Este año finalizó una de las series más exitosas de la historia de la televisión. Sin embargo, su final la coloca al nivel de lo que fue el cierre de Lost y no de otras series como Breaking Bad, Mad Men, The Wire o The Sopranos, pero esa es otra discusión. Estamos hablando de la que fue el estandarte de la cadena HBO en los últimos años, Game of Thrones.
En Home Box Office se sabía que el final de GOT se acercaba con cada temporada que estrenaban y es por eso que prepararon todo un paquete de opciones para que de ahí saliera su digna sucesora. Y la verdad, cualquiera de las opciones no solo es digna, sino que hasta ahora la superan en factura y en narrativa.
Para los que seguimos todo este mundo de nuevas series y posibles quinielas de quién ocupará el puesto estandarte sabemos que para HBO la sucesora o la serie que está oficialmente en el puesto que dejó Game of Thrones es Westworld, la serie que tiene como showrunners a Jonathan Nolan y a su esposa Lisa Joy.
Sin embargo, hay una serie a la que no se le está dando la atención necesaria, ni mucho menos el puesto que se está ganando a pulso y sin hacer mucho escándalo. Hablo de Succession, la serie producida por Adam Mckay y Will Ferrell y que tiene como showrunner a Jesse Armstrong, el genio detrás de la serie británica Peep Show, que recomiendo que vean.
¿Por qué Succession?
Succession es la sucesora directa de Game of Thrones porque es la serie que más se le acerca en cuanto a construcción de personajes, sentido y estructura dramática. A fin de cuentas, Game of Thrones demostró que es una tragedia shakespeareana y se mueve bajo esos paradigmas, muy a pesar de que sus últimas temporadas fueron poco satisfactorias.
Es una serie que refleja la incapacidad que hay para asumir las responsabilidades y la manera en la que las culpas se vuelven efímeras o se desdibujan. Es un drama político, pero también económico y sobre todo, familiar. Su estructura dramática está construida sobre el miedo a un padre volátil y castrador.
Es la tragedia de los tiempos de las redes sociales, es la historia de un conglomerado de medios que se está debatiendo entre lo viejo que no termina de morir y lo nuevo que no termina de nacer. Es la búsqueda de un sucesor donde no lo hay, justamente por la fortaleza de Logan Roy, donde irónicamente todo este musculo mostrado es lo que lo hace cada vez más débil.
Logan es nuestro Rey Lear, un rey que no confía ni en su sombra, al que sus empleados y sus hijos adulan -y temen- y que es capaz de sacrificar cualquier cosa con tal de mantener la «estabilidad» en su corte y sobre todo en su imperio.
Ahora bien, la serie está construida para que sea una tragedia shakespeareana, pero hay que ir con cuidado porque no hay nada escrito o seguro, no se sabe a ciencia cierta cuáles son las verdaderas intenciones de cada uno de los personajes. Todo puede cambiar en un instante y las alianzas duran lo mismo que el efecto que causó Capital Cities o Vanilla Ice en su momento. Todo es efímero y las apariencias no solo engañan, arrollan, aunque muchos de los personajes parezcan sentenciados.
Es por eso que lo único seguro que tenemos con Succession es esa atmósfera de supuesta estabilidad, de control total, de riqueza y excesos recubierta por puñaladas, traiciones, humor negro y mucho veneno de unos personajes tan insatisfechos como despiadados.
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