Desde que Disney empezó a realizar las distintas versiones en live-action de los clásicos animados, las expectativas del público –o al menos las mías– han ido cayendo poco a poco, sobre todo porque muchos de nosotros crecimos viendo Aladdin, Hércules, Tarzán, La Bella y la Bestia, Cenicienta, La Bella Durmiente o Mulán. Lo que irremediablemente hace que comparemos el material de estas “versiones reales” con las películas animadas de donde son adaptadas. Y a través del tiempo, lo que he visto es cómo se ha generado una división de opiniones respecto a estas películas.
Por un lado, están las personas que en su nostalgia desean que la adaptación logre generarles las mismas emociones que han tenido con los clásicos animados. Esto a pesar de que la expectativa que tienen está alimentada por la cantidad de escenas, planos y personajes idénticos que el live-action logra capturar, y no de las potencialidades que puede tener la película al alejarse de todo esto y poder ser una obra por sí misma.
Mientras que en el otro grupo hay una especie de exploración de la película como algo nuevo. Con elementos a descubrir y con una serie de lenguajes cinematográficos que esperan abrazar. En este segundo grupo puede haber personas que no han tenido la oportunidad de ver las versiones originales de las que nacen estos live-action e, incluso, pueden terminar gustándole mucho más las adaptaciones.
Nunca la adaptación debería ser igual al material adaptado
Una adaptación al cine de una obra literaria debe lograr ser una obra individual para poder mostrar no solo su potencial como película, sino también para exaltar la visión del realizador de la misma. Por supuesto, puede haber sus excepciones, porque mucho material parece escrito como un guion literario, pero aun así se deberían separar ambas obras para que puedan sobrevivir de manera autónoma.
En el caso de los live-action, la premisa debería ser la misma y esto es porque ya existe una película en la que se cuenta esta historia, que es de donde el realizador está sacando los insumos para su adaptación. Por otro lado, está el tema de a qué audiencias se les hará llegar el material adaptado y, por último, las limitaciones o las ventajas que puede tener el live-action con respecto a la versión original. Todo esto se mezcla para dar con la película y, al final, construir el relato deseado por el director o, en este caso, Disney.
Mulán, el sacrificio de personajes y el cine Wuxia
Hace unos días, la empresa a través de su plataforma Disney+ liberó para todos sus usuarios en aquellos lugares donde el servicio ya está activo, la versión live-action del clásico animado Mulán. Una película que iba a ser estrenada hace unos meses en salas de cine, pero con la pandemia por Covid-19, y todo lo que ha traído consigo, se fue retrasando poco a poco. Hasta que finalmente los ejecutivos decidieron hacer su estreno por streaming y en algunos cines que han abierto alrededor del mundo.
Este estreno en línea se ha hecho cobrando una suma de unos 30 dólares aproximadamente, además de la suscripción del servicio de Disney+, que cuesta unos 7 dólares. Las razones de la compañía del ratón para cobrar semejante suma se deben a la idea de recuperar la inversión de uno de sus proyectos más ambiciosos.
De entrada, debo decir que la película no vale los 30 dólares adicionales que cobran para verla en streaming. Sobre todo, porque a pesar del despliegue de efectos especiales, vestuario, maquillaje y decorados, la película no cambia el rumbo que Disney tomó cuando decidió hacer estas adaptaciones. En palabras de Oda Martín, “Disney sigue intentando hacer las mismas historias una y otra vez, pero en versión live-action, en vez de proponer nuevas”, y Mulán no es la excepción.
Tras lo visto en live-action como Aladdin o La Bella y la Bestia, Disney busca con Mulán quitarse un poco ese tono infantil que tienden a tener muchas de sus películas. Sin embargo, en el camino se cargó a uno de los personajes más importantes del relato original. Mushu el dragón no existe en este live-action de Mulán y esto le resta a la película porque este personaje es el que hace que la protagonista crezca y tenga los cambios que la hacen la heroína más genial de todas las películas animadas de Disney.
Con la no inclusión de Mushu, el personaje de Mulán se presenta como una joven que ya lo domina todo, que no necesita aprender nada para luchar contra los villanos, ni contra las creencias de todo un pueblo que repudia el poder que pueden tener las mujeres.Y la respuesta que da la película al respecto es un personaje que simplemente limita sus poderes y que de un momento a otro puede vencer a todo un ejército sin apenas despeinarse.
Este aparente poder ilimitado de Mulán es algo común en un tipo de cine y de relato cinematográfico al que no estamos acostumbrados en este lado del charco, pero que en China es como hablar del cine de superhéroes. Me refiero al “Wuxia”, un género que es conocido por el carácter mágico de su narrativa, sobre todo en el ámbito de las batallas y el desarrollo de los personajes. En este género tenemos hitos como Hero, Ip-Man o El Tigre y el Dragón, a mi parecer una de las mejores películas de este género.
Es notable la influencia que tiene el cine “Wuxia” en varios pasajes de la película y hasta cierto punto está bien que hayan querido hacer homenaje a un género tan magnificado en China. Pero el problema con esto es que la película entra en un laberinto del que no puede salir, donde las peleas no tienen ningún tipo de sentido narrativo y su espectacularidad pierde fuerza, haciendo que toda la magia se vea absurda y que se convierta en un intento inútil por cautivar a la población de la que hoy es la economía más grande del mundo.
Disney ha intentado de distintas formas que sus live-action sean frescos, divertidos e interesantes, pero han fallado una y otra vez. Porque las historias en las que se les pide más innovación terminan haciendo un calco de la película original. Tan solo hay que ver el desastre de El Rey León, que sin ser un live-action per se, es una copia mala de la película animada. Algo parecido ocurrió con Aladdin.
Y en el caso de películas donde cambian muchos elementos del clásico, como en el caso de Mulán, todo el relato simplemente se desmorona, y nos hace entender que los clásicos animados de Disney son películas casi perfectas y que igualar o intentar acercarse a ese grado de detalle es complicado incluso para quienes poseen todo el poder económico para adaptar estas historias. En este sentido, el camino de realización de los live-action por parte de Disney debe ser abandonado, ya veremos qué sucede.