al genio torpe de Jerry Lewis
Lockdown, cierre, cuarentena radical, cerco sanitario, flexibilización parcial limitada con cerco sanitario… Los días pasan, se suceden entre escapadas de diversas índoles y retornos. Pensando en eso, conversando en nuestra redacción sobre lo jodido de la situación, el aumento de los contagios y ese largo etcétera que llamamos situación nacional, contexto-país, alguien hizo el chistecito: Sí saben que hay algo que se nos escapa y retorna constantemente, ¿no? En coro digital, el resto del equipo respondió: Ah, sí, ¿qué? La pregunta sobre la naturaleza de las revistas culturales, el objeto de la crítica y el por qué hacemos lo que hacemos, dijo; y empezó a corrernos, a todas, ese hilito de sudor en la frente, propio de quien tiene un golpe de biela y el horizonte del ansiado lugar se le aleja como las utopías a Fernando Birri.
Salieron a relucir perogrulladas, argumentos erráticos, devaneos teóricos. En síntesis, nos quedamos pensando, en plena medianoche histórica (Dalton dixit), sobre el proyecto, las articulaciones posibles y los horizontes. El país siguió en su incendio cotidiano: una protesta en el Puente de Los Leones, ataques sexuales en Altamira, tiroteos en la Cota 905, en Caracas; feminicidios, en todo el territorio nacional; una escritora detenida y acusada de instigación al odio por haber escrito un texto, en Anzoátegui… Imaginen: ese verguero y nosotras dándole, pensando en cosas que para el militante más cuatriboleao son “güevonadas de intelectualoides”, “pretensiones burguesas”, “acciones inútiles”. ¿Para qué sirve una revista cultural?, nos repetimos y comenzamos a armar alguna que otra base para la discusión: un mapa.
Estamos seguras, en principio, de que sirve para hacer pública nuestra preocupación frente a esos acontecimientos. Parece muy válido, por ejemplo, que una revista cultural venezolana se alarme ante la elasticidad de una norma jurídica como la Ley contra el Odio, en igual medida que por las agresiones internacionales al país.
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Pensar en plena medianoche histórica
V.I. en su escritorio, a solas / Roque Dalton
oh fuego cordial en la casa que crece
en medio de la tempestad,
oh vibración que salva la vigilia,
oh río que saluda al desierto invadiéndolo
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Como armar un mapa no es lo mismo que conocer y codificar el territorio (Alfred Korzybski, dixit), piensen en la variedad de propuestas, textos, referencias, trabajos sobre las vanguardias, largas listas de articulaciones con movimientos, proyectos, grupos, individualidades. Piensen, también, que todo esto sucede mientras la revista y la vida de cada una de nosotras sigue su curso cotidiano. Pero, ¡alto ahí!, que no les contamos todo esto para victimizarnos. Lo decimos porque queremos, pensamos y creemos necesario abrir una discusión, un debate que nos lleve a un nivel de crítica más potente, a rescatar nuestras historias, tradiciones y experiencias, a trazar escenarios y definir las conflictividades en ese campo políticamente específico que es la cultura.
Del resto, como han podido ver, aprilis viene tan intenso como martius, pero en este caso la tierra floreció trayéndonos nuevos columnistas a quienes damos la bienvenida. Por un lado, tenemos a Pilar Ternera, quien con su horóscopo nos convida a avanzar hacia un nuevo estado de cosas. Por el otro, Alejandro Fierro, mostrando colmillos desde las últimas semanas de marzo, llega con su columna “Qué grande ERA el cine” para repasar esos grandes clásicos olvidados entre tanto hipsterismo y snobismo naïf. También Luis Salas, sociólogo con experticia en economía política, abre un respiradero bien particular para decir que la cocina es un modo fundamental de resistencia y creatividad, y no viene a esbozarlo en sesudos discursos teóricos, sino a través de recetas que por momentos se hibridan con la crónica “Para llevar”.
Por lo demás, seguiremos con nuestro stock habitual de columnistas, poesía, entrevista a uno de los editores más destacados del país y reseñas.
Hasta aquí llegamos, por ahora. Nos vemos en mayo.