Save the complaints, for a party, conversation
The world is loaded,
it’s lit to pop and nobody is gonna stop
Stop! – Jane’s adiction
Llegó noviembre y el 2020 baja estrepitosamente hacia su fin. Desde los primeros días de marzo, nuestra temporalidad ha experimentado un triple movimiento que atravesó la compresión, la hiperaceleración y la sobreexposición.
La espacialidad engulló al tiempo, y la cronopolítica, con sus atavismos, devino en memoria reminiscente: una caja de herramientas que de la noche a la mañana amaneció herrumbrada y que, sin embargo, poseía cierta utilidad en función de abrir las compuertas del futuro. Porque toda crisis exige una toma de posición que tiende a la conservación y/o el cambio.
Signados por la obsolescencia, el miedo y la muerte, desarrollamos un impulso vital que desató una creatividad sin precedentes. Y no, no hablamos de resiliencia. Que aquí nadie es una pelota de goma. Hablamos de un principio de esperanza renovado en donde corporalidad, imaginación y modos de creación se funden en un proceso alquímico que podría anunciar la semilla de algo nuevo: formas de fabular, imaginar y pensar el mundo que habitamos.
Rápidamente, las estéticas de lo íntimo, ese “yo” posmoderno con signature poético Espasa-Cabaliere (por ejemplo), han dado paso a una maquinaria colectiva que no solo busca articular, sino que también procura desarrollar nuevas sensibilidades y maneras de relacionamiento con el público. Han surgido formatos, formas de articulación y modos de recepción en el campo de la cultura.
No se trata, entonces, únicamente de la masividad de las redes y del like-campanita-suscribir. Se trata, además, de desarrollar un modo de creación siempre sujeto (y no sujetado) a la transformación propia de los medios digitales.
Así, Facebook, Instragram, Twitter, Zoom, Google Meet y las puntocom, se van convirtiendo en superficies de experimentación colectiva que rebasan la extimidad hogareña para abrirse al paisaje urbano y sonoro de un mundo que atraviesa su transformación radical; una transformación cuyos efectos y consecuencias aún no conocemos con certeza.
Como siempre, los diversos poderes tienden a reaccionar frente a la proliferación de gestos vanguardistas a través de la captación y cooptación de sus medios de acción. De ahí que, desde hace algunos meses, ferias, festivales, bienales y actividades académicas, intenten copar redes sociales y medios digitales como plataforma para desarrollar políticas culturales que, obviamente, no se diseñaron para esos contextos. En este sentido la balanza no se inclina a favor ni de la creatividad ni de la belleza ni de la profundidad crítica. En todo caso, la exposición de contenidos quedará como registro para memoria y análisis.
MenteKupa seguirá rearticulando arte y vida como forma de aproximarnos a la nueva sensibilidad del mundo que habitamos.