del juego deja varios temas interesantes para reflexionar, como el nihilismo, las formas de dar sentido a nuestras propias vidas, la relación de las personas con la divinidad, entre otros.
Celebrando los 30 años del lanzamiento original de Final Fantasy VI, hoy nos proponemos explorar un poco de la profundidad que hace de este juego una obra destacada de esta franquicia y de los videojuegos en general.
Antes, un poco de contexto
Final Fantasy VI es un videojuego de rol desarrollado y publicado por Square el 4 de abril de 1994 en exclusiva para la consola Super Nintendo, siendo el último lanzamiento exclusivo de la franquicia en Nintendo antes de la siguiente entrega principal, Final Fantasy VII, publicado en el PSOne. Este también fue el último juego de la serie desarrollado completamente en 2D.
El juego nos presenta un mundo con signos tempranos de industrialización y amenazado por el Imperio Gestahl, un régimen militarista que busca el dominio mundial usando la magia como arma. Para ello, el imperio se concentra principalmente en buscar y explotar a los Espers, seres mágicos creados cientos de años en el pasado en medio de una guerra entre la Triada Marcial.
El Imperio Gestahl es enfrentado por Los Replicantes, (The Returners, en la versión inglesa), un grupo rebelde al que pertenece la mayoría de los personajes que controlamos en el juego. Entre ellos está Terra Branford, el primer personaje que controla el jugador. Aunque FF VI no tiene un protagonista como tal, repartiendo el rol en un grupo de hasta 14 personajes, Terra suele ser la principal representante del juego en los diferentes medios y crossovers. Final Fantasy VI se puede dividir en dos mitades según el desarrollo de la historia. La primera, que ocurre en el Mundo del Balance, consistiría en los esfuerzos de Los Replicantes por evitar que el imperio Gestahl se apodere del poder de los Espers. La segunda, sería la reagrupación de los Replicantes en el Mundo de Ruinas, lo que quedó del mundo anterior después del cataclismo causado por Kefka Palazzo, el antagonista principal del juego.
Vida, sueños, esperanza…
La etapa final de Final Fantasy IV se desarrolla en la Torre de Kefka, un monumento creado por él en el intermedio entre ambas partes del juego. Allí, nuestros héroes se dividen en tres grupos para recorrer la torre, enfrentándose en el camino a varios jefes antes de reunirse y enfrentar a Kefka.
Antes del comienzo de la batalla, Kefka hace una demostración de sus poderes, modificando la habitación y desplegando la Luz del Juicio, un rayo de energía que causa destrucción por donde pasa y que Kefka invoca sobre quienes lo rechazan como su dios o simplemente cuando está aburrido. No obstante, lo más importante es que Kefka declara que la vida no tiene sentido, que nada dura para siempre, y que las acciones de las personas son insignificantes, ya que todo lo que construyen será destruido y que, sin importar lo mucho que nos aferremos a la vida, todos moriremos.
Frente a esto, cada personaje expone sus propias razones para vivir y luchar. Por ejemplo, Terra dice que ya sabe qué es el amor (en este caso, familiar); Locke, la celebración de la vida y los vivos; Cyan, el recuerdo de su familia; Edgar, construir un reino que garantice la paz y dignidad para todos; Strago, su nieta; Relm, su abuelo; Celes, ser aceptada por quien es, y así sucede con el resto de personajes. Frente a esto, Kefka declara que los personajes suenan como un libro de autoayuda, y que destruirá todo y a todos a quienes aman, y también los conceptos que ellos profesan.
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Así comienza la batalla final, dividida en cuatro etapas, donde las tres primeras son un duelo entre nuestros personajes con la Estatua de los Dioses, una torre bio-mecánica con entre 2 y 4 subjefes por nivel. A medida que superan las etapas, los personajes ascienden en la torre para, después de superar todos los niveles, encontrarse con una recreación del cielo y enfrentar a Kefka en su forma divina. Allí, antes de empezar la batalla, expresa lo que considero es una de las frases más icónicas de los videojuegos.
Vida, sueños, esperanza… ¿de dónde vienen? ¿hacia dónde van? Cosas tan insignificantes… ¡las destruiré todas!
Los personajes derrotan a Kefka y escapan de la Torre, que se derrumba al ya no existir ningún poder mágico que la sostenga, pues Kefka se había convertido en el Dios de la Magia. Habiendo muerto, el mundo se libra de su yugo, y las personas ahora pueden dedicarse a reconstruirlo.
La Estatua de los Dioses
Esta batalla final destaca por varias razones. Para empezar, la banda sonora, una pieza llamada Dancing Mad compuesta por Nobuo Uetmatsu, quien fue el compositor principal de la franquicia hasta Final Fantasy IX. Esta pieza se divide en cuatro movimientos, los tres primeros dedicados a cada nivel de la Estatua de los Dioses, siendo el último lo que escuchamos los jugadores cuando luchamos contra Kefka.
Del comienzo hasta el final, los jefes que conforman la Estatua de los Dioses se distribuyen así:
- Primera etapa: Rostro, Brazo largo, Brazo corto
- Segunda etapa: Magia, Tigre, Poder, Máquina
- Tercera etapa: Descanso, Señora
Elegimos cuatro personajes iniciales y seleccionamos el orden de sucesión para los restantes. Si uno o más personajes están incapacitados al momento de cambiar de etapa, esos personajes serán reemplazados por los que le sigan en el orden. Si todos los personajes mueren en un nivel o si se acaba el orden de personajes de reserva, el juego termina. No se puede pausar durante las etapas ni entre ellas.
Si vemos con atención el diseño de la torre, veremos que ella incluye algunos respiraderos que expulsan fuego o vapor, tubos que atraviesan a algunos subjefes, así como el tronco que sostiene la torre como tal. En su conjunto, esto puede entenderse como una referencia del poder industrial que le dio a Kefka sus poderes mágicos en primer lugar, pero también como una intervención de nosotros, los humanos, sobre lo divino.
De la tierra al cielo
Esta batalla incluye varios elementos religiosos. Por un lado, todos los movimientos incluyen el uso de un órgano, lo que realza la idea de que estamos frente a un suceso divino (el uso del órgano en varios encuentros religiosos impulsa esta asociación). Por otro lado, el órgano también recuerda un poco a la música clásica, específicamente a manifestaciones barrocas.
Otra referencia religiosa durante la batalla está en su tercera etapa, contra Señora y Descanso. La razón es que la pose de ambos jefes recuerda un poco a La Piedad de Miguel Ángel, una escultura creada entre 1498 y 1499, que representa a la Virgen María sosteniendo el cuerpo muerto de Cristo justo después de ser crucificado.
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Por último, y siendo la referencia más evidente, está Kefka. Nuestros personajes ascienden a una recreación del cielo con el crescendo de la secuencia introductoria del juego de fondo. De pronto, la música nos espanta y Kefka, en su forma divina, desciende de los cielos, afirmando que cosas como la vida, los sueños y las esperanzas no tienen significado, y que destruirá todos esos conceptos y sus manifestaciones.
Esta versión de Kefka es mucho más musculosa que la que vemos en la mayor parte del juego. Tiene piel violeta, y 3 pares de alas (o 2 según algunos medios). Los pares superiores de alas son blancos con un leve toque de morado y, en general, recuerdan a las alas que podría tener un ángel. En cambio, el par inferior tiene un tono más negro, y su forma se asemeja a las alas de un demonio. Este dualismo aparente entre unas alas y otras es una continuación del dualismo fundamental de Kefka en este momento, humano y dios al mismo tiempo.
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Hay una interpretación muy popular entre el fandom de Final Fantasy sobre esta batalla y que la concibe como una representación de la Divina Comedia de Dante Alighieri, que narra el viaje del autor, personificando a la humanidad, a través de tres espacios del más allá: el infierno, el purgatorio, y el paraíso, donde Dante finalmente se encuentra con la Santísima Trinidad, que le comparte el significado del amor divino.
En Final Fantasy VI, esto estaría representado en el duelo contra la Estatua de los Dioses. La primera parte sería un enfrentamiento contra un demonio; la segunda contra un grupo de almas torturadas, y la tercera etapa sería un duelo entre nosotros con las deidades para, por último, encontrarnos con Dios, que nos revela que la vida no tiene significado y debe ser destruida.
Por otra parte, aunque relacionado con esto, la división entre las tres etapas de la Estatua y la batalla contra Kefka también se nota a nivel cromático pues, mientras que los tres primeros niveles se caracterizan por contar con un fondo negro, el último presenta un ambiente bañado en amarillo, dorado y blanco, lo que marca visualmente la diferencia entre un entorno infernal y otro celestial.
¿Por qué vivir en este mundo?
Expandiendo uno de los puntos anteriores, los diálogos previos a la batalla contra Kefka nos ayudan a ver mejor cómo FFVI caracteriza la voluntad humana como una fuerza que se sobrepone a las adversidades. Los personajes que controlamos en el videojuego exponen sus razones para vivir y continuar luchando, incluso después del colapso de la sociedad y la llegada de un mundo postapocalíptico que hace estragos a nivel espiritual y mental.
Celes es uno de los ejemplos más interesantes. Es el primer personaje que controlamos en el Mundo de Ruinas, despertando en una isla desolada en medio del mar donde nos reencontramos con un personaje cercano a ella y que, dependiendo de nuestras acciones, puede morir o vivir. Si muere, Celes intentará suicidarse lanzándose de un abismo, pero sobrevivirá, y al recibir una señal de que posiblemente haya vida más allá de la isla, decide emprender un viaje.
Otro de los personajes que dan cuenta de la desesperanza en el Mundo de Ruinas es Strago. Al creer que Relm, su nieta, falleció durante el cataclismo, él cae en una profunda crisis espiritual que lo hace unirse al Culto de Kefka, un grupo de fanáticos religiosos que adoran al dios a los pies de una torre. No es hasta que nosotros reclutemos a Relm que podemos sacar a Strago de su trance para convencerlo de que el mundo puede recuperarse si vencemos a Kefka en su morada.
Pese a todo lo terrible que esté sucediendo en el Mundo de la Ruina, cada uno de los personajes encuentran o recuerdan sus propios motivos para continuar. Aunque todas varían de una manera u otra, un punto en común entre cada una es que están inspiradas por nuestras relaciones con los demás. Mientras Cyan vive por el recuerdo de su familia, Terra lo hace para construir un mejor mañana para los niños que cuidó después del cataclismo. A su vez, Locke reconoce que lucha para mantener la vida y celebrar a quienes viven; Shadow continúa porque finalmente descubre qué es la amistad y el amor de familia, y así. Siendo así, FFVI parece interpretar el sentido de la vida como algo que construimos socialmente y no dado desde afuera. Es decir, las personas generamos y atribuimos sentido a nuestra propia existencia con base a nuestras experiencias con otros y, a su vez, estas experiencias nos ayudan a reconocer nuestros propios valores y construir nuestra identidad.
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Hasta aquí hemos repasado y detallado algunos aspectos clave de la batalla final de Final Fantasy VI, aún nos queda mucho más por contar.
Por ejemplo, debemos conversar a profundidad de Kefka y su relación con el nihilismo, el peso del storytelling para subvertir las expectativas de los jugadores; el dualismo entre el Mundo del Balance y el Mundo de Ruinas, cómo Final Fantasy VI incluyó temas explícitos a diferencia de entregas anteriores de la franquicia, y otros aspectos interesantes que, al integrarse, dan lugar a una obra con un impacto duradero en el mundo de los videojuegos y suman argumentos para comprender este medio como una forma de arte.
Esto lo veremos en una próxima publicación. Aquí salvamos la partida.
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Medievalismo, dualismo y conflicto: reflexiones sobre Final Fantasy VI (II)
“¡Haré un monumento de la inexistencia!”: reflexiones sobre Final Fantasy VI (III)
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