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Soy poeta pero no quiero estar hablando de poesía

Ariel Romero Hernández Por Ariel Romero Hernández
24 marzo, 2023
en Poesía
5

Del poemario La tregua es una ciudad ciega lejos del viento

I
Soy poeta pero no quiero estar hablando de poesía,
quiero sentarme en cualquier lugar de cualquier paisaje con un café,
un vino, una cerveza, y hablar que ayer hice reír a un amigo
que estaba triste, que hace calor todos los días,
que me resfrió con frecuencia, que me gustan los ojos verdes de una mujer
y que hablamos de vez en cuando de las cosas más sencillas del mundo,
que la luna por las noches es un artefacto increíble,
que la verdad la encontramos en la alegría del pobre.

Soy poeta pero no quiero hablar todo el tiempo de poesía,
quiero leerle cuentos a mi hijo,
preocuparme por él,
decirle a mi hermano que no tome tanta soda,
decirle a mi otro hermano que no me haga llamarlo tantas veces
para obtener su atención,
decirle a mi expareja que nuestra historia es una habitación donde las
paredes no se detienen.
soy poeta y no quiero hablar de poesía,
solo quiero hablar de cosas que compensen la cotidianidad,
solo quiero ser algunas veces el mapa de una tierra extinta,
ser el vapor de una casa abandonada que ya nadie ve en la
inmensa ciudad de tres cabezas.
La poesía es apocalipsis. Este poeta es un punto invisible en el gran lienzo
de la humanidad.
No quiero hablar de poesía, quiero ser un olor a candela
que atraviesa la montaña y ser respirado por tantos años
en que la herida
seremos nosotros mismos.
II
Las lamentaciones... Siempre le tuerzo el cuello a las lamentaciones,
lo hago en días calurosos en que el alba se extiende
como un segundo Sahara; ahí donde el horizonte es el engaño
inalcanzable.
Las lamentaciones me susurran los secretos de los anfibios;
de su andar nocturno, de su cotidianidad de agua
donde resurge el aguacero
como un niño curioso
a quien le han negado los
umbrales de nuestras manos.
Intento entonces borrarles sus rostros,
me detienen relatándome una historia
hecha de palabras agrietadas,
le tuerzo el cuello a las lamentaciones
cuando me quieren robar la belleza surreal
de una lluvia de comejenes
que aprisionan al árbol más inocente de la tierra;
en él escriben el rumor de una vida vacilante,
de las equidistancias de una fe que se rompe en el fragor de los años.
Le tuerzo el cuello a las lamentaciones
cuando le mienten a la tristeza acerca de mi desamor;
si supieran las lamentaciones que la tristeza es estar vivo muchas veces
en varias vidas.
Siempre le tuerzo el cuello a las lamentaciones
cuando me doy cuenta
que los habitantes son la acumulación dadaísta de una ficción que nos engaña,
de una trampa que no aceptamos hasta escuchar nuestro primer murmullo;
sol de agua
que no acepta el oleaje de la sangre.
III
Árbol frio,
Cruz de hielo,
crepitar fugaz de los pensamientos,
mango podrido en un invierno
con ojos de libélula,
una gota de café que mancha mi cuaderno,
soy entonces la condena de un verso que jamás existió,
luego la lumbre de una ciudad con sonido de mar
me revela los laberintos de lo inasible,
añoranza mordaz de las anegaciones
construyendo un castillo de brisa,
una alforja con tierra,
una carta con las cenizas de todos los finales;
vil salvación de la vida.
IV
Estoy cansado de decirles a las páginas de internet que no soy un robot,
solo soy el mal de males,
soy la muchedumbre espantosa con los ojos de un ídolo traicionado,
quiero decirles que soy esa lluvia de octubre que decapita a los menesterosos;
habitantes que llevan a cuesta el sacrificio de torcer un destino que los
amamanta con el indescifrable golpe de los ayes.
Quiero gritarles a los sitios web que no soy un robot,
gritarles que soy el que posee la esperanza pecaminosa,
que soy el adalid de las cartas negras
con su tierno alfabeto que busca los meandros ambivalentes
en el acto de ser;
ser por siempre el escape
de las callejuelas de lodo,
de los senderos de hierba,
de la trocha agreste con su enternecedor
respiro de cocorrones rojos,
escapar del cantar de los cantares
de aquel pueblo que sobrevive al toque
de la aldaba; eco vengativo de las huidas,
escapar al jubiloso, trino de un ambiente indistinto,
y recoger la última plaga entre las flores
que conmueve a la ciudad mustia.
V
Edificios foráneos,
llama inhóspita que
atraviesa los restos
de una época descalza,
lugares dispersos,
campanada lejana
que guía al ciego,
reverencia pagana
que nos regala el mito
de la palabra insalvable,
la irascible esperanza de vivir
sin la memoria de la muerte,
trampa inhabitada de la fe.

Del poemario Los faroles sostienen la noche

1.
La Muerte es una repetición de lo constante.
Lo constante es el infinito,
y el infinito es la madrugada que se extiende
como una espada de hielo entre los edificios.

La Ciudad es funesta porque tu nombre se ha ido.
Ni siquiera el silencio se atreve a posar sus alas en su seno.
Tu nombre se ha escapado hacia las montañas longevas.
Ahí las luciérnagas erigen sus lamentaciones
con la noche taciturna, con el rio mudo y toman la forma de la montaña
como la señal de auxilio de un país triste que el cielo va engullendo.

Los muertos saloman entre los bejucos.
En esta noche se está ciego
y de alguna forma los sonidos tropicales son el idioma
del amor perdido entre el rastrojo.
Está tu rostro con el signo de una palabra explosiva.
Los merachos lloran sobre las aguas donde tu espíritu se hunde.
Las luciérnagas susurran el secreto angelical que crece en la montaña.
Los hombres del otro lado del río están tan vivos como tu muerte
y la lluvia perdida no regresara para acariciar sus sombras presidiarias.
Estás en la inmensidad, ya ni la penumbra resiste tu silencio.
Todo ha acabado:
Los caminos de tierra te dan la palmada definitiva,
el rio es mudo,
la montaña es un haz de luz que las luciérnagas profesan,
los hombres perdidos levantan tu hogar de madera y cruzan el rio del nunca jamás,
los duendes inclinan la cabeza,
la montaña emite el ultimo lamento,
Dios calla y a veces sonríe;
los hombres cruzan el rio con tu hogar a espaldas,
con la certeza mortuoria de que el rio los condeno a la lejanía.
2. 

Yo soy como el fracaso total del mundo...
Pablo de Rokha



Soy el demonio que arrojaron del cielo,
el que siembra flores en las alcantarillas,
aquel que se posa bajo los faroles de la ciudad lastimada por la lluvia.
Fantasmas de la noche cuyo credo
es un crucifijo de líquenes venenosos echan suerte por mi alma.
Camino por veredas pedregosas tratando de sacar los gusanos
que se precipitan en mis ojos.
Mi cabeza explota como si fuera el último atardecer de la tierra;
los pájaros que levitan en los tendidos eléctricos recitan tu nombre como un obituario.

Soy el demonio que arrojaron del cielo
hacia tu orbe de aguas negras,
la magnificencia del dolor impoluto.
Perezco 	resucito
me destruyo 	me redimen
y vuelvo con las manos cortadas.
Le grito a Él tu nombre,
le dibujo tus ojos en forma de grafiti en las azoteas de los edificios.

¡No me escucha!
Entonces me olvido de la calamidad,
del eco de los árboles
que abruma a los cielos;
olvido la eternidad con su lenguaje de huesos secos
descifrando códices en mi pecho.
8
Es fácil olvidarse de la eternidad
cuando no percibo tu sombra en las cantinas pulcras de la divinidad humana.
Fui arrojado del cielo con la última luz
que parpadeaba en el centro de mis manos.
Aún levito en el farol seco
donde me encontraste herido por mis fuegos.
Soy demonio 	asesino
fugitivo 	mal consejero
enemigo de las muchedumbres.
Fui arrojado del cielo para encontrarte.


(Silencio de Dios mirando con mala cara)
3.
El sol se aglomera sobre la superficie de los edificios.
Las calles se hacen largas
como pistas para vehículos de carrera.
Percibo una hendidura de dolor en cada esquina,
en los edificios que parecen hombres ciegos tratando de manotear el cielo.
Residuos de atardeceres perdidos se escapan de los árboles.
Hay faroles exiguos en los parques.
La hojarasca de antaño se cierra a sus luces.
Una oscuridad intuida se precipita sobre la ciudad
como la profecía cataclísmica de este día
en que he decidido poner a media asta mi corazón.
Hay una zarza ardiente en mis ojos,
mis ojos de pesadez
que se sumergen en aquellos suburbios
donde alguna vez te hablé de palabras
que son una acumulación de maldades;
que son arqueología de tu voz


Nada estará bien cuando tenga que salir a la ciudad de profetas y demonios,
a preguntar en cada sitio sagrado
si aún habitas en la madrugada, entre murciélagos e insectos;
bajo ese farol donde nunca leímos el mandamiento de la pobreza
4.
En una parte secreta de la Ciudad
camino por un callejón de lodo.
Mis pasos se hunden,
mis zapatos están sucios de una tierra callada.
Mis pasos no son pasos sino rastros
y he dejado en cada uno el susurro de nuestras voces
hasta que otros pasos de otros hombres lo borren hasta el infinito
y los faroles entonen el cántico de las calles fugitivas.

Siempre podré volver a ese callejón,
encontrarnos entre la tierra mojada,
entre sonidos de luciérnagas y canticos gusánales.
Rebuscar en ese callejón nuestro mito,
nuestra leyenda de ojos cortados,
nuestra profecía de muerte que nos unirá más.
Reinventarnos en el punto exacto del génesis,
dejar allí la última palabra de nuestro idioma.
5.
Te busqué por esta ciudad de cementerios alegres,
bajo los túneles
donde habitan los desertores.
Te busqué bajo ese cielo
que es un infierno en caída.
                    Te susurré entre árboles
                    que elevan la última plegaria.
Te busqué entre casas deshabitadas
y su felicidad de óxido a la intemperie.

Nunca te encontré.


Ya lo sabía.
Me han dicho que estás encerrada en cualquier farol de la cudad.
Etiquetas: Nueva poesía de Panamánueva poesía panameñaPoesía de panamáPoesía panameña
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Comentarios 5

  1. Cecilia de Cuevas says:
    2 años hace

    Excelente Ariel muchas felicitaciones y gracias por compartirlas

    Responder
    • Ariel says:
      2 años hace

      Gracias señora Cecilia.

      Responder
  2. Dilcia Ruiz says:
    2 años hace

    Profe wao que talento. Lo felicito.

    Responder
    • Ariel says:
      2 años hace

      Gracias Maestra.

      Responder
  3. Sharon says:
    2 años hace

    Supremo el de no quiero escribir poesía, en realidad muy fuerte y hermoso. Abrazos porta

    Responder

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