En los años 70 las plazas del centro de Caracas estaban repletas de vendedores de un sin número de cosas curiosas, aparte de los conocidos chicheros, perrocalienteros, vendedores de pinchos, dulcería criolla, melcocha, churros, suspiros, algodón de azúcar y pare de contar. A estos comerciantes se le sumaban otro tipo de singulares personajes como cantantes, predicadores, malabaristas, amoladores (a los que Aquiles Nazoa llamó bellamente hacedores de estrellas), zapateros, limpiabotas, fotógrafos de plaza con cámaras polaroid instantáneas con un pequeño caballito y un sombrero de charro, entre otros. Pero a mí el que más me llamaba la atención siendo tan solo un niño, era el señor que tenía un lorito en una pequeña jaula que tenia adaptada una gavetica repleta de papelitos que el lorito graciosamente sacaba y te lo entregaba en la mano después de darle a cambio una moneda de un bolívar, estos papelitos lo que contienen son oraciones que hablan de tu suerte, tu fortuna, etc., como una especie de zoo-horóscopo. Estos personajes solían estar parados frente a la Plaza Miranda en la esquina de la DIEX (División de extranjería, hoy SAIME), en la Plaza Bolívar, en la Plaza El Venezolano, en la Plaza O’Leary. Yo quería tener un lorito como esos y le hacía pataletas a mi madre para que el lorito me entregara uno de esos papelitos de la suerte, me interesaba más el lorito que mi fortuna o mi futuro infantil de esa época. Aunque es un personaje icónico de nuestra ciudad (en vías de extinción), también ese lorito: Nombre vulgar: Catita Churica, Nombre científico: Brotogeris jugularis, es un ícono de nuestra ciudad (también en peligro de extinción). Hoy por hoy pienso que estos oficios son un tipo de explotación animal, que destruye a la especie involucrada (debido a su caza y comercio furtivo) y el medio ambiente, pero es indudable que estos personajes marcaron especiales recuerdos en los ciudadanos de la Caracas urbana creciente y hoy ya solo representan una evocación para ser transmitida y analizada en su contexto.
Cuando me topé con el señor Rafael Méndez, quien se dedica desde hace muchos años a este oficio en la Plaza Bolívar, se mostró gustoso en atenderme al oír mis recuerdos de infancia y me permitió hacerle unas fotos, además hizo que el lorito me diera un papelito a cambio de nada. Confieso que lo que decía el papelito no me dijo nada interesante o esperanzador (será porque no le di los cinco mil bolívares que pedía por la suerte). Me comentó que solo quedaban dos personas ejerciendo esta particular forma de ganarse la vida y que tenía un par de loritos que ya tenían más de diez años y que cuando murieran ya no entrenaría a otro pues eso es muy difícil. Este ícono de la ciudad está pronto a desaparecer… le tocó el papelito de la suerte a los loritos.
Hola,como sr le llama a esas personas, los q están con los loritos?