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La palabra del adulto es la palabra normalizada (doxa), el niño ordena y actúa desde lo intempestivo, desde la sorpresa y el ahogo que no conocen sazón. La palabra del niño es inoportuna y así penetra y realiza de mejor manera. Dar en el blanco no es entonces dar en el centro, en el círculo pequeño, sin apuntar y romper hacia la periferia, lo inesperado (paradoxa) que está en las orillas más allá del cielo cerrado y familiar.
Alejandro Tarrab
Una obra cinematográfica puede hablar de muchos temas y abrirnos varios caminos de interpretación. Petite Nature (2021) no escapa de este principio, pero aquí nos abocaremos a sólo dos de las posibles dimensiones de esta película: la pasión y la huida. El guión de este film es impecable en lo que respecta al tratamiento de sus temas, al movimiento de la trama y a la recurrencia de algunos diálogos sumamente sutiles. En la historia que narra llegamos a un momento crucial en la vida de Johnny (Aliocha Reinert). Sin padre, con una madre muy ocupada, un hermano mayor inútil y con la responsabilidad de cuidar a su hermana menor, Johnny no tiene mucho espacio para expandir su personalidad abstraída y sensible. En ese umbral entre la infancia y la adolescencia, este niño de 10 años comienza a experimentar un sinfín de emociones que nacen con la llegada al colegio del profesor Adamski (Antoine Reinartz).

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Casi de entrada descubrimos que Johnny está solo con su deseo. Al final todos lo estamos, pero este lo atraviesa como un flechazo que lo hace desbordarse. Johnny sobrepasa unos límites que como niño no reconoce y que sólo el adulto es capaz de trazar. Un niño es un mar hacia adentro y afuera que no sabe de riscos. Un adulto es un dique por antonomasia. Comprendemos entonces que la edad vital que él atraviesa es el reino de las primeras veces. Un espacio anfibio donde se gestan nuevas pasiones y la inocencia primigenia se transforma.
Nuestro protagonista tiene un aspecto bastante andrógino, el cabello largo, amarillo y unas facciones ligeramente femeninas, lo cual le aporta una sutileza casi angelical a sus acciones y a sus miradas. Por otro lado, le toca fraguarse su autonomía, hacerse un lugar propio en un mundo que le es hostil y encontrarse a sí mismo en una realidad que le impide dar rienda suelta a su sensibilidad.


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Durante la película acudimos a la construcción de un vínculo que nace con una pregunta trascendente y que genera un intercambio inteligente de respuestas. Interacción que fundará entre ellos una complicidad que sólo se rompe en la escena climática de la historia. Desde ese momento la mirada del niño eleva al profesor Adamski a la categoría de ser amado, su percepción se erotiza y sus intenciones de conquista emergen de la admiración intelectual. No es un asunto físico ni carnal per sé, es un asunto ideal que despierta la urgencia propia de quien ama y desea ser amado. Esta premura lo hace tomar ese riesgo de acercamiento erótico y que, entre otras cosas, puede incomodarnos, pero que en el marco de la exploración del niño es perfectamente natural. Adamski es el primero, fuera de su propia madre, que lo toma en cuenta, que lo trata con algo de afecto y consideración, y es justo por eso que se enamora de él.
El conflicto aquí es que hay un desfase, una dislocación, una anomalía que el niño, desde su propia inocencia no concibe. La profundidad de la historia está asociada a la forma en la que Samuel Theis, su director, nos hace entrar en el espacio íntimo de Johnny y en esa derrotada confusión de quien ama y no es correspondido. Ahora bien, es posible que esto no nos causara tanto rechazo si su exploración ocurriera con otro niño o niña de su edad. Incluso, podríamos tomarlo con cierta ternura y humor si su baile de seducción ocurriera delante de una profesora mujer. El dilema surge porque se enamora de un adulto hombre, que además nunca lo induce a nada incorrecto. En este sentido el film no es maniqueo, pero tampoco es extremo, se maneja sutilmente en sus matices.
Por otra parte, además de retratar a un niño que explora sus sensaciones eróticas, nos habla también de su acuciante necesidad por cambiar de estatus. Adamski no sólo representa ese territorio desconocido del amor sino la puerta hacia la superación. Alguien que puede sacarlo de la miseria material y mental en la que vive. El que va a permitirle la huida.


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En otra escena notable el niño intenta lanzarse desde una ventana de la clase y su madre (Mélissa Olexa) es convocada a la escuela. Luego de la cita, cuando salen del instituto, ella lo interpela sobre el por qué del cambio en su relación con Adamski y descubre que todo lo que ocurre alrededor de su hijo son creaciones de su cabeza que idealiza. Sin embargo, en ese momento estamos al borde de que se desate un vendaval. Y para ello sólo basta que el niño invente un poco, culpe a su profesor de seducirlo, pero eso no ocurre. No sólo es delicada el alma de Johnny que puede conmoverse con cuadros, libros y música clásica, también es delicado su amor.
En otro orden de ideas, podría decirse que la fotografía de Jacques Girault está al servicio de la historia y narra de forma efectiva la precariedad familiar y local de Forbach, ciudad francesa en la que se desarrolla la historia. Otro detalle que es posible resaltar es la excelente ejecución de algunos movimientos de cámara hechos en mano que acompañan con precisión las emociones más turbulentas de Johnny. También puede destacarse la construcción de la intimidad del niño en ciertos espacios iluminados en clave baja y que nos aproximan suavemente a su reino interior. Todos estos aspectos citados se conjugan para ofrecernos un relato hermoso que se mueve entre la pasión y la huida, que nos habla de la rebelión y el deseo de un niño pobre por trascender el cielo cerrado de la familia y abrirse por su propia cuenta un mejor futuro. Con un cierre magistral, Petite Nature (2021) nos deja ir con el tema icónico Child in Time de Deep Purple de fondo, en una danza preciosa de autodescubrimiento y libertad.
Muy completa tu apreciación de esa poética película, gracias
Me pregunto si la palabra «climatica» no es «climaxica», de «climax»… los «ajustes» automáticos…