¡Yambambó, yambambé!
Repica el congosolongo,
repica el negro bien negro;
congosolongo del Songo
baila yambó sobre un pie.
Canto Negro
Nicolás Guillén
Me asfixiaba en aquel ambiente y corrí hacia el aire, hacia la multitud, hacia la vida.
La Galera de Tiberio
Enrique Bernardo Núñez
Francisco pareciera ser un tipo callado, de esos que hablan a través de su arte. De a poco, va citando algunas referencias: Basquiat, Trenton Doyle, Kara Walker, José Bedía. A sus cuarenta y cortos años, este artista plástico venezolano ha construido una estética donde las tradiciones afrocaribeñas se funden con el pop-art y los cómics. Freemen: atrápame si puedes y Libre como la liebre… Rendirse Jamás, pim pum pam Boom, figuran entre sus más recientes exposiciones individuales.
Mi nombre es Francisco Pinto, nos dice. Tengo siete años trabajando el tema negro. Es decir, todo lo referente al cimarronaje en Venezuela y fuera del país. Mi pasión por el arte viene desde niño. Soy autodidacta. Mi formación proviene de mi padre, que pintaba por hobby, y por un tío que ha sido mi influencia desde niño. Mi trabajo sobre el tema negro fue algo que llegó sin yo buscarlo: llegó en el momento que tenía que llegar. Fue un cambio que llegó para contar nuevas historias y dejar atrás aquello que no me estaba llenando como artista.
En el trabajo de Francisco Pinto existe lo que podríamos llamar una reescritura histórica donde el pasado y el presente se fusionan para traducir, en términos concretos, una experiencia: la del Caribe asolado por la esclavitud. Tomando como eje central la cultura popular afroamericana, su trabajo es la manifestación de la continua alternancia entre lo hegemónico y lo subalterno: diversos elementos y técnicas donde dialogan la historia, las imágenes de archivo y las historietas. Es un guiño con el espectador, nos dice, un guiño que me permite, al mismo tiempo, permanecer dentro del circuito artístico de mi país y el intento de desmontar el racismo.
Así, en la obra de Francisco podemos encontrar una persistencia de lo salvaje que nos recuerda al Calibán de Fernández Retamar y a la reescritura de La Tempestad que realizara Aimé Cesaire. Sticker, Emojis, Pop-Art y cultura afro se funden para reivindicar la imagen del negro y el cimarronaje, a través de un contrapunteo constante entre el humor, el juego y la denuncia sobre la injusticia y el poder.
Francisco mira hacia el Waraira Repano y entra en una especie de monólogo interior. Mi voz busca extenderse hacia el Caribe, nos dice. Busco rescatar lo heterogéneo de nuestra identidad. Soy nieto de una india y un portugués. Son esos matices, esas paradojas las que busco reflejar en mi trabajo. Las relaciones con el Museo de Arte Afroamericano de Caracas, con Itala Scotto y con Víctor Hugo Irazábal han sido muy importantes en esta búsqueda. En el plano internacional:, Jonathan Square, Amy Andrieux y Rob Perree. Todos ellos me han recomendado libros, me han aconsejado en este camino.
Para Francisco Pinto el arte se trata de búsqueda y de investigación. Sus influencias son como héroes para él. Ha logrado articularse con museos afroamericanos en los Estados Unidos y participar en algunas redes de activismo. Siempre buscando ir hacia la fuente, hacia la raíz, se contacta regularmente con amigos y familiares de Jean Michel Basquiat y con el maestro José Bedía. En su estudio, rodeado de sus artefactos y sus fetiches, viene trabajando en varias piezas relacionadas con las historietas y el collage.
I
Cuando pienso en el Caribe quiero correr hacia el aire. Ser Orinoco, atravesar el Delta y devenir barco. Porque en el Caribe, como dijo Walcott: “hubo un sonido/ como un rumor sin eco alguno/ de la Historia, que en verdad comenzaba”. Caribe, acontecimiento que escapa a las definiciones convencionales. Por eso digo aire, porque allí es donde lo sólido se desvanece (Marx dixit). Caribe, lugar de complejidades culturales que contrapuntean y alternan constantemente entre lo hegemónico y lo subalterno, entre lo tradicional y lo moderno. El Caribe de Césaire, de quienes “jugando el juego del mundo/ verdaderamente son los primogénitos del mundo”.
II
Cada habitante del Caribe, como recuerda Fernando Ortiz que rezaba el modismo castellano, tiene “el alma en su almario”. Y es esa alma la que resiste y se rebela, ayer y hoy, a las injusticias. Negro, indígena, zambo, mestizo “dando su alma al diablo”. Herejía contra el orden establecido capaz de conjurarse en la risa, el machete, el mosquete recuperado. “La furia destas furias más se ceba/ Sin que dejen mamante ni piante”, decía Juan de Castellano refiriéndose a la primera rebelión negra de América.
III
Con el engaño de las razas quisieron engañarnos y la religiosidad popular respondió con María Lionza, Guaicaipuro y el Negro Felipe. Subjetividad incompleta pero potente, cuya heterogeneidad se vería ampliada por el arribo de los culíes que dieron origen al Miguel Street de V. S. Naipaul, el Black Midas de Jan Carew y a la Nila Cálice de Enrique Bernardo Núñez, quien nos recuerda en su novela Cubagua que los conquistadores “quisieron hacer una ciudad de piedra y apenas levantaron unas ruinas”.
IV
Cuestión Caribe me ‘tá llamando
Sabe, siempre sabe
que el juego de caer
atosiga la caída misma
puesto que caminar no es caminar en sí
es remedo de máquina que da un paso y otro le sigue
y la caminata no es más que caída, un paso detrás del otro
pues permanecer en pie es ejercicio de equilibrio.
Miguel Antonio Guevara
“Cuestión Caribe” (fragmento)