El cine es la sofisticación de la perversión del arte, no te da lo que deseas sino te enseña lo que debes desear
Slajov Žižek
Un día tranquilo, mi hermano me dice: Epa, Mari. ¡Vamos al cine! Yo le respondo: Dale. Pero, vamos a ver Oppenheimer, nada más. A lo que mi hermano alega: No, hay que hacer el rito completo: Barbie y luego Oppenheimer. Como buena hermana mayor dije: Bueno, vamos a ver qué sale. Pero, me pagas las gomitas para preservar mi cordura.
Por este pequeño diálogo, podrían asumir la presencia de un sesgo. Y capaz tendrían razón. Sin embargo, a pesar de la masiva estrategia de marketing, sencillamente no me llamaba la atención ir al cine para ver una película sobre una muñeca a la que, en mi infancia, le corté el pelo y la dejé sin cabeza. Me imaginé algo así tipo las pelis de Barbie que ya existen, así que no era lo mío.
La cosa es que, entramos primero a ver Oppenheimer y, por supuesto, salí extasiada porque me gusta mucho Nolan –después les cuento el motivo– y nada, entramos a ver Barbie. Fueron dos horas de mi vida que jamás regresarán…
Antes de que digas algo: No, no me la quiero dar de diferente
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Antes de ver la película, el mundo se había dividido en tres: las mujeres que salieron llorando porque nadie en su vida las había entendido tanto como Greta Gerwig, ¡por fin una peli capturaba la esencia del ser mujer! También están los hombres que vieron la película y salieron extasiados, deconstruidos y ofreciendo tributos a las mujeres en su vida. Pero, no olvidemos a ese segmento que la odió porque era un tratado del feminismo contemporáneo, progre y extremadamente woke. Según ellos, la peli menosprecia la maternidad por el caso de Midge y porque hay unas niñas golpeando a un bebé.
El debate estaba armado y cada opinión era más loca que la otra. Así que, nada… tocaba verla con una mente abierta y una sobredosis de azúcar.
Bueno…
Visualmente la película es extremadamente cautivadora. Todos los detalles en relación a la forma en cómo jugábamos muñecas están representados: los pies apoyados en el piso solo por las puntas, la entrada y salida de la casa de los sueños de Barbie, el vestuario… Cada detalle estuvo pensado para impresionar y emocionarnos, la idea era retrotraernos a nuestra infancia.
La historia comienza enfatizando el nivel de perfección de la vida de Barbie en Barbieland. El conflicto de la peli gira alrededor del cuestionamiento a su vida perfecta, este proceso inicia con la caída en cuenta de su propia mortalidad, el apoyo total de los pies en el piso. En fin, todo comienza a salir mal.
Frente a esto, sus amigas le recomiendan a Barbie visitar a la Barbie rara –un ejemplar con el que jugaron muy fuerte y la dejaron mal. Al final, Barbie tiene que ir al mundo real, buscar a su dueña y ver qué es lo que sucede para resolver el conflicto…
Por otro lado, Ken (Ryan Gosling) está enamorado de Barbie, pero se encuentra encerrado en la friendzone. Mientras Barbie va a en busca de su dueña, Ken descubre el patriarcado y regresa a Barbieland para instaurarlo.
Todo se complica. Barbie termina en Mattel, huyendo de unos ejecutivos que querían encerrarla en la caja –aparentemente para enviarla de vuelta a Barbieland–, pero ella escapa. La ayuda su propia dueña, que es una madre joven que tiene una hija adolescente, juntas regresan a Barbieland y nada, salvan el lugar utilizando como arma un discurso feminista que saca a las barbies del hechizo en el que estaban, gracias al patriarcado establecido por Ken.
Todo se resuelve. Las mujeres toman el control de Barbieland, Ken descubre que suficiente y Barbie pide regresar al mundo real. Escena final: Barbie va al ginecólogo. ¡Mátenme!
Eso sin contar que Ryan Gosling tiene no uno sino dos números musicales. Uno de ellos es un cover de Matchbox 20, así que no fue tan desagradable. ¡Odio los musicales!
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En fin, Margot Robbie es la perfección hecha muñeca. En cada plano aparece cada vez más hermosa. En cuanto a Ryan Gosling, fue como difícil quitarle la cara de psicópata para los que lo vimos Drive. Sin embargo, su personaje es el más real, tiene un arco y al final lo resuelven bien.
Nunca entendí el hecho de que los ejecutivos querían agarrar a Barbie para que regresara a Barbieland. Pero, una vez ella va de regreso, ellos la siguen persiguiendo. No trabajaron mucho el conflicto inicial: Barbie apoya el pie –cuestiona el principio de la vida–, va al mundo real para resolverlo –le va mal–, regresa a Barbieland para rescatarlo de Ken –decide volverse humana.
Podríamos asumir que descubrir sentimientos como el miedo y la depresión comienzan a humanizarla, pero sería interesante que a nivel de guion hubiesen trabajado esa premisa para que el final tuviera más sentido.
Más allá de eso, los personajes son plásticos. Hablamos de personajes planos que tratan de ser profundos, pero al final no lo logran. Un personaje que se sale un poco de esto es el de America Ferrara, pero al final finaliza repartiendo discursos medio feministas, aunque extremadamente superficiales que terminan despertando a las demás barbies del patriarcado.
Creo que esa es precisamente la debilidad en el desarrollo de la trama. Una vez regresan a Barbieland la peli se vuelve reiterativa y se pierde. Al final no queda clara la pertinencia del asunto.
Aunque parezca increíble: hay algo de Barbie en la filosofía
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Por supuesto, después de ver la película quería acostarme a dormir. Tenía una sobredosis de colores pasteles y vestidos hermosos que jamás podría usar.
Sin embargo, cuando puse la cabeza en la almohada me dije a mí misma: Mi misma ¡tú leíste sobre esto en alguna parte!
Y, sí… Fíjense, Žižek en el libro Lacrimae Rerum: ensayos sobre cine moderno y ciberespacio menciona un factor interesante que les prometo hará sentido más adelante. Lacan sostiene que el sujeto humano no tiene un acceso directo a la realidad externa, sino que su experiencia de la realidad está mediada por el lenguaje y los sistemas simbólicos. El lenguaje y los significantes son fundamentales en la construcción de la realidad, ya que a través de ellos los sujetos dan sentido y significado a su experiencia.
Por esta razón, el psicoanálisis lacaniano introduce el concepto de «Real» (con mayúscula) para referirse a una dimensión de la experiencia humana que escapa a la simbolización y al lenguaje. La Realidad, en este sentido, es algo que no puede ser completamente capturado o representado por el lenguaje, y se caracteriza por su carácter disruptivo y traumático.
Esta sobredosis audiovisual de fiesta de quinceañera con activistas de redes sociales (O sea Barbie), está emplazada en un paraíso hiperreal, por lo que se siente artificial y carente de sustancia. A la protagonista se le resquebraja esa noción de realidad –socialmente construida– en el momento en que comienza a cuestionar su existencia y conoce la celulitis. Es decir, se traumatiza frente a la irrupción de lo Real, a lo que nadie, absolutamente nadie, puede escapar. Ahí inicia el viaje de la heroína para colaborar en la superación de la depresión de su dueña, arreglar el machismo en la sociedad y derrocar el patriarcado instaurado en Barbieland.
Ahora bien, la idea de la huida de la heroína hacia una experiencia liberadora que, en este caso, constituye la humanización de Barbie, siempre ha sido un argumento atractivo para el cine. Precisamente aquí fue que entendí el motivo por el que Babie decide regresar al mundo real. Pues, lo traumático de la herida causada por lo Real imposibilita el regreso a lo que alguna vez fuiste.
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Si lo ves así, por fin cobra sentido el chiste del ginecólogo.
Después de esto, tú me dirás: si Barbie tiene tanta sustancia ¿Por qué la odiaste?
Y yo te diré: porque sencillamente es un producto artificial que busca convertir la experiencia femenina es un espectáculo.
Una de las cosas que explica Žižek en el libro que les comenté antes es que el conflicto de películas como Matrix, El show de Truman y, agrego yo, Barbie es la desmaterialización de la vida cotidiana para convertirla en espectáculo o, como diría Žižek: «espectáculo espectral».
Uno de los síntomas del capitalismo tardío consiste en la comercialización de la cultura. Para ser honestos, eso ha pasado siempre. De lo contrario, mi título como Historiadora del Arte no tendría mucho sentido.
Sin embargo, estamos en un momento en el que el consumo está segmentado en grupos identitarios, cada vez hay más etiquetas. Gracioso cómo en mi época tratábamos de evitar que nuestra existencia y nuestra expresión fueran moldeadas para no sobrepasar los límites de una etiqueta. Pero, en fin, nuestras experiencias, emociones y sentimientos se condensan en un segmento de consumo, que está constantemente siendo bombardeando para que consuma ciertos bienes y servicios, como también ciertos productos culturales.
Barbie es una película creada por mujeres para mujeres. Pero sin sustancia. Lo que si pasará a la historia es una estrategia de marketing tan increíble, que al final te da miedo aceptar en público que de verdad no es tan buena como dicen en las redes sociales.
La razón por la cual el público que vio Barbie se dividió en tres (los que la odiaron, los que la amaron y los hombres deconstruidos) es porque en esta segmentación comercial de la que hemos sido víctima terminó constituyendo nuestra propia identidad.
Antes de que me quemes, sigue leyendo…
Una buena película es la que te hace pensar -Stanley Kubrick
Dentro de la teoría cinematográfica, hay un pequeño espacio conocido como Teoría de la recepción. Uno de sus mayores exponentes, David Bordwell, argumenta que la recepción cinematográfica implica una combinación de habilidades cognitivas, conocimientos previos y expectativas por parte del espectador. Según su teoría, los espectadores utilizan un conjunto de herramientas cognitivas, como la percepción, la memoria y la inferencia, para comprender y dar sentido a las películas.
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Una de las ideas clave en la teoría de Bordwell es que los espectadores tienen un conjunto de «esquemas» o marcos de referencia que les ayudan a interpretar las películas. Estos esquemas son estructuras mentales que se han desarrollado a través de la experiencia y la familiaridad con diferentes convenciones cinematográficas, géneros y estilos. Los espectadores recurren a estos esquemas para identificar elementos narrativos, reconocer patrones visuales y comprender las convenciones cinematográficas presentes en la película que están viendo.
Bordwell también destaca la importancia de la inferencia en la recepción cinematográfica. Los espectadores llenan los vacíos de información en la narrativa cinematográfica utilizando su conocimiento previo y su capacidad para hacer suposiciones razonables. A través de la inferencia, los espectadores construyen significados y conectan los puntos para comprender la trama, los personajes y los temas de la película.
Entonces, hay valores objetivos y subjetivos a la hora de catalogar una película como buena o mala. Pero más allá de todo, ir al cine es una experiencia única. Por eso, al final, como dijo Kubrick: «Una buena película es la que te hace pensar».
Si Barbie nos llevó al cine, nos hizo investigar y debatir sobre temas importantes como el feminismo, el amor, las relaciones, lo femenino y la perfección… Capaz no sea tan mala como yo la describo.
¡Nos leemos luego!
Regreso masterizado de lo que el viento se llevó con una pequeña dosis de psicosis II
Hola
Usted escribió una buenísima reflexión y me he dado ganas de assistir la peli de Barbie solo para saber que sentimiento tendré.
Gracias por compartir su texto con nosotras.
¡Qué buena crítica! También hace pensar 😉