Los Miserables (2019) no está basada en la famosa novela de Víctor Hugo, pero sí comparte su rabia por la injusticia. Y al igual que su predecesor, que enardeció a Francia dos siglos atrás, la representación de la vida del director-escritor Ladj Ly se ha hecho sentir.
El presidente Emmanuel Macron se declaró “molesto por la precisión” de la película, desafiando a sus ministros a encontrar soluciones a los problemas de las banlieues, los suburbios de gente muy humilde donde los enfrentamientos son frecuentes y terminan en disturbios.
Los aficionados a la novela de Hugo pueden reconocer el nombre del lugar: Montfermeil. La zona ha cambiado después de 150 años, como vemos desde un dron disparado sobre las torres grises de una urbanización llamada Les Bosquets.
Un tímido niño africano-francés controla el dron y jugará un papel importante en la historia. Dicho niño puede ser una visión en clave del director, que dio sus primeros pasos en el cine cuando era adolescente, documentando disturbios y escaramuzas entre residentes musulmanes, en su mayoría afrodescendientes, y la policía.
En Los Miserables seguimos a tres policías en un día muy caluroso en 2018, justo cuando Francia gana la Copa del Mundo de Fútbol: Chris (Alexis Manenti), Gwada (Djebril Zonga), que llevan 10 años en las calles, y Ruiz (Damien Bonnard) un novato recién asignado al equipo, que será el “equilibrio” (o la conciencia del espectador).
Todo comienza cuando un niño roba un cachorro de león a gitanos de un circo itinerante; ellos amenazan con una guerra racial si no recuperan a Johnny, y dicho conflicto desata fuerzas poderosas: los hermanos musulmanes, liderados por un exconvicto radicalizado (Almany Kanoute), y un capo local (Steve Tientcheu) a quien le encantaría tener la oportunidad de “ganar algunos puntos”. Es una lucha de poder sectorial.
Los Miserables me hizo recordar un poco el filme francés La Haine (El Odio, 1995) de Mathieu Kassovitz, como también la intensidad emocional y corrupción policial de Training Day (2001) de Antoine Fuqua, pero todo con un estilo muy marcado y propio.Ly maneja de forma estupenda los hilos de la historia, dando espacio y tiempo a cada personaje, por lo que entendemos sus motivaciones y sus problemas; son personas reales, y eso hace que el descenso a los infiernos sea más poderoso, porque vemos la lógica de cada acción y reacción. Creación y destrucción.