Mientras escribo este texto, esta Postal distópica, suceden varias cosas. Me distraen las redes sociales y selecciono la tipografía con la que deseo redactar. No es que importe mucho porque el resultado final dependerá del administrador web, hará lo que quiera. Lo dispondrá como pueda.
La única certeza de lo que viene a continuación: esta es una introducción, para el resto del discurso no tengo el nombre exacto.
Pero no quedará esto que escribo ahora, el estado más puro de lo que escribo, no. Lo que escribo muy pronto sufrirá pequeñas transformaciones y cuando finalmente lo reciban para publicarlo en la web es probable que no quede ni cambria ni la imperial Times.
Pero prevalecerán algunas ideas, no solo para la discusión estética, sino también política y se malinterpretará. Cada quien verá qué hace.
Esto no es lo único que hago mientras escribo: también pienso sobre la deriva. Pues eso es lo que pretendo con estas Postales Distópicas.
Hablar al momento en que pienso y problematizo. Como cuando no solo trato de describir lo que haré en este espacio, sino que también estoy pensando sobre la naturaleza del texto, sus tipografías y la distracción en la era de la convergencia mediática.
Es imposible hablar de literatura, sociedad o cultura en estos días. Cada una está apelmazada en la misma autopista llena de automóviles varados. Ya sucedió el Gran Apagón y todo está sumergido en el caos. Matamos por conseguir agua mientras revisamos nuestras notificaciones en las redes sociales.
Es por ello que será justo una interpretación. Repito, una deriva (transgenérica). Al tiempo en que será también, para citar malamente a un filósofo millonario del cual no quiero acordarme, una descripción de cosas que veo, siento, pienso.
¿Estoy contando, narrando, ensayando?, ¿Qué estoy haciendo realmente?, los relatos sobre el relato parecieran ser la estructura del presente. La modernidad quiso imponer el orden: introducción, desarrollo y final. No respetó la vida del pensamiento y la imaginación. Hizo otra cosa, como siempre, otra muy distinta a lo que dice que hace.
La estructura de la otra vida, la del pensamiento y la imaginación, es diferente. Esa es la que me interesa.
Siempre, y digo siempre como lugar común de la retórica, como ficción, como imagen, siempre quise tener una columna en donde pudiese hablar de lo que quisiera. Ver el deseo cumplirse a cuentagotas.
Ahora entiendo que es imposible. Por prejuicio y (de)formación terminamos hablando de lo que apenas sabemos, de lo que queda en el rasguño de la “erudición textual”. Ese “apenas” lo llevamos a cuestas. Es el marcador obsesivo. Ese “lo que quisiera” tiene los límites de lo que quiero, los límites de mis propios deseos y de mi inteligencia.
Pero puedo hablar del libro, del lenguaje ético y político, no en el sentido limitado y pragmático de los términos, sino más bien del intuitivo. En la siempre ambiciosa, interminable (¿e imposible?) tarea de una filosofía autónoma.
Puedo escribir sobre la maldita literatura (y las formas corroídas de quienes vegetan en la tradición) y su devenir. Sobre sociología. Tratar de convencer a todes que todes somos Pierre Menard, que todes somos hijes de Pedro Páramo.
Problematizar con películas e Internet en un intento de darle vida a las palabras e imágenes muertas.
Cada entrada de las Postales Distópicas planteará un tema más arbitrario que el anterior, como un timeline cualquiera en donde conviven denuncias por el incendio de la Amazonia y memes nihilistas: un Índice Hipertextual que no termina de construirse.
Porque la locura también merece ser sistematizada. Acaso, ¿no dijo aquel personaje de Strange Days que la paranoia es la realidad vista a través de un microscopio?
¿Qué otra cosa podemos demandarnos?, y por otro lado, ¿Qué más me interesa?, podría enumerar/especular otras cosas imposibles en esta estética del rasguño y el timeline, por ejemplo…
- Saber por qué las estadísticas dicen que los artículos más compartidos son aquellos que no leemos
- Problematizar nuevas herramientas críticas
- Disertar sobre por qué Trump, Facebook y el Apocalipsis Zombi tienen mucho que ver
- Sacar(nos) de la cabeza esa idea falsa de que Internet estará siempre y recordar(nos) que todavía es una tecnología controlada por lo tanto coercitiva, incipiente, primitiva e impredecible
- Explorar la posibilidad de nuevas formas de acción (políticas y estéticas)
- Argumentar por qué los Derechos Humanos de este siglo son el derecho a proteger nuestros datos, nuestra data
- Buscar maneras para garantizar la reintegración de los que se sienten en el no lugar de la política
- Demostrar que cualquiera puede escribir, que los escritores ya no escriben, que los lectores ya no leen y viceversa
- Denunciar la confiscación (por parte del poder) de la memoria y los símbolos
- Entender por qué hay más “me gusta” en imágenes que en texto
- Discutir sobre la construcción de formas de encuentros sin lazos partidistas, criticando toda forma de conformismo político y estético
- Seguir respondiendo la pregunta ¿Por qué todavía hay fetiches en el objeto libro?
- Vegetar (contradictoriamente) en la tradición y en los nuevos debates, por ejemplo:
Debatir que no fue Žižek quien dijo “es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo”, sino Fredric Jameson (e interpretar por qué lo dijo)
Llevarle la contraria a Grosfoguel y a Dussel: no es el capitalismo un epifenómeno de la modernidad; tanto capitalismo como modernidad podrían ser epifenómenos del patriarcado
También: intentar entender por qué Terry Eagleton dijo que estamos en una era postcolectiva y postindividual
Pensar esa propuesta de Bautista Segales de volver a la oralidad para realmente “democratizar el libro”
Y además: darle la razón a Marx por aquello de que “la historia tiene mejor memoria que nosotros”
- Y convencerte para que compartas este texto. Todo es asombro, hasta lo mínimo y vacuo. Hasta el rasguño. No acapares. Cada casa es la misma superficie. El mismo espesor.
Compártelo, es más, debo aclararte otra cosa: creo que no es la forma correcta de decirlo. Más bien compártelas. Sí, compártelas porque son postales. Esa es su naturaleza. No son un muchacho surcoreano llamado Kim que diseña sueños mientras soporta una resaca metafísica. Son objetos de otro (no)tiempo diseñados para ser compartidos.
Son Postales Distópicas.
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