La singularidad tenebrosa que Borges le achacaba a los lectores viene a mediar estas líneas. Si un acontecimiento es siempre una situación de ruptura (Badiou dixit), quien escribe ha tenido, a lo largo de su vida, al menos tres acontecimientos de lectura con la literatura borgeana.
Supongamos que había un libro. Un libro manoseado, roto, con la portada derruida por el ir y venir de los años. Un libro que, aunque le faltaban algunas páginas, había logrado sobrevivir dignamente a los jugueteos infantiles de la prole y el despojo de varias mudanzas. Supongamos, también, que ese libro tenía por título Obras completas: una edición impresa en Buenos Aires por Emecé Editores en 1974. Un libro que en la tradición familiar venía a integrar la colección de lecturas iniciáticas, del hábito de leer, de la curiosidad, del desgarre y la irrupción en el orden que conlleva toda lectura. Un libro al que se regresó, por segunda vez, durante los años de la adolescencia, como quien buscaba en Evaristo Carriego o Tom Castro despertar cada día en otro individuo, y al que se retornaría, por tercera vez, bajo el sino fallido de los intentos por descifrar sus enigmas.
Deportado de sí mismo e injertado en otro contexto, como en la ficción borgeana, quien escribe, más allá de las lecturas y la crítica, ofrece un homenaje mentekupano a este infractor literario llamado Jorge Luis Borges.
1.
En Discusiones (1932) hay un epílogo de Alfonso Reyes que reza: “Esto es lo malo de no hacer imprimir las obras: que se va la vida en rehacerlas”. Como lo planteó Alan Pauls en su momento, hay un factor, un factor Borges.
Si en la multiplicación, el orden de los factores no altera el producto, digamos que Borges, por el contrario, es un elemento de factorización que siempre deviene. Es por eso que sobre Borges se ha escrito mucho y desde distintos ángulos. Enigma, devoción, pleitesía, defenestración política atraviesan el cuerpo de una figura que forma parte del ADN literario latinoamericano y mundial. Libros y vida se funden y confunden produciendo un artefacto, una ecuación cultural que, en tanto tal, se deriva o se integra según los estados, situaciones y experiencias de cada lectura. Borges, en sentido estricto, se rehace en cada lectura.
2.
Ser moderno, es ser contemporáneo, ser actual (Borges dixit) y buena parte de esa actualidad se construyó desde un jardín, en una biblioteca poblada con ilimitados títulos ingleses. Allí, herencia y voluntad, objetos y sujeto, se van a entrelazar para ensamblar un lugar de enunciación cuyo interés en el lenguaje va a pasar, irremediablemente, por los límites y el modo en el que las palabras pueden afectar el mundo.
Enciclopedia heredada y timidez escamoteada por la búsqueda de una voluntad ruidosa, son los submúltiplos de un factor Borges que hace ingresar la ficción en lo real. Menos documental y más imaginativa, la máquina borgeana, además de rehacerse constantemente, es pudorosa: nos presenta sin presiones una realidad que, como en la fantasía neurótica, no lo dice todo o lo dice a medias.
3.
Como se pone de manifiesto en “Tlön, uqbar, orbis tertius” en Borges hay un gesto enciclopédico que atraviesa el tamiz de una agencia colectiva. Por un lado, la biblioteca familiar, los mitos construidos alrededor de ella, la madre y la relación del padre con Macedonio Fernández, le darán las herramientas para el collage, la cita erudita y la relación imaginada entre problemáticas que configuran, a decir de Piglia, la superficie de la literatura conceptual borgeana. Por el otro, la revista Sur y la relación con las hermanas Ocampo y Bioy Casares, como expresión de un agenciamiento constituido por el complot, la complicidad, el enigma y el juego.
La máquina borgeana es viral y contagiosa: una aleación de materiales diversos que deviene heteróclita.
4.
El cosmopolitismo erudito borgeano va a entrar en diálogo, como buena parte de la literatura de principios del siglo XX, con la preocupación por el orden social de la nación. Sin embargo, a diferencia de un Rómulo Gallegos, la territorialidad borgeana, como afirma Sarlo, parte hacia la ciudad como expresión del principio de heterogeneidad de la cultura. En sus pliegues, cual detective, Borges va a buscar las huellas pasadas de una ciudad que se ha transformado por la innovación técnica, el progreso y la modernización típica de los países subalternos. En el duelo, en los cuchilleros, en el decir argentino, en el tango, se expresarán, por un lado, la ciudad íntima (Fervor de Buenos Aires) que observa con nostalgia la demolición de su pasado; por el otro, la ciudad pública, la nuestra (como en Luna de enfrente) que observa las disputas simbólicas propias de toda organización espacial y los modos de imaginar la ciudad que viene. La máquina borgeana es errante y miope: se lee con los pies, al caminar, construyendo una totalidad producto del detalle que se enfoca.
5.
Borges colecciona libros, detalles, situaciones, hechos históricos, acontecimientos. A través de ellos, abraza los formatos populares y divulgativos despachados por las élites. Si el duelo es al mismo tiempo pérdida (duellum) y dolor (dolus), lo popular en Borges se va a constituir en una “illusio” que intentará, paradójicamente, restituir e irrumpir en el orden social de una nación que constantemente se está pensando a sí misma. Lo culto, lo hermético, lo popular y lo subalterno confluyen en Borges sin solución de continuidad. Alternancia pura entre lo tradicional y lo moderno, entre lo culto y lo popular. En el “entre”, en el intersticio, no hay subsunción de una en la otra, sino un juego. La máquina borgeana es lúdica: como la ventana rota con la piedra de la infancia, sus crímenes quedan impunes.
6.
En este punto nos preguntamos por aquello que puede llegar a ser Borges en la actualidad y qué tiene para decirnos. Las respuestas, de acuerdo a la máquina borgeana que acabamos de caracterizar, las encontrará cada quien en su experiencia de lectura porque, a fin de cuentas, nadie sabe lo que puede un cuerpo (Spinoza dixit). En ese sentido, lo viral, lo pudoroso, lo lúdico, lo miope y errante que rehace constantemente la máquina borgeana es, en conjunto, una potencia: liberación necesaria y dolorosa de su autoridad literaria.
7.
Por lo pronto, sumo un acontecimiento borgeano a mi biografía. La redacción de estas líneas no estuvo cruzada por la infancia, la búsqueda y la revelación del enigma. En ellas, la pulsión libidinal se desplazó para relocalizarse en un fuera de sí que me permite, palabras más palabras menos, regresar sin la sensación del fracaso a un Borges sin ataduras. Tal vez pueda decirle, como él lo hizo con su madre, que en este texto estamos hablando los dos “et tout le reste est littérature”.