Tiempo atrás mencionamos algunos elementos interesantes sobre la etapa final de Final Fantasy VI, un videojuego que este año cumple 30 años de su lanzamiento original. En concreto, hablamos de los elementos religiosos y filosóficos de la batalla final, que enfrenta a nuestros personajes contra varios minijefes para terminar en una lucha contra Kefka, el antagonista principal del juego.
Más allá de esta etapa, el juego nos ofrece otros aspectos que dan cuenta de su impacto a mediados de los noventas y un legado que ha ido más allá de su franquicia, cambiando la forma en que entendemos los juegos de rol y los videojuegos en general. Hoy, nos detendremos en algunos elementos que convierten a Final Fantasy VI en una obra fundamental de los videojuegos de rol.
Sobreviviendo en un mundo de ruinas
Qué los villanos quieran acabar con el mundo no es nada nuevo. Hay muchas motivaciones para ello, pero lo cierto es que los escenarios de ruina y apocalipsis son una de las amenazas que vemos con mayor frecuencia en la ficción, siendo muchas veces evitados por los protagonistas y marcando el final de la obra. Final Fantasy VI va más allá de esta tradición, presentándonos un escenario hasta entonces inédito en la franquicia: el fin de los tiempos.
A mitad del juego, nuestros personajes invaden el Continente Flotante para hacerle frente a Kefka y el emperador Gestalth. Allí, Kefka se rebela ante él y lo envía hacia una muerte segura en el Mundo del Balance. Después, ignorando los gritos de los personajes, Kefka mueve las estatuas de la Triada de su posición y el caos se desata. Ocurren terremotos, maremotos, movimientos de placas tectónicas y una tormenta que destruye la nave de nuestros protagonistas.
La segunda parte nos presenta el Mundo de Ruinas, una realidad donde las personas viven aterrorizadas y con poca o ninguna esperanza de un futuro mejor. Aquí, la población se ha reducido al mínimo, los monstruos son más feroces, la naturaleza está muerta y todos viven con el miedo de que Kefka, con un poder igual al de un Dios, destruya sus ciudades únicamente porque puede con la Luz del Juicio, un rayo de energía que causa destrucción y, probablemente, genera más monstruos a su paso.

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Parte de la importancia de este nuevo mundo es que es la primera vez en la serie que fallamos como jugadores en prevenir el apocalipsis, viendo de primera mano sus consecuencias en la historia, el mundo del juego y los personajes. Antes, siempre conseguíamos derrotar al villano de turno, haya sido la manifestación corpórea del odio, el emperador del infierno, un demonio inmortal u otro, antes de que terminase su plan.
En general, las historias de aventuras presentan posibles escenarios catastróficos o negativos que no se suelen consolidar, pero que sirven como motivación para los personajes y un vistazo del poder o ambición del villano de turno. En pro de tener un final feliz, dichos escenarios suelen ser evitados y nosotros como espectadores no llegamos a ver un cambio sustancial en el statu quo. Kefka rompió esta tradición, dando lugar al Mundo de Ruinas y lo que ofrece.
Siendo este el caso, no es la primera vez que Final Fantasy subvierte las expectativas de los jugadores. Antes, uno de los momentos más icónicos sería el propio comienzo de la primera entrega, pues la historia no termina con el rescate de la damisela en apuros, uno de los recursos narrativos más usados en la ficción, sino que empieza desde allí. Los créditos iniciales corren después de haberla rescatado, algo muy raro para la época en que fue lanzado originalmente, 1987.
Una historia compartida
Otro diferencial de Final Fantasy VI que lo distingue dentro y fuera de la franquicia es su elenco de protagonistas. Esta vez, ninguno de los 14 personajes que controlamos es un protagonista real, es decir, responsable de llevar la historia hacia adelante. En cambio, dicha responsabilidad recae de manera grupal entre todos, y si bien es cierto que hay personajes que destacan más que otros, ninguno sobresale de forma que podamos decir que ese personaje es el o la protagonista del juego. Cada uno tiene su momento de brillo y una justificación para ser parte del juego.
Terra Branford, quien controlamos al comienzo, suele ser el personaje representativo de FF VI en crossover media de la franquicia, y aunque es el primero que manejamos y tiene una relación única con las motivaciones que mueven a nuestro equipo, por sí sola no conduce la historia. Tampoco lo hacen Locke, Shadow, Celes, Sabin, Cyan, Gau, Sabin, Edgar, Setzer, Relm ni Strago, ni mucho menos Mog, Umaro y Gogo, que fácilmente pueden ausentarse por completo de una partida normal sin guías de por medio.
Cada personaje influye en los sucesos del juego y distribuye su importancia de manera grupal. Mientras que Setzer es quien consigue las dos aeronaves que controlamos en el juego, el Blackjack y el Falcon, y tiene sus propias motivaciones para luchar contra Kefka, Terra nos acerca a la mitología de los Espers, dándonos otra mirada de su relación con el Imperio Gestalth. Por su parte, Celes es el primer personaje que controlamos en el Mundo de Ruinas y quien lidera nuestras etapas iniciales en él, y así cada personaje juega un rol en nuestra travesía.
Dualismos
A lo largo de la franquicia, Final Fantasy se ha apoyado mucho en el dualismo para la construcción de personajes, mundos, relaciones, historias, y más. Final Fantasy VI no es la excepción, ofreciendo varios ejemplos de elementos que contrastan entre sí y que, aunque tengan semejanzas en algunos casos, terminan siendo dos caras diferentes de una misma unidad.
Dos de los ejemplos más evidentes son el Mundo del Balance y el Mundo de Ruinas. Pese a la amenaza constante del Imperio Gestalht, el primero es una realidad pacífica, llena de vida natural y donde el futuro es más esperanzador. En cambio, el Mundo de Ruinas es deprimente, caótico y desesperanzador. Las personas no esperan nada del mañana y Kefka, gobernando desde su torre, usurpa el lugar de los dioses de la magia. Se trata del mismo planeta, pero en dos eras completamente diferentes. [1]

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Continuando con el mundo del juego, hay una relación marcada entre el industrialismo y el medievalismo de fantasía. Hasta ese entonces, Final Fantasy VI fue la entrega de la franquicia con el mundo más avanzado, presentándonos un planeta en medio de un proceso de industrialización que, en nuestro mundo, podría tener su equivalente con la segunda revolución industrial. Aun así, pueblos pequeños como Narshe, Mobliz, Doma y otros retienen la estética de fantasía medieval que caracteriza los primeros juegos de la franquicia y, más adelante, entregas como Final Fantasy IX y Final Fantasy XVI.
Otro de los dualismos clave del juego reposa entre la magia y la ciencia, el primero siendo representado por los Espers y el segundo por el Imperio Gestalth. La magia en su estado natural solo existe con los Espers, siendo los únicos seres naturalmente mágicos que existen. Después de la guerra 100 años antes del comienzo del juego, el mundo avanzó gracias a la ciencia y tecnología, lo que permitió el desarrollo militarista del imperio, entre otras cosas. Curiosamente, es el mismo imperio el que hace una suerte de síntesis entre la magia y la tecnología: la magitek, o tecnología mágica, que existe en su primera forma como caballeros magitek (Kefka y Celes), y más adelante como armaduras magitek, que usan tecnología para recrear poder mágico.
Como es de esperar, a nivel de personajes encontramos también ciertas dualidades. Un ejemplo son los gemelos Fígaro, Edgar y Sabin. El primero es un rey especializado en ingeniería con una mente estratégica, mientras que el segundo es un experto de artes marciales encargado de la acción, no tanto de los planes. Si bien son idénticos por fuera, sus personalidades son muy diferentes, algo que no impide que se quieran y valoren el tiempo que compartan juntos.
Por su parte, Celes es un caso particular. En un principio, así como Kefka, fue parte de los experimentos del Imperio para crear caballeros magitek, recibiendo poderes mágicos sin perder su estabilidad mental. No obstante, al ver que el Imperio no tenía intenciones pacíficas hacia el mundo, decidió desertar y unirse a los Replicantes, lo que la hace estar en un punto tenso entre las fuerzas de la resistencia y el imperio, algo que marca mucho de su arco de personaje.

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Terra y Kefka
Puntualizando más el análisis, es interesar observar la relación aparentemente antagónica entre Terra y Kefka, dos de los personajes clave del juego y que, no obstante, tienen semejanzas entre sí.
Para empezar, tanto Terra como Kefka son seres híbridos que reúnen en sí aspectos propios de humanos y espers, pero es el origen de esta dualidad lo que distingue a uno y otro. Mientras que Terra fue el resultado del amor entre una humana y un esper, siendo así un híbrido natural entre ambas especies, Kefka fue el primer experimento magitek, el que le dio sus poderes mágicos a cambio de su estabilidad mental.
Como veremos, las semejanzas acaban aquí. Mientras que Terra pasa la mayor parte del juego intentando definir su identidad y encontrar un propósito en el mundo, Kefka sabe desde el comienzo el tipo de persona que es y no pierde oportunidad para demostrarlo. Mientras que Terra se apoya en la fuerza de sus amigos y los hijos que cuida en el Mundo de Ruinas, a Kefka no le importa nada ni nadie más que no sea él.

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Las resoluciones de ambos personajes contrastan mucho entre sí. Mientras que Terra afirma que sigue luchando por el amor de sus amigos y de los niños que cuidó en el Mundo de Ruinas, Kefka no encuentra sentido en conceptos como el amor y la esperanza, y afirma que las luchas y motivos de las personas no tienen sentido, concluyendo que destruirá todo lo que los protagonistas aprecian y los conceptos que le subyacen.
A nivel de evolución de personaje, Terra pasa por diferentes revelaciones y sucesos durante el juego que la llevan a pasar de un instrumento del Imperio a reafirmar su independencia y autonomía y, en última instancia, una persona con fines y motivaciones definidos. En cambio, y más allá de los nuevos poderes que recibe y su apariencia divina, Kefka no cambia en lo absoluto durante Final Fantasy VI. Empezó como un hombre desquiciado y amante de la destrucción, y murió siendo lo mismo, solo que con el poder de un dios y habiendo destruido el mundo como lo conocemos.
Conflictos dramáticos en Final Fantasy VI
Hablando con un amigo sobre el artículo, él me dio una perspectiva interesante para analizar el juego, y es cómo Final Fantasy VI aborda en diferentes momentos de la historia algunos de los tipos de conflictos más recurrentes y/o representativos a lo largo de la literatura.
Por un lado, la lucha entre el hombre vs naturaleza, que se manifiesta en las batallas entre los protagonistas con los espers, siendo las luchas contra Ifrit y Shiva casos puntuales de ello. Por su parte, el conflicto entre el hombre vs la tecnología, evidenciado en la lucha de los replicantes contra el Imperio Gestalt y, en específico, contra los soldados que usan armaduras magitek y el Jefe Guardián.
De un modo u otro, todos nuestros protagonistas entran en el conflicto del hombre vs sí mismo, ya que cada uno, a su manera, superan sus propias dudas, miedos, tragedias y obstáculos para crecer. El ejemplo más representativo es Terra, que empieza por no saber quién es para posteriormente descubrir que es mitad esper. Al principio, tiene dudas sobre sus poderes, pero termina por abrazarlos para proteger lo que le es preciado.
Cyan entra también en esta categoría, pues los jugadores vemos como toda su familia y personas queridas mueren a razón de que Kefka envenena las aguas de Doma, su ciudad-Estado, y Cyan, en un arrebato suicida, arremete contra los soldados del villano. Más adelante, en su paso por el Tren Fantasma, se despide de su esposa e hijo, pero su arco no termina realmente sino hasta el Mundo de Ruinas donde, en una historia opcional, vemos cómo un demonio se alimenta de sus pesadillas sobre el suceso, y no es hasta que vencemos al demonio cuando Cyan decide definitivamente vivir para honrar la memoria de sus seres queridos.
Hablando de otro tipo de conflicto, toda la parte del Mundo de Ruinas está marcado por el conflicto del hombre vs dios. En este caso, Kefka ocupa este lugar, siendo el nuevo dios de la magia y usurpando el lugar de los dioses de la Triada Marcial, y son nuestros personajes los que se oponen a él y su reinado de terror para hacer posible un cambio en el mundo.
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Antes de terminar, es importante mencionar que FF VI incluyó temas muy explícitos para lo que la franquicia estaba acostumbrado para ese entonces y que acentuaron las luchas de los personajes. Hablamos, por ejemplo, del uso de personas como armas biológicas en el caso de Terra o armas químicas como el envenenamiento en Doma; el embarazo adolescente representado en dos personajes secundarios en el Mundo de Ruinas, la profanación de la divinidad, el fin del mundo, y otros.
Hablar sobre Final Fantasy VI sin profundizar en el personaje de Kefka Palazzo no es posible. Pasando por su concepción, diseño, influencia e impacto, Kefka es uno de los villanos más memorables de la franquicia y de los videojuegos en general, así como un personaje interesante de analizar por sus motivaciones, su desarrollo, su final y las referencias culturales que pueden encontrarse en su construcción.
Hablaremos de él a profundidad en la tercera y última parte de este análisis sobre Final Fantasy VI a 30 años de su lanzamiento. Salva la partida otra vez.
Notas
[1] La paleta de colores refleja este contraste. Mientras el Mundo del Balance se caracteriza por el azul, verde y blanco, el Mundo de Ruinas está marcado por el naranja y tonalidades más pálidas del amarillo y el verde, dando a entender la pobreza de la tierra y la deforestación del planeta en general.
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La razón de vivir en un mundo de ruinas: reflexiones sobre Final Fantasy VI (I)
“¡Haré un monumento de la inexistencia!”: reflexiones sobre Final Fantasy VI (III)
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