«No encuentro el tono que lo circunda y lo domina».
En pocas palabras, esta línea resumía el mensaje de César Panza luego de revisar dos de las obras, las más políticas, en las que estuve trabajando a finales del 2019.
Él tenía militancia y olfato para reconocer, país adentro, escuelas de otras epistemologías y una relación poético/erótica con el histórico/posthistorico «congreso de Cabimas».
Cuando Nelson lo conoció, dijo: “nadie lo vio llegar…”.
Pensar que este bicho podía escribir, por eso y otras razones –las de un genio precoz y problematizador– el texto curatorial, con un tono rosa/táctico, para la muestra tenía cierto sarcasmo.
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En los primeros correos, encontré su invitación a escribir sobre Rodríguez como precursor de la poesía visual/concreta: pionero en utilizar el mingitorio como objeto/arte según Camnitzer, quien le reconoce la raíz conceptualista del objeto encontrado, recogiendo del piso los vidrios de las virtudes republicanas.
Se trata de una compilación que Panza y Nelson Chávez pensaban publicar, como todos los 28/10, conmemorando su natalicio. La colaboración se tornó en un afecto de interés mutuo.
Había dicho que le gustaría, para esa entrega, la acción poética con la que eventualmente sale esta columna, y si no, 15.000 caracteres alcanzarían para decir algo.
La estética de Rodríguez tiene el peso de una deuda histórica para el arte latinoamericano y requiere un compromiso sostenido y militante, ausente por esos días.
En las ideas de Simón Rodríguez, se puede localizar la autonomía moral y política del sujeto frente al poder para acercarnos a la obra de arte como una transferencia vital de la experiencia.
Pensar en la exposición, era procrastinar en el temblor emocional que se nos venía encima. “La historia del arte finalmente está hecha a base de comentarios y estos comentarios es lo que hace que esta historia se escriba”, le oí decir a Rosemberg Sandoval desde el Museo de Arte Moderno de Bogotá (MAMBO). Detrás de él, en unas de sus obras, se leían las frases “La pobreza me emputa” y “Arroz con huevo frito”.
Complicarse significa agregar más pieles mientras el asunto ya lo habría resuelto con un curador de oficio. De lo museográficamente incorrecto existe la aspiración de abrir la zanja y zafarla de su lenguaje, caminando sobre otros horizontes a contrapelo del análisis formal o conceptual que cabe en un catálogo chico, con la opción obligada de un catálogo digital.
Complicarse realmente es tener que distinguir entre pobreza y precariedad, una tarea aplazada para el arte venezolano, alejado casi siempre de cualquier compromiso ético.
…
Una semana antes de la cuarentena, César escribió que empezaría sin presión con el texto curatorial, esto significaba un primer intento. Rodríguez podía seguir esperando en Amotape, donde lo dejaron. En las pantallas del espectáculo-crisis, Bolsonaro, con diagnóstico positivo, aparece quitándose la mascarilla para hablar a los periodistas. Las fronteras se convertían en los cordones sanitarios del Apocalipsis sublime de los óleos de Justin Mortimer.
Caracas era el primer foco de contagio del país.
Cancelar tiene las siglas de la OMS.
Supongo que hubo otros momentos parecidos, pero desde entonces soy la especie del meme que dice desde la poceta: «Estoy capacitado para no hacer nada»
I yes. (Languidez en estado puro).
Estrellado en este contexto, empecé a hacer lo que medio sé hacer, esta vez, sin compromisos con nadie, solo y conectado, peleando en un foro «x» con alguien que aseguraba que Walter Martínez luchaba contra el Parkinson, y yo, que no, que su gesto era el mohín de un piloto frustrado que no había ido a la guerra.
Con los brazos abiertos, mirando a los lados, esperaba la gran avalancha.
Necesitaba una especie de epifanía para creer de nuevo en la especie humana.
Por esos días también había perdido el acceso a otro correo con la advertencia: «su buzón está prácticamente lleno”, y con él, la segunda parte del texto de Panza que Lenin Brea recién publica en esta revista.
Ni artículo, ni catálogo llegaron a un primer borrador. Por ahora solo veo las salidas jíbaras que menciona en ese primer correo, las veo como lo que son, un encuentro liminal hacía el Caribe, aquello que nos une, lo que nos separa, el mar, «la muerte, ese azul inmenso al que estamos destinados, y al que hemos respondido con lo que llamamos cultura». (José Luis Coronado).