Este año la revista POESIA cumple medio siglo. Que cualquier organismo vivo alcance esta edad, es un acontecimiento. Pero se trata de un artefacto cultural dedicado exclusivamente a la edición y divulgación de discursos poéticos, adscrito a un departamento de una universidad pública, en un país sitiado por la indolencia política; de modo que estamos claramente ante un acontecimiento excepcional.
En junio de 1971 se publicó el primer número, concebido por un grupo de poetas jóvenes que concentraron sus inquietudes vitales, estéticas y creativas en la circulación impresa de voces poéticas. Cincuenta años después, es posible percibir los cambios físicos y metabólicos de ese cuerpo: pasar de la publicación en papel, cada tres meses, a la digital, dos veces al mes, supone su transmigración más sensible. Sin embargo, en lo esencial POESIA mantiene los criterios que la fundaron: rigor, belleza, diversidad, excelencia.
“El poeta no se afana para que de las cosas que hay, unas sean, y otras no lleguen a este privilegio, sino que trabaja para que todo lo que hay y lo que no hay, llegue a ser. El poeta no teme a la nada”, escribió María Zambrano. POESIA es una revista imaginada y realizada por poetas, su interés primero, último y quizá único es la poesía. Diez lustros de trabajo parecen reiterar obsesivamente en afán rebelde que “el poeta no teme a la nada”.
Víctor Manuel Pinto es su director desde hace una década y aceptó responderme unas preguntas.
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Encabezas el equipo editorial de POESIA desde 2010. ¿Qué significa para ti ser director de una revista que cumple cincuenta años de actividad y tradición?
Responsabilidad.
¿POESIA con tilde o sin tilde?
Nunca ha llevado tilde.
¿Cuáles son los escollos más desafiantes que ha debido superar la revista para mantenerse viva desde su fundación hasta el más reciente número publicado?
El caso de POESIA, históricamente hablando, es singular. El primer número de la revista, hay que recordar, aparece en Valencia, en 1971, como una publicación independiente; una iniciativa de los poetas de la ciudad de aquel entonces (Oliveros, Pérez Só, Tortolero, Montejo y otros más). Al mismo tiempo, la Universidad de Carabobo, prácticamente recién activada, desde la clausura de la Universidad de Valencia por el gobierno de Castro en 1904, funda la Dirección de Cultura y con ella el Departamento de Literatura (antes Departamento de Publicaciones, liderado por Teófilo Tortolero). Inicialmente, el Departamento se concibe como un centro piloto para la creación de una Escuela de Letras. Los poetas fundadores de POESIA son convocados para este y otros proyectos, en los que también se involucran Sánchez Peláez, José Barroeta, junto a otros escritores de la ciudad. Esto permitió que la universidad asumiera el auspicio de la revista y la adscribiera formalmente al Departamento de Literatura. El plan de la Escuela de Letras jamás se concretó, sin embargo, desde entonces POESIA se convirtió (y lo ha sido por medio siglo) en una escuela poética para la ciudad, el país y, en general, para la comunidad hispanohablante. Poetas de Europa, Asia y Norteamérica se leyeron por primera vez en Venezuela gracias a la labor emprendida por POESIA. La creación de los talleres literarios también ayudó a formar nuevas generaciones de lectores, traductores y ensayistas que más tarde engrosarían el índice de la publicación, a través de la mirada crítica de obras clásicas o novedosas. Todo con una enorme amplitud. Es decir, siempre atrayendo a los lectores hacia material inédito, poéticas periféricas, incluso las territorialmente cercanas pero desconocidas, como la poesía escrita en lengua portuguesa o en los dialectos del Caribe. Claro que este trabajo no fue sencillo. Se hizo por encima de la ojeriza y el revanchismo de la intelectualidad herida por una revista tan atípica y exitosa, como rigurosa.
A nuestra dirección le ha tocado la peor parte. La edición impresa de POESIA era subvencionada por la universidad con fondos del Estado. Su distribución a los lectores locales, así como el generoso programa de canje con bibliotecas y universidades de todo el mundo, siempre fue gratuita. Sin embargo, el escandaloso ahogo presupuestario al que el Estado ha sometido a la universidad por alrededor de una década, nos ha obligado a suspender todo nuestro programa editorial (Ediciones POESIA, revista Zona Tórrida, revista La Tuna de Oro, Ediciones Separata y la Colección de traducciones El Cuervo). Ahora, se nos solicita la generación de ingresos en una moneda prácticamente inexistente o de circulación limitada, bajo auditorías y regulaciones burocráticas realmente absurdas. La precariedad de los servicios básicos y el deterioro de los recursos tecnológicos de los que ahora nos servimos para existir también suman dificultades. Esto en medio de la peor crisis política, económica y cultural de los últimos años, lo que también nos ha llevado a luchar contra la ceguera, el orgullo, la endofobia y el odio.
Entre las múltiples cualidades que destacan a POESIA dentro del ecosistema de revistas literarias nacionales e internacionales está el agudo criterio de selección de textos (ya sean poéticos, teóricos o críticos) y el permanente abanico de voces nuevas. ¿Qué ha permitido a un dispositivo cultural de tanta trayectoria mantener este equilibrio y calidad?
Valencia es una de las ciudades de mayor tradición poética de Venezuela. En cuanto a poesía se refiere, puedo decir, sin temor a herir susceptibilidades, que Valencia ha sido una especie de país aparte. No es una capital bulliciosa, donde los poetas sientan la necesidad de figurar públicamente para existir. Además, es un sitio ideal para escribir porque hay pocas distracciones. En una carta escrita desde Valencia, a finales de los años setenta, el hermoso Gelindo Casasola la describe con desaire: Los poetas aquí son seres aburridos y ni siquiera solemnes que se dedican a un alcoholismo sin elegancia ni desesperación. No hay andinistas tampoco y otra gente con sentimiento. La ciudad es una especie de aldea con casi un millón de habitantes donde la gente se acuesta temprano luego de comerse un helado. Y es normal que a un espíritu indómito como el de Casasola, la parquedad del valenciano le pareciera repudiable. Me extiendo en esto porque el clima caliginoso de Valencia convoca a las personas interesadas en la literatura a un cierto ensimismamiento que conlleva, casi inevitablemente, al estudio y a la reflexión. De hecho, en la misma carta, Casasola afirma que no le quedó otra opción que ponerse a tipear, y fue acá, en Valencia, durante esos días, donde escribió su célebre Pastor de cabras.
De manera que la seriedad con la que se asume la poesía en esta ciudad incomoda al poeta báquico, acostumbrado a los bramidos, a la lisonja y los aplausos. Ahora bien, recordemos que Valencia es la capital de un estado eminentemente industrial y su universidad se ha concentrado en formar profesionales que fortalezcan el sistema productivo de la región en áreas no precisamente humanísticas. Ese ha sido uno de los factores que ha alimentado el criterio y la variedad genética de quienes han hecho posible POESIA. Abogados, médicos, doctores, ingenieros, matemáticos, educadores, investigadores y profesores de diversas áreas del conocimiento han formado parte de la revista a lo largo de su historia. Y creo que la formación académica y el rigor profesional siempre han coexistido productivamente con la libertad, la transgresión, el experimento y la irreverencia. Todo esto ha sumado para la creación de un lúcido equipo interdisciplinario y en constante actualización.
Contrario a lo que podría esperarse, en su versión digital POESIA no abandonó el despliegue estético visual que caracterizó su versión impresa. ¿Cómo defines la identidad gráfica actual de la revista? ¿Podría decirse que pasó de ser un objeto coleccionable a una exposición virtual de artistas contemporáneos?
Sobre esto, Jesús Montoya, miembro de nuestra redacción e investigador infatigable, publicó recientemente en la Universidad del Mar del Plata un trabajo bastante esclarecedor: Nuevos soportes, antiguos espectros: el caso de la revista venezolana POESIA (1971). Recomiendo su lectura. Y sí, la relación de POESIA con las artes plásticas es de larga data. Desde el número 66, cada portada de POESIA ha estado ilustrada con obras de artistas venezolanos. El trabajo en la plataforma web ofrece nuevas posibilidades, y esto es algo que Montoya resalta en su investigación. Se trata de otro recurso, otra velocidad, otro tiempo. Efectivamente, la intención de esta dirección (y sé que también lo fue de las anteriores) es que la revista funcione además como una galería; una exposición de nuestros artistas contemporáneos, a quienes admiramos enormemente y agradecemos cada colaboración.
Diriges la revista desde que era exclusivamente impresa y estuviste a cargo de su metamorfosis de cosa material a cuerpo digital navegable por diversas vías, ¿cómo percibes y cuáles son las diferencias entre antiguos lectores y actuales internautas?
Antes se anunciaba el lanzamiento de un nuevo número en la prensa; presentábamos la revista en distintas librerías y bibliotecas; la colocábamos directamente en las manos de los lectores, y el intercambio de impresiones, en cuanto a lo publicado, se propiciaba en estos encuentros. Ahora no es así, con la revista en su versión web pasamos de la publicación trimestral a la quincenal, preparando cada número con el mismo nivel de calidad que en las ediciones impresas; esto es algo reconocido por la crítica y nuestros lectores. Nos preparamos, estudiamos, ejecutamos, y de un día a otro pasamos de las imprentas a los servidores; fue un cambio drástico, demandante, pero no menos estimulante. A la fecha hemos hecho el trabajo de casi cinco décadas en solo cinco años. Podemos obtener información en tiempo real sobre nuestros lectores, todo el abanico de categorías e índices que ofrecen los Analytics. Sin embargo, son datos que, aunque caracterizan con precisión el perfil de los usuarios y cuantifican su comportamiento en relación con los contenidos, no los asumimos como factores determinantes. Seguimos preparando cada número según nuestro criterio y lo ofrecemos a nuestros lectores como ocurre desde 1971.
Hay indicios bastante evidentes de que la poesía está dejando de ser un género indiferente para los grandes tiburones editoriales. Como poeta, editor y profesor universitario, ¿qué opinas del hecho de que esté tomando tanta fuerza una “poesía” de autoayuda altamente mercadeable?, y, por otra parte, ¿la revista tiene una posición al respecto?
El mercado trafica con todo. Y mucho de la poesía de poetas supuestamente consagrados también puede facturarse con ese rótulo comercial de la autoayuda que mencionas. POESIA es una revista sin fines de lucro que sobrevive gracias al esfuerzo y la abnegación de su equipo. Aprovecho para reconocer el trabajo de la Dirección de Cultura de la UC, y de las y los poetas que han acompañado cada dirección (Oliveros, Pérez Só, Rivero), especialmente al equipo actual. Al ingeniero Francisco Ponte; a Carlos Osorio Granado, subdirector por muchos años; a nuestros estudiantes becados; a Robert Rincón y César Panza, quienes me acompañan en nuestra oficina de Bárbula, el viejo manicomio. También a Maily Sequera, nuestra diseñadora, al Consejo de Redacción, al equipo de corresponsales, colaboradores; y a nuestra querida Alita, que siempre estuvo con nosotros. Sin este grupo de voluntades, POESIA no existiría.
Creo que enfrentamos problemas muy grandes y tiburones más peligrosos para preocuparnos por las poéticas mercadeables. La poesía floja resbala y cae, desaparece, por más amplio que sea su espectro de distribución e influencia. Si la revista tiene una posición al respecto, pues claramente está determinada por lo que se publica en ella.
Cerraré con una antipregunta, tiene garras retóricas, pero sobre todo enormes alas de homenaje y agradecimiento. ¿Por qué esa hermosa tozudez de cuidar POESIA a pesar de crisis y adversidades?
Responsabilidad.
Celebró los 50 años de la Revista POESIA y especialmente expreso mi profunda admiración por el esfuerzo y la capacidad para adecuarse a estos nuevos tiempos de la era digital, permitiendo, que aunque lamentablemente no se pueda producir de forma impresa esta revista, referente de la literatura contemporánea de Venezuela y el mundo, el equipo que la dirige lograra darle el impulso y la vivacidad que mantiene en este momento. Mis abrazos a Víctor Manuel Pinto y a todo ese equipo